Entrevista

“Me gusta que el cine tenga que ver con lo que está ocurriendo en nuestros territorios”

Así lo afirmó Alfredo Castro. El talentoso intérprete se suma a una ficción que refleja la realidad del Norte argentino.

Uno de los más talentosos actores de la región, Alfredo Castro, regresa al cine local tras su participación en Rojo, de Benjamín Naishtat, ahora en Karnawal de Juan Pablo Félix, en un relato conmovedor sobre padres e hijos, identidad y sueños, en donde comparte elenco con Mónica Lairana, Diego Cremonesi y el novato Martin López Lacci. Diario Hoy dialogó con Castro en exclusiva para saber detalles de este particular personaje y cómo vive el momento de explosión de la ficción para plataformas internacionales.

—¿Cómo vivís la oportunidad de interpretar estos roles que te llegan tan intensos, productivos?

—Me encanta, me da un poco de temor de pronto de ser encasillado, pero lo disfruto muchísimo, son películas que tienen que ver con el estado político de nuestra región completa y me gusta que el cine tenga que ver con lo que está ocurriendo en nuestros territorios. Es lo primero que le exijo a un guion que me fascina, que tenga que ver con un sentimiento o posición ­política que tenga que ver con nuestra vida.

—¿Cómo seleccionás, más allá de esto, los roles, que por suerte llegan no solo por el cine, sino por las ­plataformas?

—Esto me tiene feliz, vengo de filmar una serie mexicana, en Chile, dirigida por Pablo Fendrik, con actores mexicanos, ahora estoy en Bolivia filmando con un director chileno y una actriz mexicana, a mí esto me fascina, ver cómo nuestro talento le hace peso un poco a la mirada norteamericana y europea demostrando que el sur también existe, y por suerte todo se reactivó de un día para otro. Yo estuve un año cesante y justamente ahora se reactivan las funciones presenciales en el teatro que tengo, con aforo reducido, pero todo reactivado y hay que trabajar y no hay posibilidad de decir que no. Yo elijo, en general, por mis emociones, por la historia, no importa la cantidad de escenas que sean, me importa la calidad de la película en total, el proyecto completo y las personas, que para mí es lo más importante.

—El director quería que vos seas el protagonista y a él no le importaba nada del acento, solo que lo encares con fuerza, ¿cómo lo ­encaraste?

—Mi primera experiencia fue con Benjamín Naishtat en Rojo, él fue a Chile y tuvimos dos ensayos y me pidió que leyera en “porteño”, lo hice, muerto de vergüenza, y me dijo, por ningún motivo lo harás así. En el set con Darío Grandinetti me dijo que bajara el chileno, que lo neutralizara, y con Juan Pablo fue lo mismo, y recordé lo que hizo Gael García Bernal en Chile, o Mercedes Morán, y creo que todos estamos buscando el hablar en español neutro para evitar privarnos de trabajar juntos por la estupidez de decir esto y no lo otro, porque lo importante es encontrarnos.

—Las producciones de plataformas comienzan a adiestrar el oído para entendernos mejor…

—Sí, yo veo series argentinas donde hay amigos y colegas míos y me las banco perfectamente, es una decisión política, también, y aquellas que tengan mucho slang o lenguaje de la calle pueden ­subtitularse.

—¿Fue difícil encarnar al ­personaje?

—Fue hermoso porque me jugué mucho en el paralelo con el karnawal, cuando el dios sale de la tierra, la gente sale a celebrar sus terrores, temores, pecados, pasiones, y entendí que el personaje tenía que ser como ese Dios, omnipresente, omnipotente, bueno y malo. Por indicación de Juan Pablo, además, sumé que sea encantador, una adolescencia eterna, un tipo sin hogar, que se apasione y ame a su hijo, mujer, a su manera, y la construcción fue con Mónica, con Diego, jugando en el humor, soltamos la tensión. No hubo que identificarse con nada especial, más que con el juego y con la dureza de una sociedad con gente que no pudo elegir su realidad, impuesta por el neoliberalismo. Ahora estoy rodando en Bolivia, y ha sido para mí un impacto enorme porque es un mundo que desconocía, y Karnawal se rodó en el Norte de la Argentina, también, conociendo un mundo en donde las mismas mujeres que están aquí abajo trafican, y los hombres brillan por su ausencia.