La nueva era
Un hombre volvió a caminar por un sistema que se activa con sus pensamientos
Tras un accidente había perdido la movilidad de sus piernas. Con dos implantes, científicos de Suiza y Francia lograron comunicar exitosamente el cerebro y la médula espinal.
Un hombre de cuarenta años que estaba parapléjico consiguió volver a caminar a partir de una conexión con una sofisticada máquina entrenada con inteligencia artificial. Fue gracias a los aportes de investigadores franceses y suizos que, de manera reciente, publicaron su desarrollo en la prestigiosa revista Nature. “Hace cuatro años ni siquiera soñaba con algo así. Recuperé la libertad”, dijo con emoción Gert-Jan Oskam. Ahora, según confiesa el paciente, puede subir escaleras y compartir una cerveza en una barra junto a sus amigos. En este siglo XXI, los milagros ya no se esperan de los dioses y sus religiones, sino que emergen de los laboratorios científicos.
El hito es concreto: si bien hasta ahora se había logrado que las personas como Oskam recuperaran la posibilidad de dar pasos gracias a un implante y un sistema de estimulación electrónica, por lo general, el inconveniente persistía porque no lograban controlar de forma natural sus movimientos. A partir de este nuevo avance, el panorama se transforma: basta con pensar en dar un paso, para que esa acción se concrete. La contribución de los investigadores fue realizada a partir de su trabajo en el Centro Hospitalario Universitario de Vaud, de la ciudad de Lausana (Suiza). Allí conocieron a Oskam, un holandés que desde hacía 12 años había perdido la movilidad de sus piernas gracias a un accidente en bicicleta. Formaba parte del ensayo desde 2016; un procedimiento que en fases previas había sido probado con éxito en roedores y en simios.
¿En qué consistió el aporte que volvió posible el sueño de Oskam? El camino no fue fácil. Para empezar, participó de diversas intervenciones quirúrgicas a través de las cuales le colocaron implantes: uno en la médula espinal y otros dos que conectaron al cerebro (uno en cada hemisferio) con un ordenador. Esta interfaz vinculó a los estímulos cerebrales y los tradujo en datos digitales, fenómeno que se concretó gracias al aprendizaje que realizaron tanto el paciente como la máquina (mediante inteligencia artificial).
Luego de que tuviera los implantes, como parte del experimento, debió seguir con una minuciosa rutina. Durante meses de entrenamiento debió imaginarse a él mismo moviendo las piernas. Una experiencia que puede pensarse fácilmente, pero que en la práctica no siempre resulta sencilla. Menos para un individuo en las condiciones que él enfrentaba: "Fue la parte más complicada, pensar en movimiento natural tras 10 años sin intentarlo", advirtió.
Dichos estímulos, sintetizados en algoritmos, se convirtieron en datos que, en una instancia posterior, llegaron a los implantes. En último lugar, la hipótesis de investigación aventuraba que esa información podría convertirse en movimiento. Y así fue: primero lo probó sobre un avatar y luego intentó pararse. Al rato, efectivamente, estaba dando sus primeros pasos.
Para colocar los implantes en ambas regiones del organismo, los pacientes futuros deberán cumplir con los dos requisitos que se corroboraron en el caso de Oskam. Uno de ellos es que el individuo tenga, al menos, seis centímetros de médula espinal sana, ya que allí se instalan los electrodos. Y, por otra parte, se deberá realizar una craneotomía, en la que parte del cráneo tiene que ser reemplazado por este dispositivo de tan solo cinco centímetros de diámetro.
En el presente, el paciente holandés se ayuda de un andador y del sistema que conecta a su cerebro con un ordenador. Uno de los beneficios colaterales es que, incluso cuando el sistema está desactivado, parece haber recuperado parte de sus facultades motoras y sensoriales. El equipo de especialistas suizos y franceses ya está trabajando, de acuerdo a la misma metodología, en un sistema capaz de otorgar movilidad a personas con problemas en brazos y manos.
El objetivo, de cara al futuro, es que este artefacto pueda reducir su tamaño e industrializarse para poder contribuir a mejorar la calidad de vida de más personas. En esta línea, la compañía holandesa Onward Medical ya consiguió el apoyo de la Comisión Europea para comenzar a escalar el producto. Aunque están entusiasmados, sus desarrolladores destacaron que por lo menos restan cinco años para que el acceso a las ventajas de esta iniciativa pueda democratizarse y llegar a todos.