Qatar 2022

Despedida triunfal del Diario HOY y la RED 92

Llegamos antes de que arrancara el evento y nos volvemos con la Copa del Mundo para festejar el fin de año junto a toda la región.

Enviados especiales Doha - Catar

Por Juan Pablo Ferrari y Juan Ignacio Amuchategui

Va llegando el final de un viaje histórico. Al principio, lleno de misterios y algunas dudas por el país que nos iba a cobijar. Pero al final, con el premio y el recuerdo eterno que nos va acompañar por el resto de nuestras vidas.

Todo arrancó aquel 14 de noviembre, cuando partimos de Argentina con el sueño de acompañar al equipo de un país en el Mundial. Cargábamos con una mochila de ilusiones que la propia Selección se encargó de generar en la Copa América del 2021. Allí también habíamos estado cortando los maleficios de años de finales perdidas.

Al principio, todo mal: en Ezeiza hubo demoras y cobros de impuestos inesperados por parte de la aerolínea Latam, que nos impedía una carga mínima de equipaje, a pesar de que nos estábamos embarcando en un viaje que tenía previsto extenderse durante más de un mes. Las valijas eran tan grandes como la responsabilidad del trabajo que pretendíamos realizar...

La estadía y las reservas de alojamientos estaban previstas desde el 17 de noviembre hasta el 20 de diciembre. Nada de especulaciones ni cuestiones azarosas. Siempre confiamos en esta Selección y decidimos quedarnos de principio a fin en el Mundial.

En el viaje surgieron contratiempos, como le fue pasando a la Selección en la Copa, pero también nosotros los supimos superar.

En el aeropuerto de Bogotá (segunda escala de cuatro estaciones antes de llegar a Catar) una maleta apareció destruida. Previa queja a la compañía, hubo que comprar una valija nueva y en el mismo aeropuerto nos encontramos pasando toda la ropa de una maleta a la otra ante la mirada de otros turistas.

La empresa Latam se comprometió a devolver unos 60 dólares por los daños ocasionados, pero hasta ahora no se contactaron.

La misma empresa había impedido subir a pasajeros con equipaje a bordo y cobró hasta 120 dólares extras para guardar las valijas en las bodegas de un avión que salió demorado y que encima se movió tanto que se rompieron algunas maletas.

En Bogotá pasamos casi un día antes de tomar la ruta final hacia Doha. Desde el 16 hasta el 17 de noviembre, viajando y suplicando que se actualizara el famoso Hayya, una especie de visado temporal que los cataríes pusieron como requisito para el ingreso de los turistas. Sin eso no entrabas al país.

Finalmente, tras más de 40 horas de viaje desde la salida de Argentina, Catar nos recibió con un calor sofocante la madrugada del 17 de noviembre (por el cambio de horario ya estábamos en jueves).

La primera impresión resultó de una ciudad moderna, ostentosa, con edificios que no se ven en la Argentina y luces de colores por todos lados que la hacen brillar mucho más de noche que de día.

Ya acomodados en un departamento moderno en la zona del barrio Chino, comenzamos a descubrir el majestuoso Metro de Catar. Una red de 75 kilómetros de extensión con tres líneas de trenes que conectaban por debajo de la tierra y de forma gratuita para los periodistas toda la ciudad. De una punta a la otra estuvimos durante más de un mes viajando en subte como nunca antes nos había pasado en la vida.

Ya la primera noche, en una selecta zona denominada Katara, conocimos el aire acondicionado en las calles. Algo tan novedoso y extraño que nos llevó algunos minutos poder entender.

Al principio no tomábamos dimensión de los precios: cambiamos unos dólares y pagábamos entusiasmados, sin darnos cuenta de que a lo mejor un helado de vasito nos estaba costando 2.500 pesos argentinos. Solo queríamos conocer y adaptarnos.

Durante las primeras noches, la sensación de estar metidos en una película de terror nos ganaba durante la madrugada, cuando nos despertábamos de la nada escuchando gritos en parlantes desde la calle a las 4 y a las 5 de la madrugada. Después supimos que eran rezos comunes de la cultura islámica a esa hora del día y nos fuimos acostumbrando.

El primer baldazo de agua fría

El Mundial arrancó el 20 con el partido inaugural al que pudimos acudir. Estuvimos junto al Ecuador de Gustavo Alfaro y presenciamos la ceremonia de inauguración de la Copa.

Los hinchas empezaron a llegar cerca del mismo domingo 20, ya que antes de esa fecha no había mucho clima.

La Selección arrancó mal el martes 22 de noviembre. El partido con Arabia fue muy extraño en el estadio Lusail (donde luego el equipo iba salir campeón del mundo), ya que los cuatro goles en el primer tiempo contra el rival desconocido y peligroso terminaron haciendo protagonista al VAR. Argentina tenía que irse ganando 4 a 0 al descanso, pero al final solo ganaba por la mínima diferencia que los árabes pudieron revertir en el segundo tiempo. Fue un baldazo de agua fría y un golpe a la ilusión por todos los kilómetros recorridos y las horas destinadas para llegar a ese momento.

Una sensación similar a la fase de grupos del Mundial de Rusia empezó a ganar en la atmósfera y comenzaron las discusiones entre los hinchas para sacarse la bronca por la derrota del equipo, sobre si Scaloni había planteado bien o mal el partido.

