Mensaje de Navidad
Papa Francisco: "El mundo vive una grave carestía de paz"
Francisco ofrece su tradicional bendición Urbi et Orbi ante unos 70.000 fieles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano
Ante los alrededor de 70.000 fieles congregados en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco ofreció este domingo su habitual mensaje navideño desde el balcón central de la basílica vaticana antes de impartir su bendición Urbi et Orbi, con la que concedió la indulgencia plenaria (perdón de los pecados) a las personas que lo escuchaban.
En su alocución, uno de los momentos de mayor interés para los católicos durante el año, pasó revista a algunos de los grandes problemas que sufre hoy el mundo, como la guerra en Ucrania. «Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra», dijo el Papa mientras algunos fieles ondeaban banderas de Ucrania en la plaza de San Pedro.
También pidió paz para Siria, Tierra Santa, Líbano, Yemen, Myanmar y el Sahel, invitando a acabar con el «derramamiento de sangre» que se vive en Irán con las protestas contra la dictadura de los ayatolás. Son diversos los «escenarios» donde está librándose esa «tercera guerra mundial» a trozos de la que en tantas ocasiones anteriores ya había hablado Francisco, denunciando el «dolor» que provocan los «gélidos vientos de guerra que continúan soplando sobre la humanidad».
Aunque no se encuentran en una situación bélica, también estuvieron presente en el discurso navideño los países del continente americano, cuyas autoridades políticas deben «esforzarse por pacificar las tensiones políticas y sociales». El Papa aclaró que hacía referencia en particular a Haití, que está sufriendo «desde hace mucho tiempo» continuas crisis y catástrofes medioambientales.
Frente a estas situaciones instó a los católicos a realizar «gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo» al tiempo que pedía a Dios que «ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata».
Por desgracia, lamentó, se prefiere «escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo» frente a la «carestía de paz» existente en buena parte de nuestro planeta.
Misa del Gallo
Como ya hizo el día anterior en su homilía de la Misa del Gallo, celebrada en la basílica de San Pedro del Vaticano, el Pontífice aprovechó su discurso para invitar a los fieles a que le den un mayor sentido a estas fiestas más allá del consumismo exacerbado. Denunció primero los «lastres» que son «el apego al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira», que «excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el acceso al camino de la paz». Más adelante criticó la «fea enfermedad» que es la indiferencia, de la que está «enfermo» el mundo. Ésta se refleja de manera evidente en el rechazo a los extranjeros y a los pobres.
«No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y de los ancianos, sabiduría de un pueblo, que corren el riesgo de ser descartados», dijo el Papa, que tuvo palabras de recuerdo para los presos, a los que «miramos sólo por sus errores y no como seres humanos». No se olvidó tampoco de las familias «heridas por la vida», en particular de aquellas que, en este tiempo de crisis económica, «tienen dificultades a causa de la falta de trabajo y de lo necesario para vivir».
En la parte de su discurso con contenido más religioso, el obispo de Roma pidió a los fieles que no cayeran en las «falsas imágenes» de la Navidad ni en el «bullicio que anestesia el corazón» y lleva a centrarse en «preparar adornos y regalos» en lugar de ocuparse de lo que debe ser importante para los católicos: «el Hijo de Dios que nació para nosotros». Tras invitar idealmente a «volver a Belén», remarcó que Jesucristo significa «el camino de la paz», porque con su vida «abrió el paso de un mundo cerrado, oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la guerra, a un mundo abierto, libre para vivir en la fraternidad y en la paz». Los creyentes están llamados a seguir «esa senda», para lo que deben despojarse «de las cargas que nos lo impiden y que nos mantienen bloqueados».
El ejemplo de Belén, concluyó Francisco, muestra «la sencillez de Dios, que no se revela a los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y abierto». Por ello instó a »dejarse conmover» por el ejemplo de Jesús, que «se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud».