Leyenda del Turf
El turf argentino perdió a su "brazo más fuerte": murió Aníbal Etchart
Fue jockey, entrenador e integró el equipo de Comisarios en el hipódromo de San Isidro, donde había llegado en su adolescencia para trabajar de peón antes de comenzar a correr.
De chico le decían El Polaco, porque era rubiecito, pero cuando su nombre comenzó a hacerse familiar en los programas de las carreras y en las fotos triunfales, Aníbal Etchart pasó a ser "Brazo Fuerte". Ese apodo lo acompañó hasta el último instante de vida, junto a la sonrisa que nunca perdió en su etapa de jockey, de entrenador y juez, el rol que tuvo en los últimos años en el hipódromo de San Isidro.
Nacido en Capilla del Señor el 20 de enero de 1938 e hijo de un tambero y un ama de casa, Aníbal era el del medio de tres hermanos. Creció en el campo, allí se familiarizó con los caballos y antes de cumplir los 13 años ya sabía lo que quería ser: "Voy a ser jockey". Se lo dijo a su padre una mañana viendo en un diario la imagen de Penny Post (Embrujo), que había sido subastado y el hecho había trascendido. Más allá de lo que fue la cotización del crack, le impactó la estampa. Un año después, los domingos comenzó a correr cuadreras que se hacían en los alrededores de Campana. Pesaba 28 kilos por entonces.
Para llegar a los hipódromos tuvo una etapa previa como peón. Esa tarea durante un año y medio la acompañó con la de galopador, para aprender algunos secretos del oficio. No había escuela. Algo de genética había, como le dijo alguna vez a Campana de Largada: "Mi abuelo materno corrió cuadreras y era cuidador". Nunca supo qué otra profesión hubiera elegido. Se sintió jockey incluso tras el retiro triunfal el 1 de enero de 1983, ganando de punta a punta con Mayaco (Real del Padre) en San Isidro. La misma estrategia había utilizado en La Plata cuando logró el primer éxito de su vida.
Fanático de Boca Juniors y del piloto Juan Manuel Fangio, cuando se abrieron las gateras con éxito llevó su magia fuera de las fronteras. No sólo corrió en Sudamérica, sino que también se dio el gusto en Panamá, cuna de grandes fustas, y en los Estados Unidos. Doce años después del retiro, mientras entrenaba, volvió a coquetear con la posibilidad de retomar. Fue una experiencia extra: llegó cuarto en Palermo en una carrera para jinetes retirados que ganó Miguel Sarati. Para Aníbal fue la oportunidad de volver a divertirse, recordar viejas tardes corriendo de atrás y atropellando por adentro.
Convivió con otras leyendas en las pistas. Desde Irineo Leguisamo, Ramón Ciaffardini o Oscar Nardi hasta Vilmar Sanguinetti o Eduardo Jara. Ganó el Jockey Club con Pechazo (Guatán), el Nacional con Trousseau (The Yuvaraj), la Polla de Potrancas con Sena (Kazan) y el Selección con Tutta Bionda (Tahoe), entre otros grandes premios. También, ganó dos estadísticas. Como entrenador trabajó hasta 2010 y obtuvo decenas de clásicos, entre más de un par de centenares de conquistas.
Cuando dejó de preparar y recibió el ofrecimiento para integrar el Comisariato sintió que iba a poder terminar su vida donde quería. "Esa tarea me alargó la vida. Encontré una nueva vocación y me encanta", decía, a quien quisiera escucharlo, cuando le preguntaban por su rol de juez. Fue feliz en el turf hasta el final.