UN HISTÓRICO
Fue campeón del mundo con Boca, jugó con Maradona y se transformó en un referente del TC
Vicente Pernía ogró la Copa Intercontinental en 1978 y luego arrancó a correr en autos. Su presagio de aquella consagración. La condición del Toto Lorenzo para dejarlo competir. Uno de sus nietos fue directo a las pistas y debutó a nivel nacional
Algunos pensaron que iba a ser la nota de color. Ese futbolista de Boca, exitoso y famoso que quiso darse un gusto en el automovilismo. Pero Vicente Alberto Pernía tuvo otros planes. Desde sus primeros minutos arriba de un auto de carrera, el Tano lo hizo con la firme convicción de no ser un aficionado y proyectar otra profesión una vez colgados los botines. El de Tandil cristalizó su anhelo de joven cuando no pudo correr por falta de dinero. Aunque con el tiempo se transformó en un animador de diferentes categorías y hasta peleó un título de Turismo Carretera. Sus hijos heredaron sus pasiones y hasta uno de sus nietos se volcó sin escalas a las pistas e hizo su estreno a nivel nacional.
Pernía primero se lució como un aguerrido lateral derecho. Jugó en Estudiantes de La Plata, se consagró en Boca donde obtuvo seis títulos (tres nacionales y tres internacionales) y terminó su carrera en Vélez en 1982. Sin embargo, en 1978 comenzó a despuntar el vicio en los circuitos. Fue cuando hizo el curso en la escuela de pilotos de Jorge Omar del Río (tricampeón de TC 2000 de 1980 a 1982). En el Autódromo de Buenos Aires se formó con un monoposto de la Fórmula 4 (anote esta categoría), autos que son pura sangre y exigen gran concentración y dedicación por su alta velocidad en las curvas.
“El automovilismo siempre fue una pasión para mí. Nací en Tandil, cuando el TC disputaba anualmente la clásica ‘vuelta a la ciudad’. Apenas sabía hablar y ya pronunciaba el nombre de ‘Juancito’ (Gálvez, su primer gran ídolo). Soy uno de los pocos que postergó el grito de Boca, por el de un piloto en la niñez. Y si a los veinte hubiera contado con los medios económicos de hoy, hubiera sido corredor de autos, no futbolista. Antes no podía costearme el gusto que me doy hoy con toda seriedad”, contó en una entrevista con la revista CORSA, una semana antes de viajar a Alemania, para disputar la segunda final de la Copa Intercontinental con el Borussia Mönchengladbach. Fue por la edición 1977, pero por problemas de calendario se disputó al año siguiente.
El Tano se tuvo fe y avisó que “de Alemania traeremos la Copa Mundial Interclubes entre todos los jugadores de Boca. Pero yo, en lo particular, me compraré allá un buzo antiflama (se trajo uno similar al de Jody Scheckter, campeón de Fórmula 1 con Ferrari en 1979) y un nuevo casco con los colores de Hans Stuck (piloto germano de F-1 de la época)”. Acertó, tras el 2 a 2 en La Bombonera en marzo, luego del Mundial jugado en nuestro país y que ganó la Selección Argentina (Pernía no fue convocado para el certamen), en agosto se disputó la revancha en Karlsruhe donde el equipo dirigido por Juan Carlos Lorenzo venció 3 a 0 a los teutones, cuyo baluarte era Berti Vogts, integrante del combinado germano campeón mundial de 1974. En noviembre de 1978, Pernía y compañía obtuvieron su segunda Copa Libertadores seguida.
Su primer auto particular (siendo ya jugador de fútbol profesional), fue un Torino porque “viajaba fuerte”, destacó. Con él se prendió en cuanta picada se presentó en la ruta durante sus frecuentes viajes desde la Buenos Aires a Tandil. “Varias veces afronté momentos peligrosos y comprendí que la ruta no era el lugar adecuado para desahogar mis ansias de corredor. Por eso resolví vincularme en serio a la actividad, practicándola en lugares correctos. Me di cuenta que sería menos peligroso hacerlo en auténticas carreras de autos antes de andar esquivando ‘domingueros’ por las calles”, reflexionó.
“Cuando todavía era jugador, mi mente y mi esfuerzo estuvieron de forma exclusiva con Boca y el fútbol. El automovilismo era una diversión momentánea, que practiqué solo en los ratos libres. Ni un segundo que debí dedicar al entrenamiento o las concentraciones fue ocupado por el auto de carrera. Pude hacer las dos cosas sin perjudicar a ninguna de ellas”, aclaró.
El Tano cumplió e hizo sus primeros pasos en el automovilismo con la mayor seriedad. Completó el curso de pilotos, faltando apenas unas horas para viajar a disputar la final a Alemania. En ese momento su intención no fue dejar el fútbol, pero sí aprovechar cada ocasión que se le pudiese dar. Habló del tema con el director técnico, Lorenzo, quien al principio no quiso saber nada. Luego de mucha insistencia el Toto acordó que si eran campeones del mundo, a la vuelta de Alemania lo dejaba empezar a correr.
Pernía arrancó en el Turismo Nacional (TN) Clase B con un IAVA (un modelo deportivo de la marca Fiat). Fue en una carrera en Olavarría en un circuito semipermanente donde en su división corrieron 66 coches. Se largó por ranking y como Vicente era debutante partió último, aunque terminó 13º.
