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Aikido en La Plata: “Nos muestra un eje con el que podemos construir”

Con 40 años de actividad en la ciudad, la disciplina oriental gana adeptos entre adultos, niños y jóvenes. “Se transforma en un estilo de vida que trasciende el tatami”, dijo el sensei Nelson Delgado.

El aikido tiene casi 100 años y nació en la isla de Japón como integración de varias disciplinas milenarias. Sin embargo, si miramos atentamente a nuestro alrededor, vamos a encontrar un dojo en cualquier punto de La Plata, con un sensei y su grupo de aprendices desde adultos hasta niños y niñas, como también jóvenes capaces de intercalar su práctica con una ronda de lectura.

“En general, las personas se acercan al aikido buscando disciplinas marciales, pero ese es solo el comienzo”, dijo el sensei Nelson Delgado, de Aikido Tolosa Dojo. “Después se empiezan a ver otras dimensiones de la disciplina, que van más allá de lo que es el estudio de la técnica. Se hace un estilo de vida, donde se trasciende el espacio de práctica: el tatami. Se empieza a considerar el todo. Los principios que manejamos en la práctica del aikido los extrapolamos a lo cotidiano. El aikido nos muestra un eje alrededor del cual podemos construir, desde el plano físico hasta lo espiritual. Es super importante en estos días, donde las personas estamos tan ocupadas que olvidamos esas otras cosas que son tan importantes para nuestro bienestar”.

Creado por el maestro Morihei Ueshiba en algún punto entre los años de 1930 y 1960, el aikido comenzó su proceso de expansión territorial más allá de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación norteamericana del Japón, las artes marciales fueron prohibidas hasta que el Ministerio de Educación concedió permiso para reestablecer el dojo principal de Tokio. A partir de entonces, llegó primero a los Estados Unidos y luego al resto del mundo. Así, 40 años atrás, el sensei Alejandro Núñez creo el primer dojo local y se transformó en el introductor del aikido en La Plata.

“Desde lo físico, el autoconocimiento es un punto clave del aikido”, explicó Delgado. “A lo largo del tiempo, el practicante descubre su propio cuerpo, los movimientos que es capaz de hacer y acaso no estaba viendo. Desde lo espiritual, automáticamente te empieza a generar un estado de mayor seguridad y menor vulnerabilidad. En los niños también sucede eso. El auto-conocimiento se va transformando en una sensación de confianza y una forma de compartir menos agresiva con sus pares. Y, muy por el contrario de la creencia, te vas dando cuenta de que nunca vas a llegar a saber todo. Eso es muy interesante porque te mantiene en un estado de alerta, de interés y de inquietud”, dijo.

Iluminado por el Sintoísmo, del Budismo Zen y del Taoísmo, el aikido propone la experiencia de la derrota y la posibilidad de que sus practicantes sean promotores de la Paz y del Entendimiento Mutuo. En ese sentido, dentro de su óptica no hay un ganador o un perdedor. Al momento de adquirir una técnica, por ejemplo, los aprendices alternan su función para recibir y aplicar un aprendizaje. De esa forma, además de practicar, se cuida al compañero. En ese sentido, el aikido se proyecta como una gran disciplina para los más chicos.

“Los kodomos, les decimos en japonés. Para mí, la práctica con los niños y niñas ha sido un hallazgo tremendo. Me mostró otra faceta del aikido”, comentó Delgado. Aunque esencialmente las técnicas son las mismas, la enseñanza para los niños suele estar mediada por el juego y otras actividades más lúdicas. Sin embargo, en todos los casos, el objetivo físico y espiritual de cada práctica siempre está en primer plano.

“En los niños, estamos emulando la actividad extradojo que hacemos con los adultos”, expresó el sensei. “La práctica es en grupo, así que la afinidad trasciende el dojo. Se dan reuniones sociales que hacen bien a la cohesión del grupo y permiten continuar con el aikido fuera del dojo. Más allá de la técnica, hacemos meriendas de cumpleaños, juntadas, lecturas con libros propuestos por ellos. Para el que enseña, los chicos son una refrescada permanente: una fuente de agua nueva que siempre está corriendo y que no se agota nunca”, concluyó.