Continente blanco
Historia de la presencia de la Argentina en la Antártida
La primera presencia permanente de la Argentina en la Antártida fue a través de un refugio de rocas.
El historiador del Instituto Antártico Argentino (IAA) Pablo Fontana afirmó que “la toma de posesión por parte de Argentina del observatorio meteorológico y magnético en la isla Laurie, del archipiélago de las Orcadas del Sur, el 22 de febrero de 1904, significa el comienzo de la presencia permanente de la Argentina en la Antártida, la cual ha sido de forma continua e ininterrumpida hasta la actualidad”.
Y resaltó que se trata de un hecho trascendente para la historia nacional, que posee algunos de sus capítulos más apasionantes escritos en ese continente. “Es un hecho que transforma a nuestro país en pionero a nivel mundial, ya que fue el primero en hacerlo, mientras que los países que nos siguieron en ese camino lo hicieron luego de 40 años”, indicó.
La Argentina marcó, con este acto, la forma de habitar ese continente permanentemente, ya que el sistema implementado (de dotaciones que se renuevan anualmente) luego se transformaría en el sistema hegemónico utilizado por el resto de los países que poseen bases permanentes allí.
“La presencia argentina en la Antártida se remonta, incluso, a la Guerra de la Independencia, con el almirante Brown navegando sus mares en 1815 y los foqueros argentinos que cazan en las islas antárticas en 1818-19, e incluso posiblemente antes, emitiéndose entonces la primera legislación nacional sobre aquella región, que autorizaba esta actividad”, rememoró.
En ese sentido, contó que “los planes argentinos para establecer una presencia estatal y permanente se remontan a 1880, antes de que comenzara la era heroica antártica signada por las famosas expediciones de exploradores en gran parte europeos; sin embargo, en ese momento no se pudo concretar por estar el Estado argentino concentrado en lograr el control efectivo de los territorios patagónicos”.
Fontana describió como “épico” el rescate de la expedición antártica sueca de Otto Nordenskjöld, por parte de la corbeta ARA Uruguay. “Fue ese épico rescate de la expedición, comandado por el teniente de navío Julián Irízar, el que convenció al Estado argentino de que poseía los medios humanos y técnicos para concretar ese plan; ya con la participación del alférez José María Sobral en la expedición sueca, Argentina tuvo su primer invernante, que permaneció dos años en la Antártida realizando tareas científicas”, contextualizó.
Fontana, que se encuentra ahora en un campamento antártico de dos meses restaurando el refugio donde invernara Sobral, indicó que, “mientras tanto, la expedición antártica nacional escocesa de William Speirs Bruce se encontraba invernando en la isla Laurie de las Orcadas, donde había instalado el observatorio que pasaría a manos argentinas; al retornar Bruce a Buenos Aires y tomar conocimiento del exitoso rescate, decide que Argentina es el país indicado para dar continuidad a las investigaciones en su observatorio, y lo ocurrido en los siguientes 119 años demuestra que estaba en lo correcto. La cercanía con el territorio americano de Argentina no hizo más que reforzar su decisión”.
Esa primera dotación que comenzó su invernada ese 22 de febrero de 1904 debió permanecer en la precaria casa habitación de piedras construida por la expedición de Bruce, pero al año siguiente, la corbeta Uruguay llevaría no solo a una nueva dotación, sino también una casa habitación mucho más cómoda, que cumplió esa función hasta 1945 y que actualmente funciona como museo bajo el nombre de Casa Moneta.