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Las Ballenas: su vida frente al cambio climático y su utilización para la economía

Científicos argentinos destacaron la contribución de estos inmensos cetáceos a la fertilización de los océanos y a la captura de carbono. Por otro lado, economistas de la Fundación Meri y el FMI midieron el valor de los servicios ecosistémicos y sociales que aporta esta especie al mejorar la productividad y el turismo en zonas marítimas y costeras.

“Las ballenas son guardianas de los océanos y de la vida misma”, afirma Roxana Schteinbarg, co-fundadora y coordinadora de Programas de Comunicación del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB). "Con sus enormes cuerpos, tienen la capacidad de capturar dióxido de carbono de origen antropogénico, mucho más que un árbol: 33 toneladas a lo largo de su vida, que puede superar los 100 años. Cuando mueren y sus cuerpos llegan al fondo del mar, este gas queda retenido en el lecho oceánico, reduciendo el stock de CO2 en la atmósfera, y contribuyendo como si fueran bosques, a la mitigación del cambio climático”.

Esta importantísima función ecosistémica, no es la única: las ballenas son también grandes fertilizadoras de los océanos, ya que al alimentarse de krill y defecar, van reponiendo nutrientes que permiten el crecimiento de algas y otros microorganismos que son a su vez alimento del krill, en un ciclo perfecto de economía circular.

No hay que dejar de lado al desarrollo del turismo en muchas regiones del mundo, como la península de Valdés en la Patagonia argentina por ejemplo, que generan recursos en esas zonas por su avistaje.

En peligro de extinción

Pese a todo lo bueno que generan, paradójicamente, las ballenas son una de las especies más amenazadas por los desequilibrios ambientales generados o agravados por la actividad humana: el cambio climático, la basura plástica y la contaminación de los océanos y mares.

Un estudio del ICB y Ocean Alliance mostró los efectos del cambio climático sobre la supervivencia de las hembras de ballena franca austral. Este trabajo fue publicado en la revista Science Advances, y muestra que la mortalidad de las hembras aumenta luego de eventos de El Niño, y esto puede retrasar o incluso impedir el nacimiento de nuevos ejemplares.

El Niño

Es un fenómeno caracterizado por la fluctuación de las temperaturas del océano que provoca un calentamiento de la superficie del mar, reduciendo la abundancia del krill. Esto disminuye su alimentación y afecta especialmente a las hembras en etapa reproductiva. Las ballenas tienen un año de gestación seguido por otro año de lactancia, lo cual implica un sobre-esfuerzo para su organismo que las hace perder masa corporal, según mostró el estudio a partir de foto-identificación y comparación de imágenes de las ballenas a lo largo de los años.

El cambio climático también genera una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos como la marea roja que ocurrió en la zona de Península Valdés entre fines de septiembre y principios de octubre y provocó la muerte de al menos 30 ballenas.

“Hay evidencias que muestran que los cambios en las corrientes marinas y en la intensidad de los vientos, el aumento de la temperatura del mar y de la cantidad de materia orgánica en el agua, favorecen las floraciones algales que provocan la marea roja”, explica el biólogo Mariano Sironi, co-fundador y director de investigaciones del ICB. “Lo que sucedió es que este año las floraciones algales tuvieron niveles récord de toxinas. Y si bien las ballenas no se alimentan de algas sino de zooplancton y krill; filtran el agua con algas y al filtrarla, ingirieron las toxinas letales”, explica Sironi.

¿Más enemigos?

Aunque la caza comercial ya no es un peligro para las ballenas, debido a las altas regulaciones para la actividad, “hoy siguen en riesgo por otros factores: el mencionado cambio climático, la basura plástica, las colisiones con embarcaciones, la prospección sísmica offshore y cuando quedan atrapadas en redes de pesca”, dice Schteinbarg, quien es ingeniera agrónoma y trabajo de eso hasta que las ballenas llegaron a su vida, a partir de un voluntariado que realizó para una organización conservacionista.

Schteinbarg fundó el ICB junto a los biólogos Mariano Sironi y Diego Taboada en 1996. Desde 2014, la entidad lleva adelante el proyecto “siguiendo ballenas” junto al Conicet, la Universidad Nacional de Comahue y un grupo de entidades científicas y de conservación locales e internacionales.

Este programa permitió seguir satelitalmente 65 ejemplares de Ballena Franca Austral, “mediante el uso de sensores colocados en su cuerpo que permiten registrar sus movimientos y traslados sin alterar su comportamiento ni bienestar”, dicen desde el ICB.

La información recolectada permite conocer más acerca de las ballenas y pone de relieve la importancia de contar con Áreas Marinas Protegidas para su conservación. Además, resulta un insumo valioso para recomendar regulaciones de actividades (pesqueras, petroleras y de transporte naviero) con potencial impacto sobre esta y otras especies marinas.

Adoptá una ballena

Para llevar adelante la conservación e investigación, el ICB lanzó su campaña “Adoptá una ballena”, que a cambio de una contribución económica partiendo de los $ 700 mensuales, permite acceder a información biográfica del ejemplar elegido y materiales didácticos y educativos.