Psicoanálisis
La influencia de los sueños en la vida cotidiana
Por qué se trata de algo más que simples historias nocturnas y puede fortalecer la memoria y ayudar a enfrentar desafíos futuros.
Al caer la noche y sumergirse en el descanso, algunas personas sueñan. Es como si encendiéramos el proyector de una película íntima que nos lleva a través de paisajes familiares y desconocidos, presentando personajes que a veces reconocemos y que en otras ocasiones nos desconciertan. Estos escenarios oníricos, que oscilan entre lo mundano y lo mágico, se quedan grabados en nuestra memoria al despertar o, en otros casos, se desvanecen como el rocío matutino.
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado respuestas al enigma de los sueños. La neurociencia, por ejemplo, ofrece una de las perspectivas más difundidas al plantear, entre otras cosas, que están estrechamente vinculados a cómo procesamos y consolidamos nuestras vivencias cotidianas.
Pero más allá de los motivos y de las explicaciones, lo cierto es que el acto de soñar puede traer beneficios concretos en la vida real. En un reciente artículo publicado en la revista Psychology Today, Mark Travers, psicólogo de la Universidad de Cornell y la Universidad de Colorado Boulde, en Estados Unidos, planteó que los sueños “fortalecen nuestra memoria y al mismo tiempo reorganizan la información para resolver problemas futuros para nosotros”.
Travers planteó que esto “podría deberse a la reactivación y el fortalecimiento repetidos de las redes de memoria recién formadas en el cerebro dormido”. Según él, “los sueños también influyen en nuestra capacidad para aprender y realizar tareas. Es que no solo aumentan las habilidades cognitivas, sino que también pueden cumplir una función adaptativa al utilizar los recuerdos para simular futuros potenciales que son significativos para la persona”.
Harry Campos Cervera, médico especialista en psiquiatría (UBA), psicoanalista en función didáctica de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y magíster en psiconeuroinmunoendocrinología, Universidad Favaloro.
“Los sueños son útiles para consolidar aspectos motores (del movimiento), es decir, la memoria motora. El sueño rememora acciones motoras y sirve, en algunos casos, para repasar algo realizado en el día y encontrar soluciones. Entonces, por ejemplo, si alguien está frenado con alguna situación específica de su vida, en el sueño, al no existir la represión de los pensamientos, puede aparecer el camino a una solución: se trata de imágenes simbólicas del sueño; no es que aparece una solución o una respuesta nítida”, planteó Campos Cervera.
Y sumó: “Los sueños se producen en una etapa del sueño que se denomina el sueño de movimientos oculares rápidos (REM por sus siglas en inglés). En ese momento, el cuerpo está sin movimiento, está paralizado, pero el cerebro funciona aceleradamente. En esta etapa suelen producirse, por ejemplo, el sonambulismo o las patadas repentinas mientras dormimos. Además, cabe recordar que en el momento que oscila entre el sueño y el despertarse, está la máxima creatividad del humano”.
El psicólogo Alexis Alderete consideró que soñar “es imprescindible para la vida de todas las personas, ya que implica una disminución del estado de alerta en el cual suceden procesos cognitivos, fisiológicos y cerebrales que nos ayudan a enfrentar las vicisitudes de nuestra vida cotidiana. El ser humano está condicionado por su reloj biológico en el ciclo circadiano (oscilaciones de las variables biológicas, con un periodo aproximado de 24 horas), siendo el sueño el lado complementario de la vigilia”.
Para Alderete, “al adentrarnos al proceso de soñar, se atraviesa por diversas fases a medida que pasa el tiempo, presentando diferentes procesos fisiológicos específicos que se complementan durante la noche. Las personas pasan por dos etapas de sueño: REM (movimientos oculares rápidos, de “rapid eye movement”) y sueño NREM (sin movimiento ocular rápido, por “non-rapid”). Estas fases se alternan sucesivamente entre cuatro a cinco veces por la noche. La fase de sueño NREM dura aproximadamente 6 horas y la fase de sueño REM dura aproximadamente 2 horas, lo que da la famosa recomendación de dormir 8 horas para tener una buena calidad de vida”.
“Desde una mirada psicológica, los sueños son el producto de la actividad mental durante el sueño REM (Rapid Eye Movement) y, en menor medida, durante otros estados de sueño. Estos pueden ser una forma importante de procesar emociones, experiencias, pensamientos y son de vital importancia en los procesos de aprendizaje y memoria”, sostuvo Alderete.
