APOLO 11

A 53 años de la llegada del hombre a la luna

Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin aterrizaron en la Luna a las 20:17:39 UTC (Tiempo Universal Coordinado por su sigla en inglés) del 20 de julio de 1969.

Fue una hazaña que marcó una época y dio paso a otra. El primer hombre que pisó la Luna fue el astronauta Neil Armstrong, un piloto preparado física y psicológicamente, que salvó a la misión Apolo XI del desastre. 

Lo siguió Edwin “Buzz” Aldrin, que era quien guiaba al LEM
 (Lunar Excursión Module), una nave modesta visto con la luz de hoy, pero una joya hace cincuenta y tres años.

En aquellas computadoras que guiaban las naves que salían al espacio , la que guiaba a Apolo XI albergaba tantos bytes como una calculadora de bolsillo, mediana, pero de bolsillo. Podrían ser 128 K: un gran adelanto de la época.

Apolo XI fue la coronación del esfuerzo estadounidense por ganar la carrera espacial que habían iniciado los rusos en los años 50 con el lanzamiento del Sputnik, el primer satélite artificial de la Tierra.

La URSS de Nikita Khruschev no buscaba el misterio de las galaxias: quería espiar a los Estados Unidos. Y no tenía forma de hacerlo si no era vía satélite. Estados Unidos, en cambio, espiaba a la URSS con sus aviones U2 que salían desde bases americanas instaladas en Turquía, fronteriza con la URSS, y desde Islamabad, en Afganistán.

La carrera espacial empezó cuando en abril de 1961 la URSS lanzó a Yuri Gagarin al espacio, el primer hombre que orbitó la Tierra.

Veintitrés días después, Estados Unidos puso a Alan Shepard Jr. en el espacio, pero en un vuelo suborbital. De allí en más, todo fue vértigo. En mayo de ese año, el presidente John Kennedy pidió fondos al Congreso para el programa espacial.

Lo hizo a su estilo: fue contundente y lanzó un desafío: “Primero, yo creo que esta nación debe proponerse a sí misma lograr la meta, antes de que la década termine, de descender a un hombre en la Luna y retornarlo a salvo a Tierra”.

Y aunque dos años y medios después Kennedy había sido asesinado en Dallas, su desafió siguió en pie. El centro espacial más importante de Estados Unidos, Cabo Cañaveral, se llamó Cabo Kennedy (hoy recuperó su antiguo nombre y el centro espacial lleva el nombre del ex presidente) y el plazo “antes de que termine la década” se mantuvo como una meta insoslayable. 

Las palabras de Kennedy encerraban el secreto de la carrera espacial: el drama no era poner a un hombre en la Luna, el drama era traerlo de regreso a la Tierra sano y salvo.

Para eso, el LEM que pilotaba “Buzz” Aldrin fue fundamental: sirvió para alunizar, e iba a servir para despegar de la Luna y alcanzar la nave madre, Columbia, que daba vueltas en la órbita lunar piloteada por Michael Collins, el tercero de los tripulantes de la misión.

Aquella noche del alunizaje, en la Argentina lejana que había habilitado la antena satelital de Balcarce sólo para que las imágenes de Apolo XI llegaran a los viejos televisores de válvulas de cada casa, muchos de los asombrados espectadores salieron a la oscuridad de la noche para mirar aquel círculo plateado por donde caminaban dos astronautas.

El programa Apolo fue el eslabón final de esa etapa de la carrera espacial americana, precedido por los programas espaciales Mercury y Gemini.