El Reino se hunde

Gran Bretaña y su crisis post Brexit: el gran enfermo de Europa

La inflación es el doble que en Estados Unidos y está por encima de los países de la denostada Unión Europea. El FMI puso la expectativa de crecimiento británica por debajo de la de Rusia.

La economía está en crisis, el precio de los alimentos por el cielo, aumentan la pobreza, las tasas de interés y cada vez son más los británicos que le echan la culpa de todos los males al Brexit. Hasta el empresariado acompaña.

En mayo las multinacionales automotrices Ford, Jaguar y Vauxhall le advirtieron al gobierno que el actual acuerdo con la Unión Europea (UE) amenazaba la supervivencia de una industria que emplea unas 800 mil personas. Este 20 de junio unas mil empresas y representantes del campo y la pesca se reúnen en una conferencia que tiene entre sus ejes centrales la búsqueda de otro tipo de acuerdo con la UE.

El descontento se ha extendido a los artífices del Brexit. Entrevistado por la BBC, Nigel Farage, adalid anti-europeo que forzó el giro a la derecha de los conservadores y el referendo de 2016, no se anduvo con vueltas: “Brexit has failed” (El Brexit ha fracasado).

El otro Brexit

Desde ya que Farage y el núcleo duro anti-europeo no abjuran del concepto del Brexit sino de su implementación, del hecho que la separación del bloque europeo no se ha completado, no ha sido suficiente, no ha alcanzado su meta. Asombra igual que Farage se haya atrevido a decirlo con todas las letras: "Brexit has failed".

Culpables no faltan: la BBC, los políticos, los mandarines de la administración pública. “Es cierto que el Brexit no benefició al Reino Unido, pero eso se debió a políticos inútiles que manejaron muy mal todo el proyecto”, fue el argumento de Farage.

La justificación de Farage es difícil de sostener porque los Tories llevan 13 años en el gobierno y desde el referendo fueron hegemonizados por versiones cada vez más radicalmente antieuropeas, orquestadas por el grupo más extremo de todos, el "European Research Group".

El principal chivo expiatorio de este grupo habita hoy 10 Downing Street, votó a favor del Brexit y está buscando sigilosamente un acercamiento con Europa. En las menguantes filas de los antieuropeos, el primer ministro Rishi Sunak es el Brutus que hundió la daga en la espalda de Boris Johnson y Liz Truss y el Judas que busca llegar a un nuevo acuerdo con la UE que mantendría la mayoría de las regulaciones y leyes que vinculan al Reino Unido con el continente.

El enfermo de Europa

Mientras tanto la casa arde. La inflación es el doble que en Estados Unidos y está por encima de los países de la denostada UE, la economía no sale de su estancamiento y el próximo año estará en recesión. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha puesto la expectativa de crecimiento británica por debajo de la de Rusia, una comparación que, en medio de la guerra y el régimen de sanciones contra el gobierno de Vladimir Putin, nadie parece demasiado interesado en destacar o analizar.

La humillación, sin embargo, es palpable. El editor económico del Financial Times Chris Giles lo resume con una frase que persigue desde el siglo XIX a los países de Europa para decidir quién es el peor de la clase: “is the UK once again the “sick man” of Europe? (¿Es otra vez el Reino Unido el “enfermo” de Europa?)

Los signos de la enfermedad están en todo el cuerpo económico y social. A siete años del Brexit que iba a devolver al Reino Unido a la gloria imperial, los servicios públicos están desintegrándose y el país se encuentra sumido en huelgas y protestas por el costo de la vida. El año pasado se entregaron tres millones de paquetes alimenticios de emergencia a los llamados “food Banks” que atienden a gente en situación de precariedad.

La novedad de la post-pandemia es que a estos bancos de comida no solo van los desempleados o sin techo. Los números se han disparado porque se han convertido en el refugio de enfermeras y maestros que no llegan a fin de mes, de empleados públicos o del sector privado que han visto una caída estrepitosa de su salario en relación al costo de la vida.

Brexit: alimentos, pesca y salud

La inflación del precio de los alimentos es el elemento más notorio y acuciante del "cost of living crisis" (la crisis del costo de la vida). A nadie se le escapa que se trata de un problema global, pero ya casi nadie niega que el Brexit ha empeorado al máximo la situación.

El Reino Unido importa la mitad de lo que consume en alimentos y un 50% de ese porcentaje viene de la Unión Europea. Al aumento de costos por la mayor burocracia comercial y arancelaria o paraarancelaria se suma el desvío de exportaciones que iban al Reino Unido y ahora se dirigen a países menos complicados. En la última medición de la inflación, los precios en promedio habían aumentado alrededor del 8% (un descenso respecto al mes previo), pero en el rubro alimentos habían seguido al alza y superaban el 18%.