Después su objetivo fue acumular experiencia. Solo compitió cuando quedó libre un fin de semana por alguna expulsión y siempre aclaró que no se hizo sacar una tarjeta roja para poder correr. Hizo la adaptación en el TN con la idea de dedicarse a tiempo principio completo a las carreras cuando ya no tuviese la edad para jugar al fútbol. Aunque mientras tanto avisó que “si me doy cuenta que no ‘camino’, no insistiré. No vayan a pensar que es una excusa para promocionarme; esto es lo que siento de verdad”.
En ese momento Pernía tenía 29 años (25/05/1949) y a diferencia de ahora era difícil que un futbolista juegue pasados los 35 años. Pero sus últimas temporadas dentro de un campo de juego las vivió a pleno e integró el plantel de Boca que fue campeón del Metropolitano 1981, que tuvo a Diego Maradona como principal figura. En 1982 pasó a Vélez y se retiró a fin de año.
“El fútbol me dio gran cantidad de amigos. Pero en el automovilismo tuve otros tantos; fui muy compañero de Roberto Mouras (de grande me pasé del Ford al Chivo) con quien solía hacer algunas tiraditas. Otro tanto pasó por Rodolfo Zuian (ex piloto del TN y TC 2000), Carlos Pairetti (campeón de TC 1968) y Carlos Marincovich (figura de los ’60 y ’70). Honestamente hubo muchos momentos en los que necesité hablar de fierros para despejarme del fútbol, que me absorbía”, comentó.
Ya fuera de las canchas llegó a la categoría más popular del país, el TC. Fue después rendir una prueba de suficiencia en Buenos Aires. Era un examen que se les tomaba a los debutantes. Debían girar en un determinado tiempo de vuelta y si lo conseguían eran habilitados para correr. Su primera competencia fue el 13 de marzo de 1983 en el extinto Autódromo General San Martín de Mendoza. El sábado se pegó al trabarse el acelerador. El domingo sufrió con los frenos en la serie donde resultó séptimo. Tuvo el mismo problema en la final, pero pudo terminar sexto con un Chevrolet y sumó puntos.
Su idea fue dedicarse full time al automovilismo y siempre mantuvo su humildad. “Si la gente pretendió que yo corra con la misma eficiencia con la que jugaba al fútbol fue un problema que me gustó afrontar. Algunos esperaron que gane de inmediato, por el solo hecho de llamarme Pernía. Aunque fui consciente de mis limitaciones y no forcé mis verdaderas posibilidades. Fui uno más, uno de esos que cada domingo intentó sobresalir”, analizó más tarde.
Pernía de a poco hizo su camino y llegaron las alegrías. Vivió la época de la ruta del TC, pero plasmó su debut triunfal en un autódromo. Fue con un Dodge el 20 de marzo de 1988 en una carrera para no ganadores en Buenos Aires, la última de ese tipo (figura en el historial oficial, carrera 751). Con la misma marca el 14 de junio de 1992 plasmó su primera victoria absoluta en Balcarce. Ya era uno de los principales protagonistas de la categoría.
Ratificó esa condición en 1997. Fue su mejor año y acarició la gloria con un Ford Falcon de su propio equipo. Tuvo motores de Jhonny Laboritto, atención en el chasis de Pedro Campo y en los carburadores del recordado Alfredo López. Para pelear adelante explicó que “hubo una profunda revisión en el verano. Nos pasamos doce horas por día trabajando en el taller”.
Y dale con Pernía.
Cuando el Tano empezó a correr contó con el apoyo de su señora. “Olga no estaba del todo convencida, pero estuvo dispuesta. Supo desde que éramos novios, que yo aspiraba a correr en autos algún día. Además mis tres hijos también me apoyaron, Leonel Adrián, Mariano Andrés y Gastón Alberto. El más chico (Mariano), cada vez que salía, me preguntaba si iba al autódromo a correr, si le contestaba que iba a jugar a la pelota no me quería acompañar y se quedaba protestando”, reveló sobre su familia.
Con ellos el Tano vio concretados dos sueños que no pudo conseguir: ser campeón en el automovilismo y jugar un Mundial. “Me hizo más feliz que ellos lo lograron”, admitió. Leo (lateral y volante por la derecha) tuvo un paso por la reserva de Boca y más tarde jugó en los Estados Unidos. Volvió al país y empezó a correr. Fue campeón de la Clase 3 del TN en 2018 y del Súper TC 2000 en 2019. También compite en TC. Hoy es uno de los mejores pilotos del país. Desde hace unos años se sumó Mariano, que salió de Independiente (marcador de punta por la izquierda), jugó en el Atlético Madrid y representó a España en Alemania 2006. Se retiró, pero rápido empezó a correr y lo hace en la Clase 3 del TN.
Pero el tema no termina acá. Bruno Marioni, también ex futbolista que jugó como atacante (Newell’s, Estudiantes, Independiente, Boca, entre otros clubes), es concuñado de los Pernía y por ellos también llegó al mundo de los fierros. Fue campeón de una monomarca llamada Punto Abarth en 2012. Y hay más: Tiago, hijo de Leo, se mandó directo a las pistas. Empezó en el karting, corrió en la Fórmula 3 Metropolitana y el fin de semana del 24 y 25 de octubre debutó en la Fórmula Renault 2.0, categoría que es la continuación de la vieja F-4, donde se formó su abuelo Vicente. Fue en Alta Gracia (Córdoba) donde compartió escenario con su padre. En las dos carreras fue 11º y abandonó por un despiste.
El fútbol es el deporte más popular de la Argentina. El automovilismo es uno de sus escoltas. Destacarse en ambos es el bien de familia de los Pernía, apasionados por la redonda y los autos de carrera. Una dinastía de defensores, delanteros y volantes, sobre todo.