El inicio de la cábala

Argentina llegó al segundo partido de la Copa urgido de una victoria. El partido contra México cayó sábado a las 22 de Doha, por lo que decidimos cambiar el itinerario, Ese día arrancó la cábala interna del diario Hoy y Red 92 en Catar, que consistía en repetir las mismas costumbres, tiempos y lugares para comer antes de llegar a la cancha.

Minutos después de las 14 salíamos del departamento, los dos juntos: uno vestido con atuendo más desapercibido, deportivo y popular. El otro con un pantalón de lino gris claro, camisa al tono, cinturón blanco y zapatos celestes para lucir también formal y acompañar al equipo nacional en lo que podría ser una batalla ante los mexicanos.

Antes de salir del ascensor del edifico donde todavía estábamos hospedados había que sacarse una foto en el momento justo en el cual se estaba cerrando de forma automática la puerta. Así fue contra México y resultó.

De allí al Metro para hacer una parada en Mshereb. Luego, un recorrido de siete cuadras en la cual se aprovechaba para “hacer un vivo” con los hinchas para las redes sociales del diario. Más tarde, parar a comer en una pizzería de la zona de Souq Waqif una napolitana (sin jamón ni tomates) que costaba unos 3.900 pesos argentinos. De allí, otra caminata más por la zona para tomar testimonios para la radio, sacar fotos para el diario y hacer notas con los hinchas.

La cábala seguía con tomar nuevamente el Metro en la estación del barrio Souq Waqif cerca de las 17 (cinco horas antes del partido), para luego volver a hacer una conexión en la estación Mshereb y de allí a la línea que nos iba a dejar en la cancha.

Así fue el resto del Mundial en la previa a los partidos contra Polonia, Australia, Holanda, Croacia y Francia, desde el partido contra México, a excepción de la final: ese día Juan Amuchategui cortó el trayecto del departamento hasta la pizzería por cuestiones más bien de índole personal. Argentina sufrió más que nunca ese día para salir campeón del mundo. Creer o reventar.

Campeones de una nueva cultura

La alegría inconmensurable de haber estado al lado del equipo nacional en el hecho deportivo más significativo del país de las últimas cuatro décadas solo es comparable con la invalorable experiencia enriquecedora que significó nutrirnos de la cultura árabe. En muchos puntos resultó chocante y golpeaba duro. Pero con el correr de los días se convirtió en una enseñanza de vida.

Por momentos no parábamos de sentirnos observados. Se sacaban fotos con nosotros como si fuésemos personas que llegaron del planeta Marte y nunca habían visto algo igual. Llevar algo de Argentina era sinónimo de buen trato, de amabilidad y en algunos casos de hospitalidad e invitaciones a cenar o a pagar la cuenta en un supermercado.

Ir a comer parecía un poco incómodo y para evitar un chasco nos cansamos de consumir hamburguesas, fatay o el conocido shawarma. Las comidas árabes son muy distintas a las nuestras, en algunos casos muy picantes y con ingredientes que preferíamos evitar experimentar por la intriga de su procedencia.

El islam, lejos de cerrar sus puertas, aprovechó el Mundial para tratar de integrarse al mundo y a otras culturas, a tal punto que en las mezquitas (las iglesias en la religión católica) repartían guías de esta religión y de cómo rezar el Corán en distintos idiomas, incluyendo el castellano.

Misión cumplida, un agradecimiento a la FIFA y regresamos con la Copa

A pesar del sufrimiento de los partidos con Holanda, sentimos que el Mundial se empezaba a abrir a partir de la clasificación de Australia como rival de la Selección para los octavos. En la previa había preocupación de enfrentar a Francia o Dinamarca.

Después, cuando Croacia eliminó a Brasil por penales entendimos que todo se podía dar para llegar a la final. Y a pesar del sufrimiento y la angustia vivida en los partidos contra Holanda y Francia en la final, terminamos diciendo: misión cumplida, volvemos con la Copa a la ciudad.

Para poder trabajar y estar presentes en conferencias de prensa y más de 25 partidos oficiales de la Copa (además de los siete que jugó Argentina), diario Hoy y Red 92 fue distinguido por la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA) como uno de los selectos 75 medios de comunicación de toda la Argentina para poder trabajar durante el Mundial desde adentro. Estuvimos en el partido inaugural entre Ecuador y Catar, como así también en todas las semifinales y en la final de la Copa, completando un total de 32 partidos presentes en los estadios sobre un total de 64 que se jugaron. Es decir que casi vimos la mitad de la Copa en la cancha y seguimos a la Selección en todos los entrenamientos y partidos.

Otra vez la FIFA nos brindó la movilidad interna en Doha, los centros de prensa para poder contar con internet durante las 24 horas sin costo alguno y un buffet permanente para poder acceder a un café, té o galletitas cuando se necesitaba. Todo organizado y sincronizado como funciona en el primer mundo, al igual que los colectivos gratis para trasladarnos de un estadio a otro.

Va un agradecimiento al respeto y el reconocimiento para el único medio de La Plata, Berisso y Ensenada que accedió a los lugares que esta Federación habilita, para poder trabajar y participar preguntando en las conferencias de prensa.

Nos vemos en el próximo Mundial...