Entrevista
“En la pandemia nos dimos cuenta de lo importante que eran los otros”
Así lo afirmó Leonardo Sbaraglia. Uno de los referentes de la actuación en Argentina regresa a la ficción con una propuesta diferente.
"Errante corazón", de Leonardo Brzezicki, marca el regreso de Leonardo Sbaraglia a las pantallas, en este caso la de HBO Max, en una producción original en la que interpreta a Santiago, un hombre a la deriva, tratando de superar un dolor que lo atraviesa y le imposibilita seguir adelante. Miranda de la Serna, Alberto Ajaka, Patricio Aramburu son solo algunos de los actores que lo acompañan. Diario Hoy dialogó con Sbaraglia para conocer detalles de la propuesta.
—¿Qué es lo que te pareció atractivo del proyecto?
—Me pareció atractivo que me encontré con un guion muy interesante, difícil de contar, no sabía cómo se iban a contar tantos sentimientos, tantas cosas sutiles de contar, el dolor, esta inquietud, había leído pocas veces un guion que reuniera esa intensidad, y después hablando con el director, me parecía que tenía mucha claridad sobre cómo lo quería hacer, y por algunas cosas que me dijo me pareció hermoso participar de la aventura de la película, arriesgada, pero cuando uno confía en quien lleva el timón no te queda otra que hacerla y quedé muy contento con la experiencia.
—¿Cuál fue el principal desafío de encarnar a Santiago? Vemos al personaje muy exigido, imagino que lo fue también para vos...
—Lo más difícil fue encontrar la energía del personaje, esa cosa desaforada, acelerada, fue muy difícil actoralmente encontrar eso, escenas en las que le pasan muchas cosas, quiere contar mucho, vivir mucho, hay algo en la expresión con esa cosa acelerada, de no querer bajar, a su herida, a enfrentarse con su vacío, había algo de todo el tiempo estar haciendo algo y yendo para adelante, y cuando ve de reojo un dolor, o algo que lo haga recordar de esa herida, se construye una escenografía del placer, de una vida casi paralela posible, que está en su ilusión, y eso no quiere decir que no sea ni bueno ni malo, es un personaje que se va moviendo así. Tal vez en otro género, como en Bailando en la oscuridad, con ese personaje que le dolía y los personajes se ponían a bailar porque no aguantaban la realidad, y hay algo de eso, y fue difícil entender el personaje en un género más realista, que si bien hay algo expresivo desde los tintes de los colores, es una propuesta realista que está muy cerca de la piel, fue un macro humano que lo encontramos con el director y Miranda, en ensayos, en la relación, esa rapidez, premura, esa manera de expresarse, de ir encontrando su alegría, su dolor, hicimos un buen trabajo en la previa y llegamos muy bien preparados al rodaje, que tuvimos muy poquito tiempo, cuatro semanas de rodaje, pero por suerte llegamos preparados.
—El abandono es un tema clave de la película, ¿cómo lo conectaste al personaje?
—Cuando hablo de la herida, hablo de eso, un miedo al abandono, como si Santiago fuera un personaje que no se siente seguro cuando está solo, como que va a derretirse, va a morirse, algo va a pasar, como que no puede habitarse a sí mismo. Y frente a ese miedo está todo el tiempo buscando tangentes, y lugares de escape, construyendo una vida casi, de comedia musical, romántica, que lo hace estar a dos o tres metros del piso para no enfrentarse con ese sentimiento. Creo que por esto no está dirigida solo a un tipo de público, cultura o sexualidad, creo que cualquiera puede identificarse con ese dolor y con esa ternura de padre a hija, para que empaticen con Santiago.
—¿Cómo entendés la relación de él con su hija y con la madre?
—En Santiago conviven muchas cosas, hay algo a lo largo de la película que él se da cuenta, a lo largo de la película, de algo muy profundo, y que tiene que ver con la relación con su hija, y si bien él estuvo con ella, porque la madre casi estuvo, hay algo que en la película se transforma en cuanto a su capacidad de objetivar un poco más a la relación con su hija y con su madre, pero sobre todo con su hija, que se va, que no será parte ya de ese mundo mágico, y empieza a tener una relación más real con ella, de contacto, donde los dos pueden hacerse cargo de la herida, y es su hija la que termina yéndose a otro lado, y el aprende de eso, convive con eso y con que en algunos momentos la pudo haber lastimado y no va a volver a ocurrir y eso es muy hermoso.
—Consolidaste una carrera aquí y afuera con personajes bien diferentes entre sí, ¿qué criterio utilizás para elegir tus roles?
—Siempre va cambiando el criterio, si lo hubiera, que el guion esté bien, que esté bien escrito, que sea interesante, o yo considere interesante, para poner mi cuerpo, y para llevar adelante sabiendo que vale la pena, y que valga la pena que la gente lo vea, después que sienta que es un personaje que me estimula y da alegría hacerlo, como que te inviten a un viaje y sientas que es lindo viajar con este amigo, que es el personaje que el guion te propone, y no mucho más, pasa por ahí la elección sobre lo que decido hacer, y obviamente uno se puede equivocar, y te puede salir mejor o peor, pero no te equivocas si le haces caso a este deseo, y ya con conseguir ese deseo, ya no importa el resultado, si la película salió mejor o peor, sino que en voz eso funciono como un aprendizaje y como una experiencia que uno quiso vivir.
—¿La pandemia acentúa la soledad que atraviesa al personaje?
—Creo que en todo caso en la pandemia nos dimos cuenta de lo importante que eran los otros, al margen de las dificultades que uno pueda tener con uno mismo, creo que la pandemia nos hizo revalidar la importancia del otro, creando en equipo, en contacto humano y físico, cuerpos que se toquen, que se abracen. El ser humano es un ser de equipo, de manada, al margen que uno tenga que estar con uno mismo, conviviendo con uno mismo y que uno sea una compañía deliciosa para con uno mismo, quien no desea crear equipo, estar con otro, lo dejó en evidencia la pandemia, y todos deseamos hacer “burbuja” para estar con otro, abrazarnos y amarnos.