En órbita

Ya tiene fecha la puesta en órbita del primer hotel espacial comercial

Los autores de la iniciativa recaudan fondos para hacer viable el proyecto en unos 6 o 7 años.

La empresa emergente Orbital Assembly Corporation, que busca fomentar el flujo turístico al espacio próximo, así como reducir los efectos nocivos de la ingravidez en la salud humana, ha puesto fecha a su proyecto principal: la estación Voyager, con una capacidad máxima de 400 personas, se construirá a partir del 2025 y estará operativa en dos o tres años.

El proyecto será factible si llega a buen puerto la recolecta abierta de los empresarios, que buscan conseguir un monto de 23,4 millones de dólares a lo largo de este mes de marzo. Por de pronto, han podido recaudar 1 millón de dólares, según el anuncio. 

La compañía pretende construir la primera estación espacial habitable con efecto de gravedad artificial, una solución tecnológica con la que pretenden superar el daño causado por la ingravidez en los músculos, huesos y, en general, en el organismo. El video que acompaña al anuncio de la empresa para atraer a eventuales inversores califica la iniciativa de 'hotel espacial', aunque como potenciales ocupantes se menciona tanto a turistas como a investigadores.

Rueda heredada



La solución técnica para proporcionar gravedad artificial al hotel orbital tiene un siglo de historia y remite al legado del 'padre de cosmonáutica', el ingeniero visionario ruso Konstantín Tsiolkovski, el primero que ideó la posibilidad de desplegar en el espacio una estación orbital habitable en forma de rosca o de anillo giratorio. Según el plan de Tsiolkovsky, la estación debería girar alrededor de su propio eje, de tal forma que si la velocidad de rotación es lo suficientemente alta, la fuerza centrífuga sustituiría el efecto de la gravedad terrestre dentro de la estación. 

Ese concepto fue refinado posteriormente por el ingeniero esloveno Herman Potocnik y luego por el alemán Wernher von Braun, el célebre constructor de misiles V2 del III Reich que prestó sus servicios a EE.UU., donde concibió con su equipo un círculo de 72 metros de diámetro capaz de generar gravedad por la rotación, aprovechando la fuerza centrífuga. El proyecto Voyager pondría en la práctica básicamente aquellos cálculos.