Entrevista
Gustavo Garzón: “Me encanta trabajar en cine”
Dueño de una extensa trayectoria y una de las caras más reconocidas del medio audiovisual local, el actor presenta un proyecto completamente diferente para su carrera.
El monte, la nueva película de Sebastián Caulier, tiene a Gustavo Garzón como Rafael, un hombre alejado de su familia al que Nicolás (Juan Barberini), su hijo, irá a acompañar, muy a su pesar. Al poco tiempo se da cuenta de que su padre está “poseído” por la naturaleza, iniciando un relato enigmático sobre vínculos, amor y secretos. Este multimedio dialogó con Garzón a horas del estreno para saber más sobre su extraordinaria composición.
—Uno está acostumbrado a verte en otros roles mucho más hacia afuera, ¿qué trabajo hiciste acá para transmitir tanto con solo miradas?
—Cuando leí el guión me di cuenta de que el personaje no tenía nada que ver conmigo y tenía que acudir a un trabajo corporal o físico que me haga sentir fuera de mí. Porque, primero, este tipo es un maltratador del hijo, que no lo soy, y después porque está poseído por la fuerza de la naturaleza, algo sobrenatural, y yo soy muy pragmático. Me comprometí con el trabajo desde la mirada, la manera de caminar, algo más físico. No sé qué hice bien, me dejé llevar; estaba muy concentrado y me creí la situación, porque si no, el espectador no lo cree, y jugaba con la situación, con el cuerpo, Barberini, el monte, los monos. Estuvimos un mes y medio ahí y te vas compenetrando con el lugar; salía de la cabaña y tenía un pavo real en la puerta, los monos. Me entregué, principalmente desde la mirada, con una manera de ver y de absorber todo eso y de sentirme atrapado. En un punto no sé cómo se explica, es instintivo; sabía que no podía hacerlo desde mí, algo realista, sino que debía ser algo diferente que encontré con el cuerpo y el lugar.
—En el rodaje quedaron varados por la pandemia, ¿eso ayudó?
—No, porque la pandemia vino más tarde. Nos cortó un poco a casi una semana de terminar, pero no porque estaba más preocupado por el dengue. Del Covid-19 se empezaba a hablar, pero el gran peligro que había en ese momento era el dengue, hablé con una médica y me dijo que nos pongamos todo el tiempo Off porque había gente que moría por el dengue. Después se sumó lo del coronavirus y me acuerdo cuando cortamos el rodaje porque fue cinematográfico; empezó la incertidumbre mundial y yo estaba desesperado por volver. Lo logré porque hablé con Gendarmería, con cielo y tierra; el productor Daniel Werner se hizo cargo de un viaje en remís costosísimo desde Formosa a Buenos Aires.
—El personaje le dice cosas terribles al hijo, recuperando viejas estructuras que permanecen en la sociedad…
—Una mirada muy brutal, un cavernícola el padre. Todavía existen, creo que cada vez menos porque la sociedad ha evolucionado, pero es un hombre detenido en el tiempo, en la historia. Está psicótico también, y desde ahí había que sostener los dichos y darle verosimilitud.
—¿Cómo elegís los papeles?
—No elijo tanto, no me ofrecen tantas cosas, no me voy a hacer el importante. No me quejo, pero no me voy a agrandar. Me pongo contento cuando me ofrecen un rol en una película, me encanta trabajar en cine, ser parte del equipo. Después me fijo por agenda si puedo o no, me fijo cuánto pagan, leo el guion y veo si está todo a favor, como acá. Ir a Formosa, estar un mes y medio, cuando leí el guion me pareció un desafío. Porque en esta instancia que estoy de trabajar más con el cuerpo y no la cabeza, sentí que había un quiebre en la actuación, porque no había hecho en el cine algo así, de arriesgarme más, de tirarme a la pileta. Hablé con el director, que me pareció muy piola y ubicado y todo me cerró.
—¿Te gusta ver tus trabajos?
—A veces me da interés y curiosidad y otras no. Depende del producto, porque a veces no me interesa y no quiero verme ni más de lo mismo, me aburre. Pero en este caso sí porque sentía que estaba corriendo un riesgo en la actuación y quedé conforme por la propuesta de trabajo que tuve. Eso me da confianza para seguir en ese camino, desdoblándome, caracterizándome. Me formé en una época en la que era más común el realismo y el costumbrismo, el cuerpo quedaba afuera, pero actuar es poner el cuerpo.