organiza el hijo

Con fines benéficos, subastarán el juego de vajilla de "Yiya" Murano

Martín Murano cree que las tazas de su madre podrían valer hasta 12 mil dólares. Las víctimas que eligió Yiya para intoxicar, su arrestro y por qué no cumplió la totalidad de la condena.

El de Yiya Murano es uno de los casos más emblemáticos y recordados de la crónica policial argentina. Pasó a la historia como "la envenenadora de Monserrat" por haber matado con cianuro a tres mujeres en ese barrio porteño. Los crímenes fueron, literalmente, a la hora del té: invitó a merendar a las víctimas, que bebieron su infusión cargada con dosis de cianuro, al igual que en las masitas. Casi diez años después de la muerte de Murano, su historia vuelve en forma de subasta. Su único hijo decidió sacar a subasta las tazas de té, con un fin solidario.

Martín Murano nació del matrimonio de Cristina Bernal (tal el nombre de Yiya) y Antonio Murano y con la subasta de la vajilla quiere ayudar al Refugio De Mili González, que da techo y comida a más de 50 mascotas en la ciudad de Mar del Plata.

Para participar de la compulsa hay que escribir a una casilla de mail, [email protected]. Murano cree que puede recaudar hasta 12 mil dólares. En su momento, se había desprendido de los bienes de su madre y le dio el juego de vajilla a una conocida. Las tazas volvieron a su poder y decidió venderlas al mejor postor.

Tres homicidios en 1979

El caso Murano conmocionó a la Argentina de la última dictadura militar. La mujer se dedicó a lucrar con intereses. En enero de 1979, su vecina Nilda Gamba se sintió mal. Revisada por un médico, se constató que había sufrido una intoxicación. Le dijo al médico que había merendado ese día con Murano. La propia Yiya se ofreció a cuidarla. Gamba murió al día siguiente. Murano no consiguió que el médico firmara el certificado de defunción, cosa que sí consiguió de parte del médico de la funeraria, donde se puso "paro cardíaco no traumático" como causa de la muerte, con lo que así se evitaba una autopsia.

Gamba le había prestado dinero a Murano a cambio de altos intereses, lo mismo que a  Lelia Elida Chicha Formisano de Ayala, una amiga de Gamba. Carmen Zulema Mema del Giorgio de Venturini,  prima segunda de Murano, también ingresó en ese círculo.

A los pocos días de la muerte de Gamba, Murano fue a tomar el té a la casa de Formisano. Quedaron en ir al teatro con otras personas esa noche. Al ir a buscarla, no contestó. De su departamento salía un fuerte olor. Estaba muerta frente al televisor. "Infarto de miocardio no traumático", certificó el médico de la funeraria.

En marzo de 1979, Mema de Venturini se descompuso en su casa. Justo llegaba Murano, que la acompañó en ambulancia al hospital. La mujer falleció allí y Yiya preguntó si sería necesaria una autopsia. Poco después, la hija de Venturini descubrió que  faltaban unos pagarés que habían sido extendidos como garantía de los depósitos de Murano.

La caída

La mujer le preguntó al encargado del edificio, quien dijo haberle dado las llaves del departamento a Murano minutos después de que la mujer se sintiera mal, con la idea de avisar a unas familiares por teléfono. Esas llamadas no se habían hecho.

La hija de Venturini ató cabos y recordó las otras dos muerte, tras lo cual habló con la policía y se exhumaron los cuerpos de Gamba y Formisano para realizarles autopsia. Ambas habían sido inhumadas en tierra, con lo que la prueba no podía ser concluyente, dado que en el proceso de descomposición de los cuerpos se forma el clorhidrato de cianuro y no se puede saber si su presencia es por causas naturales o por ingesta en vida.

Sin embargo, el cuerpo de Venturini, que fue inmediatamente a autopsia, sí tenía latas dosis de cianuro alcalino y no quedó duda de que la causa de su muerte era envenenamiento. Se instaló la hipótesis de que las tres mujeres habían sido muertas con cianuro colocado en té y masitas.

El 27 de abril de 1979, día del primer paro general contra la dictadura, Yiya Murano fue detenida. Ella siempre sostuvo su inocencia, aunque su hijo diría que le confesó los crímenes. En 1985 murió su marido, Antonio Murano.

La "envenenadora de Monserrat" fue condenada a prisión perpetua, pero cumplió 16 años de cárcel. Salió en 1995, a los 65 años. Siguió manteniendo su inocencia, se hizo un musical con su historia y murió, olvidada, en 2014, poco antes de cumplir 84 años.