Feminismo en Irán
Irán no sabe qué hacer con las protestas por los derechos de la mujer
La manifestaciones violentamente rerpimidas por el régimen, a raíz de la muerte de Mahsa Amini, sólo es el comienzo de lo que puede llegar a venir: crece el malestar en el país y el gobierno de Raisi no tiene respuestas para hacerles frente.
"En lo político, Irán está en una situación crítica. Más allá de la cuestión económica y el acuerdo nuclear que no se termina de parir, y son importantes para el futuro del país, desde hace algunos años hay retrocesos en la participación de los iraníes en los asuntos públicos, cosa que se evidencia en mayores restricciones a la presentación de candidatos a los cargos electivos y un menor interés en los procesos electorales", señaló Said Chaya, licenciado en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad Austral.
Además, en respuesta a las protestas, "que canalizan no solo la muerte de Amini, sino demandas mucho más amplias, la opción del gobierno ha sido reprimir, o intentar desviar la mirada hacia los conflictos fronterizos con grupos armados kurdos que tienen escasa incidencia en la vida cotidiana de la amplia mayoría de los iraníes", agregó.
La disyuntiva del Gobierno es "someter a los manifestantes o abrir la puerta al diálogo", que es una opción peligrosa para el sector que hoy está en el poder, "porque implicaría un recambio necesario para la sobrevida de la República Islámica. La segunda opción no tendrá lugar hasta que el éxito de la primera quede descartado".
"El Gobierno iraní ya no se siente tan seguro. Teme que de alguna manera el tema de los reclamos por mayores libertades para las mujeres pueda desembocar en algo mucho más fuerte. En las seis o siete semanas que llevan estas protestas hay un dato que debe tranquilizar al régimen, que es que está circunscripta al ámbito universitario y de escuelas de las grandes ciudades, no son multitudinarias", señaló por su parte Ezequiel Kopel, periodista especializado en la región y autor del libro "Medio Oriente, lugar común".
"Lo que yo me pregunto por qué no reprimieron con todas sus fuerzas desde el principio, como ocurrió con las protestas de 2009 y 2019. Creo que ya no se sienten tan fuertes. Aunque, por otro lado, tampoco creo que la república islámica esté en riesgo de caer, porque veo a la élite económica de Irán y al aparato de seguridad unidos. Y me parece que esa unidad tiene que ver con quién será el próximo supremo en Irán", señaló Kopel.
"El líder supremo iraní, el ayatola Alí Jamenei, tiene 83 años, está viejo. Eso permite suponer que detrás de la escena se está resolviendo quién lo va a reemplazar. A todo el establishment de seguridad le gustaría que de alguna manera fuera el actual presidente, Raisi, o alguno de su lado, del clero conservador", agregó el periodista y escritor.
Para Chaya, "el problema es, justamente, la falta de un gobierno y una burocracia que sepan comprender y asimilar los cambios para reformar el régimen y así asegurar su sobrevida".
"Jamenei tiene 83; Raisi, aunque es más joven, proviene del sector más conservador, del riñón del líder supremo. No tiene la experiencia de sus antecesores inmediatos, los expresidentes Ahmadinejad o Rouhani, en el Congreso; Raisi siempre integró organismos judiciales. De alguna forma, la elección de Raisi es la derrota de la alianza entre los clérigos y los sectores populares que forjó Khomeini en los tiempos de la revolución", apuntó.
En este esquema, cabe la pregunta de si el régimen teocrático iraní tiene la flexibilidad para, tal vez aprovechando un cambio de Gobierno, actualizar su doctrina, hacerla menos férrea que la que implantó hace 43 años el ayatolá Ruhollah Khomeini, predecesor de Jamenei.
"En el islam, no todo es 'sharía', ley divina. Hay también 'fiqh', interpretación humana de esa ley. Es decir, si toman la decisión de dialogar, no implica que en aras de ello deban sacrificar 'la religión'. Hoy la opción es reprimir para contener las demandas, pero por supuesto podrían optar por el diálogo. Sin embargo, creo que el gobierno sabe que eso abriría una grieta que forzaría, probablemente, un 'aggiornamiento' del sistema", dijo sobre este punto Chaya.
"Creo que una anécdota sirve para entender el tema. La cría del esturión para producir caviar es una de las fuentes de divisas de Irán. Cuando empezó la revolución islámica dijo que no se podía hacer eso por razones de interpretación religiosa, pero cuando necesitaron divisas para hacer frente a la guerra con Irak, Khomeini hizo una relectura del islam de la que se resultó que se podía seguir con esa producción. Con esto quiero decir que la república islámica ha demostrado cierto pragmatismo. Pero el tema es que una gran parte del establishment iraní piensa que aflojar con el tema del velo para las mujeres abre una compuerta que temen no poder parar. El velo es una especie de buque insignia de la república islámica, no es el tema más fuerte, pero tiene un peso simbólico", agregó, en referencia a la situación que motivó el arresto de Amini por parte de la Policía de la moral antes de su muerte.
Las sanciones internacionales
"Sin duda, la presión cuenta, especialmente porque es un país con vocación de liderazgo regional, y los manifestantes lo saben", sintetizó Chaya.
Para Kopel, las sanciones necesariamente afectan a Irán y a la sociedad civil, "pero también pareciera que los ayatolas o la República Islámica ahora sí está buscando de alguna manera acercarse al acuerdo nuclear, porque con eso puede poner mucho de su petróleo en el mercado y no digo que vaya a repercutir al otro día, pero económicamente va a ser como una especie de alivio fuerte. Ese acuerdo puede que ahora les guste mucho más que en el pasado".