Y planteó: “Los sueños pueden ayudar a procesar lo que hemos experimentado durante el día y a asimilar ese conocimiento de una manera más profunda. Si entendemos al aprendizaje como un proceso que se relaciona con los cambios que ocurren en las personas a nivel neuronal, cognitivo y conductual, como resultado de las experiencias que atravesamos en nuestra cotidianidad, permitiéndonos adaptarnos mejor a nuestro entorno. Todo esto se consolida durante las diversas fases del sueño, especialmente en la memoria a largo plazo, para que pueda ser evocada de forma consciente cuando nosotros necesitemos dicha información”.
Por su parte, Juan Eduardo Tesone, médico psicoanalista y psiquiatra, y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, dijo: “A través de los sueños, uno puede acceder a contenidos del inconsciente. Los sueños forman parte de la vida psíquica del sujeto y es un aspecto crucial de la misma. Las huellas del psiquismo pueden expresarse en los sueños, permitiendo revivir vivencias lejanas. Desde el psicoanálisis, el trabajo es escuchar el contenido manifiesto, el relato del sueño, para llegar al contenido latente, que es el inconsciente y lo que este quiere expresar a través del sueño”.
“Para el psicoanálisis, el sueño es una expresión de deseos, aunque el deseo siempre aparece enmascarado. Freud decía que los sueños son la vía para conocer el inconsciente. Sin embargo, no se puede conocer el significado de los sueños de manera directa. Es necesario interpretarlos, y la manera de hacerlo es fragmentándolos y pidiendo a la persona que asocie cada elemento del sueño. A través del relato manifiesto y un cúmulo de asociaciones, se llega al contenido inconsciente del sueño. Es como si a partir de una rama de un árbol, se construyera todo un bosque”, señaló Tesone.
Al tiempo que destacó que la expresión de deseos en los sueños “puede estar relacionada con la infancia, la vida actual, deseos latentes o reprimidos; la paleta es muy amplia”.
En ese sentido, Tesone citó una experiencia con una paciente que pudo recordar y resignificar un momento traumático de su infancia que había olvidado: “Ella no podía tener penetración vaginal. Tenía más de 40 años y no podían hacerle el papanicolau (NdeR: un examen para detectar y prevenir cáncer de cuello uterino) porque no aceptaba la penetración, a pesar de estar casada desde hacía años. A través de los sueños y del contenido emocional de esos sueños, llegamos a la conclusión de que, siendo niña, había padecido un abuso sexual por parte de un allegado de la familia. En ese tono, las pesadillas son la expresión de la angustia que cualquier ser humano puede tener”.
“De alguna manera, la vida psíquica sigue activa durante los sueños y continúa expresándose. Siempre, en cada sueño, se expresa la subjetividad del soñante. Freud descubrió y afirmó que el sueño no puede interpretarse de acuerdo a simbolismos universales, sino que debe ser tenido en cuenta el soñante. Esto le imprime al sueño una característica singular y subjetiva que le es propia a cada persona”, reflexionó Tesone.
Otro profesional consultado fue Germán Picciochi (MN 161114), médico especializado en psiquiatría, neuropsiquiatría y neurología cognitiva. “El sueño tiene una función inmunológica y de restauración. Se sabe que durante el mismo se desencadenan una serie de procesos tendientes a ‘limpiar’ el cerebro de todos los productos de desechos que se generaron en el día. Es por eso que un ser humano puede estar más tiempo sin comer o sin beber que sin dormir, y os niveles de toxicidad acumulados en el cerebro por privación de sueño, puede conducir a la muerte”, aportó Picciochi.
“La función del sueño es prioritaria a nivel cognitivo no solo por el mantenimiento adecuado y regeneración de las estructuras cerebrales, sino también porque los procesos de construcción de la arquitectura neuronal que dan sustento a los recuerdos, se generan mientras descansamos. La información que incorporamos se desecha o se consolida de forma permanente cuando dormimos. Todos hemos experimentado que cuando aprendemos algo, es bueno tener una pausa para fijar la información y luego recuperarla con mayor perpetuidad”, agregó el especialista.
“El contenido de los sueños ni bien nos dormimos -dijo Picciochi- está más vinculado a lo que aconteció en ese día en comparación con los sueños más tardíos (cercanos al despertar). Los sueños son un mecanismo de la conciencia que nos permite superar cuestiones afectivas irresueltas, experimentando escenarios que nos generan desde miedo hasta añoranza. Esto se vincula a una línea de estudio conocida como ‘pensamiento futuro episódico’”.