Un sector icónico de la desilusión con el Brexit es el sector pesquero. Ínfimo en términos económicos (0,03% del PBI), se convirtió en una de las “causas belli” del referendo de 2016 basado en la idea de que el Reino Unido recuperaría el control sobre su propia economía (“take back control” era el slogan: “our sea, our land”) y crecería exponencialmente. A este debate lleno de emociones y vacío de argumentos, le faltaba una llave. La mayoría de la pesca británica se exporta a la UE: al salir del bloque, el Reino Unido se convierte en un tercer país que tiene que pactar cuotas pesqueras con el bloque y adherirse a las regulaciones para el comercio.

La promesa durante el referendo fue que, liberado de las cadenas de la UE, la pesca saltaría a casi 300 mil toneladas, unos 300 millones de dólares más para una industria que vivía un declive de décadas. En una ardua negociación con la UE, el gobierno consiguió un aumento de las cuotas de pesca mucho menor – 107 mil toneladas – y perdió buena parte de lo ganado en las conversaciones con Noruega, otra potencia pesquera extraeuropea. “Fue todo una mentira. Que íbamos a recuperar nuestras costas y todo eso”, señala Jane Sandel, de UK Fisheries.

Mucho más grave y palpable es el deterioro del Servicio Nacional de Salud (NHS). En 2016 la figura más visible de la campaña pro-Brexit, un tal Boris Johnson, dijo que el Reino Unido podría reinvertir 350 millones de libras semanales en el NHS gracias a los ahorros que haría al separarse del bloque. Puro humo. Pandemia mediante el NHS tiene una lista de espera de siete millones de pacientes, un 10% de sus puestos vacantes y todavía no ha solucionado del todo un conflicto laboral de más de un año por el rezago salarial de su personal en todos los niveles, desde la atención sanitaria hasta los administrativos.

And now what?

La lista de promesas incumplidas del Brexit incluye desde el conflicto en Irlanda del Norte hasta la falta de trabajadores en sectores clave por la emigración de los europeos, desde la disminución del flujo inmigratorio (que paradójicamente aumentó) a la proliferación de acuerdos comerciales y bonanza económica.

A pesar de todo esto, los principales partidos británicos no quieren ni oír hablar de otro referendo. El líder de la oposición, el prudente e insípido laborista Sir Keir Starmer, que votó a favor de permanecer en la UE, dice que su objetivo no es regresar a la UE sino conseguir un Brexit que funcione para el país. Es la política que está siguiendo en silencio Sunak que ha mejorado la relación con el bloque europeo y ha logrado un acuerdo sobre Irlanda del Norte.

En medio de la resaca queda claro que la coalición variopinta que con la bandera del Brexit le dio a Boris Johnson una mayoría parlamentaria de 80 escaños en 2019 se ha desintegrado y no tiene chances de resucitar. En esa elección el "rubio de oro" consiguió juntar bajo el paraguas de un nacionalismo insular antieuropeo a conservadores, tradicionalistas, sectores rurales y hasta el norte desindustrializado que había votado toda su vida al laborismo y que compró las promesas y el mensaje anti-inmigración y xenófobo de Johnson.

La deserción es patente. En las elecciones municipales de mayo los conservadores perdieron en el norte empobrecido a manos de los laboristas y en el sur afluente a manos de los liberal-demócratas. Una encuesta reciente halló que un 53% piensa que el Reino Unido se equivocó al dejar la EU mientras que el 32% cree que fue lo adecuado (un 20% menos de los que votaron a favor en 2016). Pero nadie quiere abrir la caja de pandora. El peligro más obvio es que un nuevo referendo galvanice estas fuerzas dispersas con un último soplo de vida, razón que explica la cautela de los pro-europeos.

Mientras tanto el Reino Unido se encamina a lo que un organismo oficial predijo durante el referendo, en las elecciones de 2019 y después de que el Brexit se concretara el 31 de diciembre de 2020: un constante declive económico. La última estimación de la "UK Office for Budget Responsibility", que calcula las proyecciones de crecimiento para el gobierno, es que el Brexit reducirá la producción en un 4% en comparación con el resto de la UE en los próximos 15 años. El Reino Unido es el único país del G7 que no recobró el nivel de crecimiento pre-pandemia, pero nadie habla de cambiar de rumbo.

Las elecciones generales son en otoño europeo del año próximo. La crisis económica no se reduce a la relación con la UE, pero en lo que respecta al Brexit es difícil que haya un viraje porque Sunak está encadenado por su propio partido y, desde la oposición, los laboristas no quieren abrir ningún flanco que pueda birlarles lo que hoy parece una victoria electoral segura en 2024, después de 14 años en la oposición.

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