represión y muerte
Perú: discurso de Boluarte pidiendo perdón por las muertes, más protestas y represión
Mientras decía en el Congreso que su gobierno respeta el derecho a la protesta, a unas cuadras la policía lanzaba gases y apaleaba a los manifestantes.
Mientras en el Congreso se desarrollaba la ceremonia oficial del poder, con una presidenta ampliamente rechazada hablando frente a legisladores todavía más impopulares y un discurso desconectado de la realidad, las calles eran escenario de la indignación popular, de gritos demandando “que se vayan todos”, los reclamos de justicia por el medio centenar de muertos por la represión para sostener ese poder. Una protesta respondida con la represión. La presentación en el Congreso de la presidenta Dina Boluarte para dar su mensaje anual en el día de la independencia nacional fue la imagen de un régimen aislado, de espaldas al país, repudiado en las calles, sostenido por la represión.
Según una reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) a Boluarte la apoya solamente un 10,9 por ciento, y tiene un rechazo de 81,6 por ciento, que en regiones andinas se eleva a 89 por ciento. El Congreso controlado por la derecha que la respalda tiene apenas 6,2 por ciento de aprobación. Un 78 por ciento apoya la exigencia de las calles para que Boluarte renuncie y se adelanten las elecciones generales. Aunque dijo no ser ajena “a las angustias y preocupaciones del pueblo”, la presidenta eludió esta realidad en su mensaje ante el Congreso.
El sermón
Antes de ir al Parlamento, Boluarte tuvo que escuchar en la Catedral al arzobispo de Lima, Carlos Castillo, decir en el Te Deum que las autoridades “parece que no se dieran cuenta que nuestro pueblo existe, sufre y demanda cambios urgentes”. Poco después, cuando habló ante el Congreso, la presidenta dejó claro que no escucha las masivas demandas para que se adelanten las elecciones programadas para 2026.
Cuando Boluarte, acompañada por su gabinete ministerial, comenzó su discurso, un par de congresistas de izquierda se pararon y le dieron la espalda, otros mostraron carteles exigiendo su renuncia. La mayoría parlamentaria de derecha la aplaudió. También lo hicieron, desde las galerías, los altos mandos militares y policiales. Al tiempo que en el Congreso, cercado por la policía y aislado del país, las bancadas de derecha y ultraderecha aplaudían a la presidenta, en las calles le gritaban “Dina asesina, el pueblo te repudia”.
El mensaje
El largo y tedioso mensaje de Boluarte, que duró tres horas, fue un interminable listado de promesas de obras por hacer y cifras de supuestas inversiones a futuro. Solo dedicó unos pocos minutos a la grave crisis política y social, pero sin una sola señal de conectar con las razones de esa crisis. “Construyamos un país sin odios”, señaló, habló de “unidad y paz” y llamó a una reconciliación, pero volvió a acusar a los manifestantes antigubernamentales de “violentos”. Sobre las 49 personas muertas por disparos de las fuerzas de seguridad contra pobladores desarmados, dijo que habían sido producto de “enfrentamientos”. Pidió perdón, “a nombre del Estado”, por esas muertes, pero sin una palabra sobre su responsabilidad en la represión ordenada por su gobierno que ocasionó esas muertes. Aseguró que su gobierno cumplirá las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que ha denunciado “ejecuciones extrajudiciales” en la represión y exigido investigación y sanción a los responsables, pero la conducta del gobierno apunta en sentido opuesto a esa afirmación.
El sociólogo Sinesio López, profesor de las Universidades Católica y San Marcos, calificó el discurso de Boluarte como “irrelevante, aburrido, cínico”. “Boluarte habló de enfrentamientos cuando lo que hubo en las protestas son asesinatos, y no dice que ellos han tratado de evadir la justicia. Decir que se van a someter a la CIDH es solo discurso, porque en realidad están poniendo una serie de trabas. Criticó al gobierno anterior de Pedro Castillo como si ella no hubiera formado parte de ese gobierno (fue vicepresidenta y ministra de Castillo). Todo lo demás han sido promesas a futuro”.
“La presidenta -indicó López- no tiene ninguna idea de lo que es el Perú, no tiene agenda política, no tiene una propuesta, es una títere de la coalición conservadora del Congreso. Es un gobierno autoritario que sigue en automático el modelo neoliberal, que está aislado, sin ningún prestigio, ni dentro ni fuera del país, que no tiene legitimidad. El apoyo de los empresarios y militares no le da legitimidad. Boluarte llegó por la izquierda y ahora es aplaudida por la derecha. Si el gobierno se mantiene es porque lo sostienen los poderes fácticos y el nivel de movilización social tiene dos problemas: no ha sido tan masivo como puede serlo y le falta dirección y liderazgo político que articule a todos los sectores movilizados. El gobierno es precario y débil, puede haber una salida negociada de Boluarte o un colapso del gobierno. Esta crisis no va a terminar solo con la salida de Boluarte, terminará cuando se dé un nuevo pacto social con una nueva Constitución”.
La respuesta
Cuando Boluarte decía en el Congreso que su gobierno respeta el derecho a la protesta, a unas cuadras de distancia la policía lanzaba gases lacrimógenos y cargaba a palos contra los manifestantes que demandaban su renuncia. “Asesinos, asesinos”, fue la respuesta. “Democracia sí, dictadura no”, se leía en una gran banderola. Familiares de las víctimas de la represión levantaban sus fotos y clamaban por justicia. Delegaciones llegadas a Lima desde las provincias se sumaron a las protestas en la capital. Las movilizaciones se dieron en todo el país. Decenas de miles tomaron las calles del centro de Lima, cerca a Palacio de Gobierno y al Congreso, y las principales plazas de las provincias, para demandar la renuncia de Boluarte, el cierre del Congreso, el adelanto de elecciones generales, la convocatoria a una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución neoliberal heredada de la dictadura de Alberto Fujimori y justicia por las muertos durante la represión a las protestas que estallaron en diciembre.
La protesta fue convocada por la Coordinadora Nacional Unitaria de Lucha (CNUL), que agrupa a organizaciones sociales, campesinas y sindicatos de todo el país. Lucio Ccallo, coordinador de la CNUL, dirigente de la altiplánica región de Puno que estuvo en la protesta en Lima. “El mensaje hipócrita de Boluarte no va a resolver los problemas, el pueblo ya ha decidido su renuncia," señaló. "El pueblo protesta porque se da cuenta que mantener a Boluarte es seguir profundizando la crisis. Además de ser criminal, este es un gobierno incapaz, que no está resolviendo los múltiples problemas, y la corrupción se ha profundizado más. Es un gobierno que reprime y roba, una dictadura cívico-militar de ultraderecha cada vez más represora y criminal”.
Germán Altamirano viajó a Lima desde la andina región de Apurímac, la tierra de Boluarte. “En Apurímac a Boluarte la vemos como traidora y como asesina”, asegura. El aire se llenó de gases lanzados por la policía, pero no acallaron las consignas. Manifestantes respondieron arrojando piedras, palos, lo que encontraban. “Esta democracia ya no es democracia”, se escuchó con fuerza.
Después de su mensaje, Boluarte se refugió en un Palacio de Gobierno rodeado por la policía, donde recibió los saludos protocolares, al tiempo que en las calles se seguía exigiendo su renuncia y nuevas elecciones, y la policía reprimía a los manifestantes. Una postal de su aislamiento.