BELLEZA
La ciudad se viste y se alfombra de violeta: florece el jacarandá
A fines de la primavera, el Jacaranda mimosifolia cambia el paisaje de las calles platenses.
No hay forma de que pase inadvertido. Cuando la primavera entra en su última etapa, muchas calles de La Plata ofrecen ese horizonte violáceo que se espeja entre las copas de los árboles y las alfombras de flores tendidas sobre el pavimento.
Es el gran momento del jacarandá, también conocido vulgarmente como tarco o, entre los especialistas, por su nombre científico, Jacaranda mimosifolia. “Lo que sucede, simplemente, es que es la época de floración –dice Néstor Bayón, titular de la cátedra de Sistemática Vegetal de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales y director del Jardín Botánico y Arboretum Carlos Spegazzini–. Sus flores caen y, dado que no pierden su color rápidamente (no se marchitan rápido), conservan su consistencia herbácea y su color una vez que quedan sobre las veredas”.
Originario de Brasil, Bolivia, Paraguay y el Noroeste argentino, de las selvas de las Yungas y de la transición con la provincia biogeográfica chaqueña, el jacarandá puede llegar a tener una altura de 20 metros. Tiene hoja caduca (la pierde en el invierno), sus flores son infundibuliformes (es decir, tienen forma de embudo) y poseen ese característico color azul-violáceo.
Ha sido muy cultivado en el centro y norte de nuestro país y, como sabemos, tiene un lugar importante en el trazado forestal de La Plata. Su paseo predilecto es diagonal 73, y dos de los ejemplares más célebres se encuentran espejados entre la Plazoleta de los Lápices y la plazoleta de 8 y 43.
Su enclave local es una flecha apuntada hacia la fundación, hacia el plan racionalista que, sobre aquella pampa despoblada de árboles, dispuso un trazado urbano y forestal: plazas cada seis cuadras, naranjos para perfumar la calle 47 y plátanos robustos para techar las avenidas 51 y 53, tilos germanos (Tilia viridis subsp. x moltkei, una variedad no medicinal) en la avenida 7, nogales negros en 37, tipas y araucarias punteando aquí y allá la trama urbana.
“Ese plan se fue desvirtuando –dice Bayón–. Quizás en el caso de los jacarandás de la diagonal 73, entre las plazas Rocha y Azcuénaga, se respetó. Personalmente me produce, como a la mayoría de nosotros, un placer estético desde lo visual. No tanto olfativamente: no tienen mucho aroma. Este hecho se acentúa cuando llueve en el momento de plena floración, pues las flores caen en mayor medida y la cantidad sobre las veredas se acentúa. Yendo a algo más personal aún, a mi experiencia de vida como estudiante universitario platense, siempre lo asocié con la finalización de las clases”.
Fuente: Diario Hoy