Entrevista

Diego Peretti: “Pude hablar en italiano gracias a la paciencia de mi novia y mi perseverancia”

Figura clave de la escena nacional, mientras disfruta del éxito en teatro junto a Suar, ahora es uno de los protagonistas de "Más respeto que soy tu madre", el éxito cinematográfico del momento.

En el afiche de Más respeto que soy tu madre, película de Marcos Carnevale basada en el libro homónimo de Hernán Casciari, hay un anciano con una remera de una banda de rock. Ese personaje, irreconocible, es Diego Peretti, el patriarca de la familia central del relato, en donde brilla junto a un gran elenco encabezado por Florencia Peña, Guillermo Arengo, Ángela Torres, Agustín Battioni y Bruno Giganti.

Además, lidera la cartelera teatral porteña junto a Adrián Suar en Inmaduros, está a punto de rodar su primera película como director, y está cerrando detalles para la versión cinematográfica de Los simuladores. Con él hablamos en exclusiva para conocer su mirada sobre la comedia que se ubicó en el top ten del ranking de la taquilla nacional.

—¿Con este papel comenzás una carrera internacional con personajes hablados en italiano?

—No (risas). ¿Sabés lo que me costó aprender italiano? Me lo enseñó mi novia que tiene el alias de “La Tana” y es profesora de italiano. Así que yo esto de hablar en italiano durante toda una película lo pude hacer gracias a su paciencia y mi perseverancia, y al permiso que me dio Marcos, porque el personaje estaba escrito en un cocoliche, pero no es claro lo que era el cocoliche, que era un lenguaje polimorfo que se hablaba en los conventillos y que se plasmó en la obra de Discépolo, y que era una mezcla de italiano, español, ruso, judío, polaco. No me sentía yo con la capacidad de improvisar algo que sea creíble, gracioso, empático e identificatorio de lo que yo creía que un italiano después de 40 años hablaría, así que lo que hice fue hablar en italiano y luego acomodar en expresividad, y me sirvió porque dramáticamente los inmigrantes, la manera de resistirse al destierro es aferrarse a la base cultural de una persona, que es la forma de hablar, ahí ves muchas cosas. Mi madre vino de España y en 40 años no se le fue nunca el acento madrileño, así que tomé eso como resistencia del personaje, porque es un personaje que se resiste al destino, su padre no quiere que sea músico y él termina siendo un viejo punk, y con respecto a sus raíces italianas decidió seguir hablando en italiano. La pizzería es una extensión de esa resistencia, llegando al 2000. Es un personaje entrañable que me encantó hacerlo y caracterizarme así.

—¿Fue complicado encontrar el tono?

—Eso fue Marcos, obviamente nosotros tenemos una vara que era Esperando la carroza, muy alta, brillante, de Alejandro Doria, pero es algo que nace acá y es muy nuestro, el grotesco nace con los Discépolo y desde la época de la película no se han hecho tantas propuestas tan explícitas y directas, no recuerdo otras, como por ejemplo 100 veces no debo, pero era más realista. Acá sacamos a pasear a un perro embalsamado, comen pizza al lado de un cadáver, confían en una bruja paraguaya, una cantidad de ribetes de esta familia que la hacen muy bizarra y muy característica que espero que le guste a la gente.

—Y además es todo muy delirante, pero ­verosímil...

—El contexto social y político de nuestro país lo refuerza, es una pyme que trata de sobrevivir en el tiempo guiada por inmigrantes italianos, debe haber miles de miles de ejemplos así en todo el país, casi todos tenemos un origen italiano, español o judío o ruso, de manera que al llegar al 2000, la crisis, cómo lo vive una familia como esta.

—Algo que nos lleva a ese momento...

—Tremendo, yo tengo el recuerdo de esa época, a mí con respecto a la profesión, me fue bien, aún en esa época estábamos haciendo Los simuladores, que fue un boom, pero por ejemplo fuimos a filmar a Uruguay el cuarto capítulo, donde está Cacho Santoro, fuimos allá a rodar tres semanas con plata argentina, y después la plata no servía más, teníamos que pagar con patacones y Lecop en Punta del Este y quedamos medio varados allá sin plata. En el cuarto capítulo Santoro hace de un odontólogo que había maltratado a Claribel Medina y la visita en un congreso odontológico y tiene un yate, y todo eso es allá en plena crisis, y ahí el agua llegó a la orilla.

—La película representa un poco el ciclo político y económico de nuestro país...

—Lo que me pasa es el desenganche, yo soy político, me gusta, la sigo, pero en estos últimos seis años me desenganché, no me siento; en pandemia, durante los dos primeros meses, cuando vi a Larreta, Fernández y Kicillof juntos, hubo un atisbo de volver a tener algo sanguíneo a la coyuntura democrática, pero todo lo que se está viviendo ahora no. Porque ¿dónde queda una persona que en democracia entiende que tiene que haber consenso, política de Estado, diálogo? Queda afuera, así que estoy afuera.

—Y nos regalás estas creaciones maravillosas...

—Sí, pero estar afuera políticamente no significa que el clarín que te toca tocar no lo haga de la mejor manera. Gracias a Dios tengo la suerte de seguir trabajando y tocando de la mejor manera el instrumento que me toca tocar, porque después hay todo un entrecruzamiento que tiene que ver con una enfermedad social, pero el único antídoto para resolverlo es el sistema democrático, no hay otra. Todo lo corrupto, el choreo, el circo, la demagogia, todo eso, con la democracia, que permite el diálogo, las manifestaciones, la charla, creo que en 100 años la Argentina puede ser un país que empiece a desarrollarse. El pueblo argentino tiene una tolerancia que es envidiable, en otros lugares esto es inconcebible.