Entrevista

Gisela Magri: “El cancionero popular no es un mausoleo, es algo vital y nos pertenece”

Tras editar su tercer disco solista, la cantautora platense se presenta este sábado en el Auditorio de la Facultad de Artes.

La cantora Gisela Magri tiene un largo recorrido con ese género en las venas, en el cuerpo, en la gola, en el corazón. Empezó en los albores del siglo XXI y nunca se despegó de ahí. Lo piensa, lo canta, lo escribe, lo interpreta, lo pone en tensión y lo milita, siendo cofundadora de Cuchá! Músicxs Produciendo, integrante de la Red Truena y secretaria general de APM (Sindicato de las personas músicas de La Plata, Berisso, Ensenada y Magdalena).

Y ahora acaba de editar su tercer trabajo solista, Después del giro, trabajo de muy buena factura que la encuentra de lleno en el tango. Es que en sus dos discos anteriores (Glicina oscura de 2014 y Madeja de 2016) habita también otro tipo de canción: otros folclores, tonadas rioplatenses, música brasilera. El disco puede pensarse como un pequeño recorrido de la propia cantora: de la búsqueda en el acervo tradicional como intérprete a la búsqueda de una composición propia.

Eso en el disco queda claro, casi un Lado A y Lado B dedicado a cada cosa. Este sábado 22 de octubre a las 21 hs lo estará presentando en el Auditorio de la Facultad de Artes (las entradas se consiguen en alpogo.com). Y en diálogo con este multimedio contó detalles del recital y parte del proceso del disco.

—¿Cuándo empieza a tomar forma Después del giro?

—Una vez que ya habíamos lanzado Ir a cero, que terminó siendo una coautoría con Noe Sinkunas- y Yo no puedo ni decir estaba la idea de seguir y de generar todo un material con esa cruza, con ese maridaje entre lo acústico y lo digital. Y por otro lado ya venía pensando en hacer un disco de retrospectiva, de lo que yo había hecho en el tango y con temas nuevos. Y en un momento empecé a charlar con Noe y a preproducir y desarrollar esta idea de que en realidad era todo un mismo disco, que tenía justamente ese giro atravesando un poco este camino de leer mi historia con el tango y también de algún modo una posible historia, un mapa posible. Partiendo de esas obras más tradicionales a estos tangos del siglo XXI y a mis tangos. Esa visión de futuro. Ahí se plasmó.

—¿Podemos decir que es tu disco exclusivamente volcado al tango?

—De algún modo mi tercer disco solista es el más tanguero, sí. Pero yo había grabado unas cosas con un cuarteto cuando empecé a cantar en los primeros años del 2000 y también con un dúo, del que quedó el disco Tango Linde. Ahí hay tangos. Ese fue un trabajo muy tanguero. Pero sí, como solista este disco es el más tanguero o el menos fusionado. O un concepto más cerrado.

—El disco casi que puede pensarse como si tuviera un lado A y un lado B. El primero, dedicado a versiones, a interpretaciones. ¿Por qué esa pequeña selección?

—Esa selección tiene que ver con hacer una especie de arqueología de mí misma o una biografía sonora de cómo fue mi camino en relación al tango tradicional y a mi rol de intérprete. Estos tangos que me marcaron, de los que yo mamé mucho y al cual me dediqué a ese repertorio. Quería poder plasmar versiones nuevas, con una mirada desde el presente.

—El lado B ya es un pleno a composiciones propias y/o contemporáneas. ¿Es para siempre el arribo a ese puerto, al de compositora?

—Ese lado B sí, llegó para quedarse. Con este disco me presento un poco en ese otro rol de compositora. No obstante, siempre me gustó la interpretación o la reinterpretación. De armar versiones o arreglos o buscar algo, ese gesto de innovación sobre lo tradicional. Me gustan muchas músicas, y siempre va a estar presente reinterpretar piezas ya existentes, así sean tradicionales o no. En ese lado A hay una transición hacia las composiciones propias. Me conmueve hacer ese diálogo entre las voces antiguas y las recientes y contemporáneas.

