Cambio Climático y salud

La crisis climática ya no afecta sólo al planeta: la ecoansiedad en personas jóvenes

Ante los bruscos cambios del mundo que se hacen cada vez más evidente, a ciertos grupos vulnerables puede afectarles la salud física y mental. Este fenómeno ya llamó la atención de la OMS. Cómo se puede afrontar este nuevo problema generado por la crisis climática.

Cambio climático, calentamiento global, polos derritiéndose al igual que los glaciares, sequías y hambrunas a las que ahora se le suma una nueva guerra, dejan su huella no sólo en el bienestar físico de las personas, sino también en el mental. Por este motivo la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió sobre la ecoansiedad: un fenómeno que tiene como grupo vulnerable a los jóvenes que serán testigos de la crisis ambiental en ascenso.

El término se utiliza para hacer referencia a condiciones que pueden tener ciertas personas que sienten un temor constante por el medio ambiente debido a la acción humana sobre el clima y la naturaleza. El término apareció a finales de los 90 y ahora cobró seria notoriedad durante la pandemia. De todos modos, el concepto es mucho más antiguo porque se relaciona con otro concepto, el de solastalgia, acuñado por el filósofo Glenn Albrecht. La palabra define el conjunto de trastornos psicológicos que se presentan en una población nativa tras cambios destructivos en su territorio, ya sea como resultado de las actividades humanas o del clima.

Por el momento la ecoansiedad no está considerada como una enfermedad por la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), aunque reconocen que el cuadro derivado de la “preocupación por el propio futuro y el de las próximas generaciones” está en ascenso. Esta afirmación se condice con la cantidad de estudios realizados, porque de los 32 artículos totales con la palabra ecoansiedad que compila el repositorio PubMed, 31 fueron publicados entre 2020 y 2022.

Los síntomas

Se puede decir que son similares a los generados por la ansiedad: taquicardia, sensación de ahogo y dificultad para respirar. También se manifiesta en pensamientos y rumiaciones, acompañada de la lectura compulsiva de noticias sobre la crisis climática y la necesidad constante de hablar del tema, lo que puede repercutir en la funcionalidad y el bienestar emocional de quienes la presentan.

Explicar y dar a conocer

Irene Wais, bióloga, profesora universitaria de grado y posgrado y egresada de Ciencias Exactas de la UBA, se dio cuenta del fenómeno en sus alumnos: “ya me venían preguntando...‘profe, ¿qué va a pasar con la falta de agua?’. Al principio lo tomé como la  inquietud de unos pocos. Pero cuando comenté que más del 70% de nuestra población vive en la llamada ‘caña de la bota’ que va del norte de Santa Fe hasta la zona del Gran La Plata y de sus recursos hídricos yo lo tomé como un tema más de clase, sin darme cuenta de que les daba elementos para que sus cabezas rumiaran.”

Entonces Wais, que también es ecóloga por la Oregon State University y Posgrado Internacional en Evaluación de Impactos Ambientales por la Universidad Nacional de México, conversó con psicólogos, preocupada por si las lecciones podían ocasionar algún tipo de daño a los estudiantes. “Ellos me dijeron que no, que en realidad los jóvenes deben saber que hay que salir a la acción y exigir que las generaciones que los preceden resuelvan problemas por y para el planeta que les toca habitar”.

Además, la profesional explica que esto se en un contexto mundial en el que conviven cuatro generaciones: los mayores de 80; los de 60 para arriba y la de los más jóvenes: los hijos y los nietos, “aquellos sub 40 que sufrirán los mayores daños en el planeta”.

Wais sabe que la ecoansiedad tomó protagonismo durante la pandemia, con millones de jóvenes encerrados en sus casas, con tiempo y deseos de leer lo que le sucede al planeta.

“Mis alumnos están angustiados porque se dan cuenta de lo que les espera. Incluso muchas chicas me dicen que no quieren tener hijos, pero no por una cuestión de carrera, sino porque no quieren dejarlos en un planeta como éste”, remarcó.

Al mismo tiempo, la bióloga no quiere mentir e indicó que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), “no tiene duda de que se viene una crisis ambiental, pero lo que debe hacerse es correrla lo más adelante en el tiempo posible”.

Los psicólogos frente al problema

Todavía no hay datos de la cantidad de personas que sufren ecoansiedad, pero muchos expertos piensan que a medida que los cambios en el clima se vayan desarrollando, también lo hará la cantidad de personas que la experimentan.

Aunque aún no sea considera enfermedad, Wais aclara que los especialistas ya la están abordando como un síndrome, porque es un conjunto de signos que ve el profesional y de síntomas que el paciente refiere.  “Los psicólogos la trabajan con las herramientas para la ansiedad, pero la ecoansiedad tiene características peculiares. Por ejemplo, si una persona tiene una crisis de ansiedad por fobia a los gatos, se supone que ese temor es irracional (siempre y cuando el animal sea doméstico y tenga las uñas cortas). La diferencia es que detrás de la ecoansiedad hay un temor racional, a causa de fenómenos reales que efectivamente ocurren, que ya son visibles y dignos de preocupación”, expresó.

Wais fue convocada por la psicóloga e investigadora de la Red Argentina de Investigadores e Investigadoras en Salud (RAIIS), Marisa López, que armó grupos de “operadores en crisis” para distintas especialidades. De esta manera, las dos profesionales dan clases a adultos sobre cómo se puede apoyar a los profesionales de otras áreas para contener la situación.

Porque si bien la profesora ya hablaba de ecoansiedad con sus alumnos no lo abordaba como concepto específico. “El término empezó a conocerse cada vez más en universidades e institutos privados y con su llegada, surgió la necesidad de dar capacitaciones para contener a las personas padecientes sobre sus efectos”, especificó.

Moverse para cambiar

Lo mejor para combatir la ecoansiedad, es pasar a la acción y no sólo contribuir con conductas que ayudan al planeta como serían el reciclaje o el ahorro de agua y energía, sino también comprar productos provenientes de empresas de triple impacto, que en inglés son conocidas como “las tres P” por profit (ganancia), planet (planeta) y people (gente).

Y algo muy importante, es reclamarle a los que ahora están a cargo, sobre que tienen que tomar conciencia: “ante un contexto en el que siete provincias están bajo Emergencia Hídrica por decreto del Poder Ejecutivo Nacional y se sigue sin parar con las emisiones que contaminan el aire y el monocultivo de especies exóticas herbáceas y forestales que requieren mucha agua para su crecimiento, los jóvenes tienen clarísimo lo que se debe cuidar y pasar rápidamente a las energías renovables, algo que aún no se hace” coinciden las profesionales.

Wais cuenta un hecho que ella marca de histórico: la creación de una Secretaría de Políticas Ambientales en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

“Muchos adultos parecen no darse cuenta de que se debe cuidar al planeta por una cuestión de supervivencia humana y que tenemos que pensar qué va a pasar antes del 2.100 para asegurárnosla. Es lógico que los jóvenes se preocupen, pero por suerte, hoy se los escucha y comienzan a crecer los espacios de contención”, cerró.