solidaridad
Un viaje, un sueño y la solidaridad: de Ushuaia a Alaska tatuando areolas
El proyecto solidario nació de Diego Starópoli y su familia, que realizaron el viaje en un motorhome, y ayudó a que cientos de mujeres de países de todo el continente que había sufrido cáncer de mama
Diego Starópoli (50), Elizabeth Gordillo (50) y sus dos hijos Iván (18) y Thiago (12) partieron el 26 de diciembre de 2021 desde la puerta del comercio familiar Mandinga Tatoo en Villa Lugano a bordo de un utilitario totalmente equipado como casa rodante que bautizaron como “Cazador de Sueños”.
“Era uno de mis sueños desde la adolescencia y durante la pandemia nos planteamos ‘tenemos 50 años los dos, hace 32 años que estamos juntos, tenemos dos hijos ya adolescentes. ¿Qué estamos esperando? ¿A que nuestros hijos sean más grandes y no quieran venir con nosotros? ¿Quién te dice que vamos a llegar a los 60 ó 70, después de una pandemia como la que pasamos?’”, explica Starópoli. “El viaje también lo pensamos con una oportunidad para acercarnos más a nuestros hijos adolescentes y entre ellos como hermanos”, contó Elizabeth.
“Yo tatué mucho, sin parar, desde los 20 a los 41 años, de manera comercial. Después me dediqué a la parte más empresarial del negocio, pero las sobrevivientes me trajeron de vuelta a estar activo y hoy me dedico solo a esto como un homenaje también a las mujeres de mi familia, porque mi abuela y mi mamá tuvieron cáncer de mama y una tía falleció de esto”, explica Diego.
Si bien no realizaron tatuajes en todos los países que atravesaron, en algunos llegaron a tatuar a 76 mujeres en tres días. Y cuando esto ocurría, no pasó desapercibido para los medios locales ni para las autoridades, como el alcalde de Tegucigalpa que los reconoció como “visitantes distinguidos” de Honduras.
“Lo que logramos es que se entienda y conozcan lo que hacemos, porque en algunos países incluso los tatuadores no estaban al tanto de este tipo de trabajo”, contó Eli. El “Mandinga Tour” se desplegó por Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Estados Unidos y Canadá.
En algunos países, como México y Honduras, los Starópoli llegaron habiendo concertado previamente con tatuadores locales u organizaciones de sobrevivientes de cáncer de mama tanto la realización de sesiones de tatuajes sanadores como charlas de sensibilización y capacitaciones. En otros lugares, bastó que una mujer mastectomizada se enterara por las redes sociales que pasarían por su ciudad para que corriera la voz y un grupo de ellas accediera a tatuajes sanadores.
Por ejemplo, “En Esquel una mujer me llamó a mi celular diciendo ‘decime por favor que van a estar tatuando areolas mamarias porque yo estoy juntando plata para ir a Buenos Aires a tatuarme con ustedes’ Nosotros íbamos a estar solo una noche, pero fui a su casa a tatuarla”.
En el portaequipajes del Cazador de Sueños iban embalados los 30 banners desplegables con las fotos del antes y después de 30 personas del denominado club de “Los Fénix de Mandinga”: hombres y mujeres que hoy tienen cubierto con arte las marcas que les había dejado en la piel un accidente o la violencia de género.
"VOLVER A TENER MI AREOLA MAMARIA ES SENTIRME OTRA VEZ ENTERA", DIJO UNA SOBREVIVIENTE TATUADA
Andrea Gavilán, una sobreviviente chubutense de cáncer de mama que aprovechó su viaje de control a Buenos Aires para tatuarse gratuitamente la areola mamaria que le faltaba en la Fundación Mandinga Tattoo aseguró que volver a tener ambas areolas "es sentirme entera otra vez y volver a gustarme". "La mastectomía me la hicieron en el 2018 con reconstrucción inmediata de la mama, así que no estuve sin uno de mis pechos porque en la misma cirugía me pusieron un implante. Pero sí estuve todo un año sin pezón, solo con una cicatriz y me pasaba que me miraba al espejo y no me reconocía", contó después de que otro sobreviviente de cáncer, el tatuador Mariano Starópoli la tatuara en el estudio Mandinga Tatoo de Villa Lugano.
La mujer explicó que se enteró de esta iniciativa solidaria que ya lleva más de 2.100 mujeres tatuadas de manera gratuita en Argentina y otros países americanos, "por una nota en un canal de televisión" y cuando "ya había averiguado para hacerlo privado pero era muy caro para mí. Tener mi areola es sentirme otra vez entera, volver a mirarme y gustarme", dijo con voz entrecortada por la emoción y mirada por los ojos igualmente llorosos de su esposo que la aguardaba a un costado.
Sobre los tatuajes sanadores de la Fundación Mandinga y el Mandinga Tour estuvo siguiendo por las redes sociales, consideró que "es una iniciativa fabulosa" porque además permite "concientizar sobre el cáncer de mama, porque con prevención te salvás. Hay otras mujeres sobrevivientes que no quieren hacerse nada, ni siquiera un implante y me parece sumamente respetable, pero a mí no me era fácil verme con la cicatriz. Estoy muy contenta", resumió.
"En mi caso solo lo veo yo y me han dicho '¿para qué tatuarte la areola si no se ve?', pero lo veo yo y me ayuda, me gusta, necesito verme así", dijo. Es que si bien la mayoría de los tatuajes sanadores realizados fueron areolas mamarias, también hubo sesiones gratuitas para tapar cicatrices, otro de los ejes de trabajo de la Fundación Mandinga Tatoo.
Y esta muestra itinerante y portátil desembarcaba con ellos cada vez que les ofrecieron un espacio para montarla, ya sea en el local de una fundación, en una embajada o al aire libre. Cuando había oportunidad, desplegaban también una segunda exposición fotográfica en formato banners de vinilo, con las imágenes de 15 sobrevivientes de cáncer de mama con su areola reconstruida y un breve texto de cada una.
En estos siete meses de rodar por el continente americano pasaron muchas cosas también a nivel familiar, como los 18 de Iván y la areola tatuada número 2000 cuya beneficiaria fue una mujer mexicana. También se hicieron un tiempo para encontraron en Baja California con otra familia de viajeros argentinos en motorhome, los Amunches que llevan 19 años recorriendo América. “Estuvimos con nuestros motorhome estacionados al lado, junto al mar turquesa, con delfines, con tiburones con mantarrayas. Bien de película”, recordó Eli.
Un punto de quiebre en el viaje se produjo cuando el mayor de sus hijos, estando en Los Ángeles y faltando 4.800 kilómetros, para llegar a la frontera con Alaska, les imploró volver solo a Argentina porque extrañaba demasiado. “Le sacamos un pasaje y dos días después éramos tres”, contaron.
Más allá de que Iván “era el único que hablaba inglés”, ya nada fue lo mismo para la pareja, que acortó en varios meses el viaje por ese retorno anticipado.
Ya devueltos totalmente a la rutina, la familia comenzó a extrañar los días de ruta y quieren embarcarse nuevamente en una aventura incluso a escala planetaria, aunque ahora ya no les molestaría financiarlo a través de una realización audiovisual, ya sea como una road movie o una miniserie documental. “Si a mí me hubieran planteado el viaje así yo hubiera dicho ‘ni loca’ pero me di cuenta que me puedo adaptar a cualquier cosa, que tengo esa flexibilidad”, dijo Eli “A mí me dio libertad, medio que me cagó la vida porque yo ahora estoy desesperado por salir a la ruta”, acotó Diego.