—En esa suerte de avant premiere del disco, en el Teatro de la UNLP, hablaste de reliquias. Quizás hay algo de ello en pensar desde ahí parte del cancionero popular argentino, parte del cancionero del tango. Un acervo musical muy poderoso

—Coincido con esta idea de ese relicario que es necesario reivindicar y reinterpretar. El tango no es un museo, es algo vivo; siempre hay material, antiguo y nuevo como para repensarnos, para volver a mapear y ponerle voz y sonido y nuevos elementos interpretativos a lo ya existente. Es todo música y todo es material para trabajar. Y en ese sentido me parece que hay que pensar el cancionero popular argentino como un lugar que nos pertenece y que es orgánico y que no es un mausoleo, no es un lugar al cual haya que hacerle un saludo a la bandera, sino que es algo celular. Algo vital que todo el tiempo hay que reinterpretar, hacer circular. Me parece que la tradición se sostiene también en ese gesto muy noble, y de amor y de respeto de dialogar con este patrimonio. No es un tributo. Hay que revolver la olla y volver a hacer.

—Musicalmente es un disco que tiene una tímbrica justa, no cargada y bien clara. ¿Cómo pensaste esa instrumentación?

—La instrumentación desde el principio fue algo que quería despojar, porque en los otros discos había sido mucho más cargada, una producción saturada. Y quería la verdad en este trabajo, ir hacia lo opuesto. Pocos instrumentos hasta llegar a un cuarteto. Una producción muy vacía en ese sentido. Más contundente y no tan saturada. Contundente y poderosa con pocos elementos, con lo justo. El eje estaba puesto en que ese sonido hiciera de puente, entre la tradición y lo contemporáneo.

—Aparece el autotune y la intervención vocal y ese juego con herramientas o géneros que, a priori, siempre le han sido caras al tango. ¿Cómo encaraste ese proceso?

—El estudio como un instrumento más y jugar con estos efectos: vocoder, autotune, distintos reverb. Nos parecía interesante acercar esas sonoridades al tango, que son sonoridades que son recontra frecuentes en géneros y estilos que hoy son masivos. Tensionar un poco los límites del tango y también traer y buscar, profundizar el posible vínculo que hay entre esta sonoridad. Entre ampliar la sonoridad y la experimentación tímbrica y la intención de acercar otro público, otra población al tango. Nos parecía que eso podía suceder y sucedió. Poner a jugar el estudio como caja de herramientas, como un instrumento más.

—Del tango del siglo XXI ya hay dos, casi tres generaciones. Desde adentro, ¿cómo ves la escena?

—La escena es una escena en construcción. Una escena con cada vez más proyectos, pero con un público que, a mi juicio, necesita amplificarse. Es interesante que hay muchas bandas que venimos construyendo un público propio por lo menos desde hace veinte años. Por ahí no se ve en los grandes eventos o en la escena más concentrada, pero ocurre por fuera del conurbano y en muchas otras ciudades del país. Hay que ser muy conscientes de que esto es una gesta que sin dudas se va intensificando y que necesita mucho del estado, de los medios públicos, de los medios privados que muchas veces desconocen lo que pasa. En ese dialogo se va a ir pudiendo avanzar con esa difusión. Se necesita que más gente conozca este tango que se viene haciendo desde hace dos décadas. Y siempre en dialogo con otras escenas. Sino se vuelte un ghetto y esa no es la idea. Brindo por abrir la escena.

—¿Qué hay o qué viene después del giro?

—Justamente viene esto. Cómo seguir experimentado con otros géneros, diálogos que no están muy transitados. Por supuesto las composiciones propias y la participación en otros proyectos, como Malaplata, Tangueadoras, colaboraciones que van surgiendo. Tengo muchas ganas de explorar otros tonos, otros humores de la escritura y la composición. Desolemnizar el tango es clave. Y sigue con más trabajo. Como dice el Tata Cedrón: no hay secreto, es trabajo, trabajo y trabajo.