MOVIMIENTO MUNDIAL
¿De dónde viene el movimiento anti-mascarilla, que cobra impulso en Francia?
El uso obligatorio de mascarillas al aire libre está ganando terreno rápidamente en varias ciudades francesas, por el miedo a un resurgimiento de la epidemia de coronavirus en el país.
Al mismo tiempo, el movimiento "anti-mascarilla", ya arraigado en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, está cobrando impulso en Francia, dirigido por grupos adeptos a teorías conspirativas. ¿A qué se debe este fenómeno?
Los moderados hablan de "leyes desproporcionadas", los extremos de "dictadura sanitaria". Después de las manifestaciones contra las medidas adoptadas en tiempos de crisis sanitaria, que reunieron a miles de personas en Estados Unidos, Alemania o Canadá, un movimiento "anti-mascarilla" está tratando de surgir en Francia. Y tiene la intención de hacerse oír.
Desde hace varios días se difunden modelos de cartas para enviar a funcionarios electos o llamados para boicotear las tiendas que se niegan a aceptar clientes sin tapabocas. Otros comparten su excitación por romper las reglas, con fotos que los muestran sin mascarilla.
De momento no hubo manifestación, pero los llamados a no cumplir con la obligación se multiplican en las redes sociales. Y actos violentos aislados ocurrieron: un hombre fue atacado por varias personas en una lavandería en el norte de París después de pedirle a otro que usara su mascarilla, y un conductor de autobús que pedía a jóvenes que las llevaran fue golpeado hasta la muerte en Bayona, el pasado 5 de julio.
Este movimiento, que atrae a cada vez más gente, presenta argumentos en línea sobre la inutilidad y la peligrosidad de la mascarilla, a veces llamada "bozal", responsable de intoxicación por CO2, dificultad para respirar, enfermedad pulmonar...
Fuente de todos los males
Sobre este tema, se multiplican las informaciones falsas y las teorías de conspiración. En el grupo Facebook "Anti-masque obligatoire", varios miembros dicen que se trata de "un primer paso antes de la vacuna obligatoria" o que puede desarrollar "hongos en los bronquios". Algunos incluso temen que se pueda incorporar un microchip en la mascarilla, permitiendo el control de la población.
Para otros, es un tema de libertad individual: llevar un tapaboca les concerniría "a ellos y sólo a ellos". En otro grupo, un internauta está indignado por las "ovejas" que cumplen con la obligación, al tiempo que denuncia la política de Emmanuel Macron.
Pero ser "anti-mascarilla" no significa necesariamente adherir a teorías conspirativas. Algunas personas dicen que están "perdidas", o que "no entienden" la política variable del gobierno sobre el tema: "Antes lo desaconsejaban, y ahora (...) ¡es absolutamente necesario!". "Las recomendaciones para el uso de mascarillas evolucionan con nuestro conocimiento del virus SARS-CoV-2", justifica la Dirección General de la Salud.
"Imbecilidad total"
Si las directivas del Ejecutivo son evasivas, el uso de tapabocas es "esencial en la actualidad", dice Jean-Christophe Calmes, vicepresidente de los médicos generalistas de Francia, que deplora "una imbecilidad total" por parte de los que se oponen a su uso. "Cuando miramos lo que está pasando, por un lado, hay una epidemia que explota cuando no lo llevamos, y por otro lado, donde sí lo llevamos hay un número de contaminaciones que es limitado, pues es bastante rápido elegir", explica.
Por supuesto, la mascarilla no protege al que la usa sino a los que le rodean, filtrando las gotas que emite. Es una medida "altruista". "Al protegerme a mí mismo, estoy protegiendo a los demás, así que si todos los demás están protegidos, yo también lo estoy", dice el doctor. Pero algunos no están convencidos: "No puedo proteger a los demás de una enfermedad que no tengo", dice el administrador de un grupo privado entrevistado por RFI, quien cree que "el derecho a respirar no es negociable". También niega la alta tasa de personas asintomáticas, una de las causas que dificulta la lucha contra la epidemia.
En respuesta al argumento de que "la mascarilla nos hace respirar nuestro propio CO2", el doctor es categórico: no es el caso. "Si eso fuera cierto, lamentaría anunciarles la muerte de todos los trabajadores de la salud que la usan todos los días", recalca. La Dirección General de la Salud hace la misma respuesta a los que creen que reduce la oxigenación: "La composición del aire se equilibra rápidamente a ambos lados de la mascarilla, así que no hay cambio en la cantidad de oxígeno".
"Un mundo paralelo e infernal en el que todo es mentira"
En Alemania, casi 20.000 personas se manifestaron contra las medidas restrictivas, y los partidarios del partido de extrema derecha AfD son abrumadoramente "simpatizantes" (67,3%) de este movimiento. Pero el 35% de los partidarios del liberal FDP y el 20% del Linke también comparten esta posición. Una encuesta que muestra la composición heterogénea de los grupos "anti-mascarilla", animados básicamente por esferas conspirativas, bien conocidas por los especialistas.
Estas "esferas" en cuestión aparecieron por primera vez en Estados Unidos. Para Rudy Reichstadt, el fundador de Conspiracy Watch, estos grupos que mezclan desinformación y teorías de conspiración son omnipresentes. "No es sorprendente que estén surgiendo teorías sobre este tema. Es bastante normal, porque la conspiración es su negocio", comenta.
Youtubers, páginas de Facebook, cuentas de Twitter... En las redes sociales, estos movimientos producen desde hace años "un mundo paralelo e infernal en el que todo es mentira".
Si Rudy Reichstadt explica que conoce "bien" a estos grupos, es porque no es un fenómeno nuevo: el movimiento "rechazaba el confinamiento, estimaba que se nos mentía sobre la gravedad de la epidemia... Estamos siendo testigos de una convergencia entre anti-vacunas, conspiradores y globalistas que se mueven todos en la misma dirección y se influencian mutuamente".
Ingredientes para alimentar la conspiración
Según el fundador de Conspiracy Watch, el objetivo de estos grupos es "mantener bajo presión y tensión a la parte de la población que se muestra escéptica ante las medidas adoptadas" para sembrar el desorden en las ya deterioradas relaciones entre los medios de comunicación, las autoridades y la población.
Tanto más cuanto que, tras las controversias en torno a la hidroxicloroquina, el profesor Didier Raoult y las zonas grises en torno a la Covid-19, la falta de consenso científico y la preocupación de la población ofrecen un terreno favorable para el desarrollo de estas teorías conspirativas. "Al designar un chivo expiatorio, la teoría de la conspiración circunscribe la amenaza. Hay una función consoladora en estas teorías conspirativas", indica Reichstadt.
Por lo tanto, la cuestión de la mascarilla es finalmente secundaria. En el corazón de estos grupos se encuentran la retórica anti-vacuna o viejas teorías, como la idea de que ciertos multimillonarios, como Bill Gates, gobernarían el mundo. Según Rudy Reichstadt, "si las autoridades hubieran decidido no hacer obligatorio el uso de la mascarilla, algunos probablemente criticarían la falta de mascarillas". En resumen, cualquiera que sea el mensaje, el punto es transmitirlo. Y para eso, las redes sociales son una bendición.