CINE

Murió Brigitte Bardot, la diva del cine que convirtió el escándalo en glamour

Ícono del cine y de la liberación femenina, Brigitte Bardot marcó una época con su magnetismo y su rebeldía. Tras abandonar la pantalla, volcó su celebridad a la defensa de los animales, sin dejar de provocar debates encendidos hasta el final.

La figura de Brigitte Bardot atravesó el siglo XX como un relámpago cultural. Sensual, indómita y ajena a los moldes, se convirtió en un símbolo global mucho antes de replegarse del cine para abrazar una causa que definiría su madurez: la protección animal. Fallecida a los 91 años, su nombre sigue evocando libertad, controversia y una influencia que desbordó largamente la pantalla.

Bardot irrumpió en 1956 con Y Dios creó a la mujer, film dirigido por Roger Vadim, su entonces esposo. La escena del mambo, descalza y con el cabello suelto, sacudió a una Francia conservadora y fascinó a Estados Unidos. Aquella imagen no solo la consagró: ayudó a correr los límites de una sociedad rígida y a instalar una nueva forma de sensualidad, natural y desafiante.

La intelectual Simone de Beauvoir captó el fenómeno con precisión: Bardot perturbaba porque hacía lo que quería. Su estilo —simple, sin artificios— se volvió aspiracional, mientras su vida privada quedaba expuesta a una persecución mediática incesante. Esa presión alcanzó niveles extremos incluso durante el nacimiento de su único hijo, Nicolás, experiencia que la actriz describió como traumática.

Cuatro matrimonios, romances célebres y una geografía mítica acompañaron su leyenda. Saint-Tropez dejó de ser un pueblo de pescadores para transformarse en epicentro de la “jet-set”, y La Madrague, su casa, fue escenario de visitas memorables: un joven Bob Dylan que le dedicó su primera canción o un John Lennon nervioso antes de conocerla. En el set, compartió escena con figuras como Jane Birkin, consolidando un aura cosmopolita.

En 1973, con apenas 38 años, Bardot dio un portazo histórico: abandonó el cine. Cansada del desgaste de la fama y del asedio de los paparazzi, inició su “segunda vida”.

La defensa de los animales —entonces una causa marginal— pasó al centro de su agenda. En 1986 creó su fundación, denunció el maltrato y se volvió una voz influyente del activismo antitaurino.

Con el tiempo, esa popularidad mutó en desconcierto. Sus declaraciones políticas y sociales, cada vez más ásperas, la colocaron en el centro de nuevas polémicas, incluidas sus simpatías por Marine Le Pen y condenas judiciales por incitación al odio. Bardot nunca moderó el tono: asumió el costo de hablar sin filtros.

Entre el mito y la contradicción, Brigitte Bardot dejó una marca indeleble. Fue estrella, musa, rebelde y activista. Y, aun lejos de las cámaras, siguió siendo un nombre capaz de encender pasiones y debates, como solo lo logran las figuras que cambian el pulso de su tiempo.