Guerra rusoucraniana

El ataque ucraniano a los aeródromos rusos rompe el diálogo de Estambul

La fallida reunión entre Rusia y Ucrania refuerza la apuesta por la guerra y expone el doble juego de Estados Unidos, que pide paz, pero permite a Kiev atacar las bases estratégicas rusas.

Las expectativas no eran buenas para el segundo encuentro directo entre rusos y ucranianos celebrado el lunes en Estambul con el horizonte de llegar a algún mínimo acuerdo, más allá del canje de soldados entre los dos ejércitos. Sin embargo, las pocas esperanzas que podía haber quedaron sepultadas por la exitosa operación lanzada en la víspera por Ucrania contra cuatro aeródromos de bombarderos estratégicos, uno de ellos a más de 4.000 kilómetros de la frontera ucraniana, en el corazón de Siberia, y otro en el lejano norte, cerca de Múrmansk, en el Círculo Polar Ártico.

El cuádruple ataque con un centenar de drones contra las bases aéreas de Diaguilevo, en Riazán; Olenya, en Múrmansk; Bélaya, en Irkutsk; e Ivánovo, en la región del mismo nombre, y la aparente destrucción de más de 40 bombarderos estratégicos, la flor y nata de la aviación rusa, se ha convertido en el Pearl Harbor de Moscú. Así lo indicaron medios oficialistas rusos y algunos ucranianos, que compararon la operación orquestada por Ucrania el domingo con el ataque lanzado por Japón en 1941 contra esa base estadounidense en el Pacífico, que acabó desencadenando la ira de Washington contra el imperio nipón.

Además del ataque a esas bases aéreas claves en la doctrina nuclear militar rusa, ha habido desde el fin de semana sabotajes ucranianos contra la infraestructura de transporte ruso, con la destrucción de dos puentes en regiones cercanas a la frontera ucraniana y un par de intentos de volar el puente de Kerch que enlaza la península de Crimea con territorio continental ruso.

La voladura de este puente habría significado una catástrofe para el enlace con Crimea y el abastecimiento de las fuerzas rusas que ocupan esa península ucraniana desde su anexión a Rusia en 2014.

Una represalia inevitable

Miembros del Kremlin aseguraron este martes que habrá una represalia "inevitable" como respuesta a la operación Telaraña que estuvo dirigida directamente por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, el mismo que horas antes acusaba a Moscú de apostar por la guerra y rechazar su propuesta de tregua de 30 días.

Este lunes, un día después del ataque, al concluir la malograda reunión de Estambul entre sendas delegaciones rusa y ucraniana, Zelenski volvía a clamar por la paz e instaba a celebrar una cumbre a cuatro bandas de los jefes de Estado estadounidense, ruso, ucraniano y turco.

El presidente estadounidense, Donald Trump, se mostró favorable a participar en semejante cumbre, pero su figura ya es puesta muy en duda por las autoridades rusas, que ven la mano de EEUU tras la operación Telaraña. El Kremlin inmediatamente rechazó tal reunión en la cumbre entre los cuatro países citados.

Un ataque imposible sin asistencia de EEUU

Semejante acción encubierta, preparada durante un año y medio, que permitió transportar 117 drones de ataque en camiones y bajo las narices de la vigilancia rusa, y después golpear cuatro bases aéreas estratégicas y destruir varias decenas de bombarderos nucleares nunca pudo haber tenido lugar sin la asistencia directa de la inteligencia militar y los satélites de Estados Unidos. Nadie mejor que el Pentágono para indicar dónde podían atacar esos drones con mayor efectividad para dañar a los bombarderos rusos y debilitar así la fuerza nuclear del Kremlin.

Aquiescencia que se produjo mientras Trump criticaba a Rusia por no dejar la vía de la guerra y la amenazaba con serias consecuencias. Ahora se espera una demoledora respuesta del Kremlin, como prometió este martes el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev. "El castigo es inevitable", afirmó quien fuera presidente ruso. "Todo lo que deba explotar, explotará, y quienes deban ser aniquilados, desaparecerán", agregó.

El medio digital estadounidense Axios, siempre con muy buenas fuentes en la Casa Blanca, afirmó primero que el Pentágono sabía todo sobre la operación y supervisó su planificación en ese año y medio de preparativos. Horas después señalaba que Trump no había sido avisado previamente sobre el ataque. Lo cierto es que la ayuda de la inteligencia estadounidense ha permitido a lo largo de estos más de tres años de guerra, desde el 24 de febrero de 2022, que Ucrania golpeara importantes objetivos en el frente de la guerra y en la propia Federación Rusa.

¿Conocía el propio Donald Trump la operación en curso? Si fue así, y como comandante en jefe de las fuerzas armadas estadounidenses debía tener noticia de una acción clave como ésta, quedan en entredicho sus llamadas a la paz mientras daba este paso que seguramente derivará en una escalada militar sin precedentes.

Si no conocía la operación Telaraña, su posición quedará muy perjudicada, pues daría pábulo a los rumores que apuntan a desavenencias dentro del propio Gobierno estadounidense y la existencia de sectores en el poder que ponen en duda la caótica política exterior del jefe de la Casa Blanca y actúan al margen de las directrices de Trump.

Éxito de propaganda que no cambia el curso de la guerra

El ataque, que, según los ucranianos destruyó al menos 41 bombarderos y otros aviones estratégicos, supone uno de los mayores éxitos propagandísticos de Kiev en lo que va de guerra, sea o no cierto que la operación causara daños por valor de más de 6.000 millones de euros a la aviación militar rusa.

Ha ocurrido además cuando se suceden los éxitos del Ejército ruso en diversos puntos del frente, con preocupantes avances en el norte, en la región de Sumi, y cuando se está fraguando una ofensiva estival rusa. El efecto propagandístico ha sido brutal: de pronto, un ataque con drones baratos desmantela casi un tercio de la aviación de largo alcance rusa, según los ucranianos. Además, ese ataque ocurrió pocas horas después de que esos dos puentes fueran también volados por acciones subversivas ucranianas o proucranianas en las regiones rusas de Briansk y Kursk, fronterizas con Ucrania.

Las oleadas de drones lanzados en las últimas semanas por los rusos y respondidas por ataques semejantes ucranianos ya estaban dejando claro que el proceso de negociación cara a cara entre Moscú y Kiev iba a ser muy complicado. Un proceso que comenzó el 16 de mayo pasado, con los auspicios de Estados Unidos, que así trataba de lavar un poco la cara de los fracasos de Trump a la hora de sentar a la mesa del diálogo a rusos y ucranianos.

En la última semana, las críticas y avisos de Trump a su "gran amigo", el presidente ruso, Vladímir Putin, se dispararon, con amenazas de imponer sanciones mucho más duras a Moscú y a quienes comercian con Rusia, si no aceptaba una tregua en la guerra. El Kremlin, sin embargo, mantuvo en todo momento su propio paso en este conflicto, dando largas a la Casa Blanca. Se esperaba que esta segunda reunión de Estambul permitiría al menos que los asistentes expusieran con calma sus posiciones y dejaran abiertas nuevas puertas de diálogo.

Pero, tras lo ocurrido el domingo, las perspectivas de un pronto arreglo del conflicto se disiparon en Estambul este lunes. No solo no hubo avances, sino que las grietas se ampliaron. Y Rusia aprovechó para presentar su demoledor memorando en un proceso de paz.

El Memorando ruso de paz pasa por la derrota ucraniana

Titulado "Principales parámetros para la solución definitiva" del conflicto, el memorando no contiene ninguna cesión alguna rusa que pudiera incorporarse en unas eventuales negociaciones de un armisticio. Todo lo contrario, es el aviso de que la guerra continuará hasta que Rusia consiga la capitulación de Ucrania.

En primer lugar, Rusia demanda el reconocimiento internacional y de la propia Ucrania de la soberanía rusa sobre la península de Crimea y las cuatro regiones ucranianas de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón conquistadas en buena parte y anexionadas en 2022.

Ucrania debe renunciar a su entrada en la OTAN y en cualquier otro bloque militar, convertirse en un estado neutral; tampoco podrán desplegarse tropas extranjeras, bases ni otras infraestructuras militares de terceros países, ni tampoco se podrán celebrar actividades militares extranjeras en su territorio. Tampoco podrá disponer de armas de destrucción masiva ni podrá este tipo de armamento transitar por territorio ucraniano o ser emplazado en él.

Rusia además exige limitaciones en el número de militares y de armamento del futuro ejército ucraniano. También reclama la disolución de grupos militares nacionalistas y que sean reconocidos todos los derechos de la minoría rusófona y étnica rusa, con el ruso como idioma oficial también en Ucrania.

En los papeles que aportó Ucrania en la reunión de Estambul, el Gobierno de Kiev demanda un alto el fuego incondicional, como paso previo a la celebración de conversaciones de paz. Exige el restablecimiento de la soberanía ucraniana sobre todos los territorios conquistados por Rusia y requiere garantías de seguridad internacionales hasta que el país pueda, si así lo desea, integrarse en la OTAN.

Es decir, los memorandos aportados por los dos países no han avanzado un ápice hacia el entendimiento y el fin de la guerra, sino todo lo contrario.

El uso de armas nucleares como eventual respuesta rusa

En su mensaje de Telegram, el expresidente ruso Medvédev fue muy claro: las conversaciones iniciadas en Estambul no deben apuntar a "una paz de compromiso en los términos delirantes del otro". Al contrario, se trata de "asegurar nuestra rápida victoria y la completa destrucción del régimen neonazi" de Kiev, amenazó ese político representante del ala más extremista del círculo de poder ruso.

Esta visión es, sin embargo, compartida por analistas y blogueros militares rusos y por los medios de comunicación controlados por el Kremlin, que han puesto sobre la mesa el debate sobre la seguridad nuclear rusa. Según esas informaciones, analizadas por el centro de análisis estadounidense Institute for the Study of War, los ataques ucranianos contra los bombarderos estratégicos, claves en caso de un conflicto atómico, han dañado esa estabilidad nuclear y podrían justificar un eventual ataque preventivo nuclear ruso en respuesta.

Así lo indicó el diario oficialista ruso Moskovski Komsomolets, que recogió la opinión del politólogo y analista Serguei Markov sobre la necesidad de aplicar la doctrina nuclear rusa (actualizada en noviembre pasado) y hacer uso de armas atómicas contra Ucrania tras esos ataques a los aeródromos. Según Markov, esos bombardeos con drones apuntaban al potencial estratégico nuclear ruso, por lo que la respuesta debería tener ese mismo componente nuclear.