¿De qué están hechos los sueños?
A su turno, la psicoanalista Gloria Gitaroff, miembro titular de APA y autora del libro “Los sueños” (Longseller, 2013), apuntó: “El sueño tiene dos caras: el sueño tal como se lo recuerda, (si es que se lo recuerda; pues la mayoría desparece al despertar); y otra cara que es un contenido latente, que pertenece a lo inconsciente. Esto último, como tal, se le oculta al inconsciente, y para llegar a conocerlo solo tenemos indicios de una trama que habrá que descubrir.
De acuerdo a Gitaroff, “la manera de trabajar los sueños en sesión es lo que llamamos asociación libre, es decir, invitar al paciente a que hable de todo lo que se le ocurra en relación al sueño. Generalmente, aquí aparecen piezas sueltas de un rompecabezas, o pistas que habrá que descifrar entre el paciente y el analista. Esto arrojará luz sobre contenidos inconscientes perturbadores y no reconocibles de otra manera. Una vez descubiertos, dejarán de manifestarse como sueños o como síntomas”.
“Cuando a través del sueño se descubre el inconsciente, se deja -al menos en parte- de ser su esclavo. Aquellos deseos de los que no se tenían noticia y sus angustias adquieren significado, y y aparece la libertad de incorporarlo a la propia vida”, dijo la psicoanalista.
Finalmente, Daniel Alejandro Álvarez (MP 20606), neurólogo y especialista en patologías del sueño, afirmó: “La fase REM, la fase de movimiento oculares rápido, es la fase, decimos, onírica por excelencia, porque si tenemos un despertar y recordamos que soñamos -y eso ha sido estudiado, incluso desde la fisiología- sabemos que es la etapa en la que podemos ser conscientes de los sueños. Esta fase tiene que ver más con la percepción emocional de la memoria, y eso coincide con que también es el periodo donde se generan los sueños y aparecen los sueños con sus diferentes características, desde una pesadilla a sueños muy placenteros”.
“Haciéndolo gráfico -amplió Álvarez-, hay una expresión que muchas veces utilizamos. ¿Cuántas veces hemos oído decir, ‘necesito consultar con la almohada’ cuando nos enfrentamos ante una decisión difícil o importante? Y es que esta manera de pensar en resolver es simplemente como ganar tiempo para meditar, pensar más detenidamente y así poder después tomar una decisión más correcta en la realidad. Los periodos de sueño van a jugar un papel fundamental que me permite en ese estadio no eliminar una información innecesaria y así poder después ir confrontando con la información nueva, con aquellas que previamente ya hemos establecido o aprendido, que ya están instaladas en el cerebro por procesos previos de buen sueño, y de manera sistemática se va analizando, coleccionando nuevas memorias y así se ponen en conjunto todos estos elementos”.
De acuerdo al neurólogo, esta dinámica “hace que muchas veces, al día siguiente, después de varios días de buen sueño, nos surge esa idea de resolver. Eso es por la interacción de estas informaciones antiguas y nuevas que nos ayudan a resolver estos problemas. Es hacer uso de una buena memoria. Aquí uno puede vincular un buen sueño con la posibilidad de que nuestra memoria pueda almacenar información que después va quedando a lo largo del tiempo y que nos permite resolver cuestiones cotidianas”.
¿Son los sueños meras fantasías sin sentido? No exactamente. Son narraciones subjetivas, a menudo fragmentadas, que reflejan nuestras interacciones, esperanzas y temores. Y aquí entra en juego el papel de nuestras emociones. Esas emociones, especialmente en tiempos de cambio o estrés, pueden intensificar y colorear nuestros sueños, convirtiéndolos en experiencias vívidas y cargadas de sentimiento.
Según repasó Campos Cervera, “Sigmund Freud fue el primero en interpretar los sueños desde el punto de vista científico; y planteó que se construyen a partir de restos diurnos, o sea, repercusiones de lo vivido previamente a soñar. La composición de los sueños es esa: restos diurnos previos al sueño. Cognitivamente, tienen que ver con producciones en la corteza cerebral, particularmente en las neuronas piramidales del cerebro, que son células que funcionan con un neurotransmisor que se llama acetilcolina”.