Entrevista
Vanessa Ragone revela detalles del documental sobre José Luis Cabezas
Corría el año 1997 y el asesinato con tintes mafiosos del reportero gráfico ponía en evidencia la corrupción y connivencia entre el poder político y la Policía.
El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas es una de las propuestas más vistas de Netflix, que tiene a Alejandro Hartmann en la dirección y a Vanessa Ragone, una vez más, en el rol de productora.
La propuesta revisa de manera tradicional el asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, recuperando archivos personales del fotógrafo que recibió sentencia de muerte tras haber fotografiado al empresario postal Alfredo Yabrán que, hasta el momento, se había mantenido desde las sombras digitando destinos, eligiendo quién podría, y quién no, vivir.
Para conocer los detalles de la propuesta, este multimedio dialogó con Ragone, una de las más talentosas figuras de la industria audiovisual nacional.
—Venís del cine documental, ¿qué fibras íntimas te toca personalmente al poder exportar estos productos de lo real?
—Una especie de bendición para un aspecto de mi actividad que quiero mucho, empecé haciendo documentales, soy docente de documental, lo documental me atraviesa, soy productora porque empecé a producir mis películas, y la oportunidad de estrenar de esta manera, con recursos económicos que son difíciles de tener para proyectos documentales. Entiendo que no se había contado aún esta historia por este punto, y todo esto me hace muy feliz, sintiendo que se puede revalorizar un género importantísimo cuyo valor de verdad es único a partir de una experiencia que no se tiene. Conozco inmensos documentalistas argentinos y argentinas cuya obra no se conoce, y el espacio y lugar que nos ha dado Netflix es importantísimo para superar esto.
Gran parte de esa sensación, en relación al crimen de José Luis Cabezas, es lo que impulsó el proyecto, pese a que hubo condenados, que volvieron rápidamente a su vida cotidiana, sin importar una familia y una sociedad herida. Por eso lo vivo con responsabilidad, preguntándome en cuestiones tan complejas de nuestro país, porque a diferencia de Carmel, donde no se encontró al asesino de María Martha, aquí hay asesinos confesos y gente que fue a la cárcel y sin embargo hoy se tiene que seguir reclamando por justicia, o al menos memoria por un crimen que se consumó y tiene gente suelta en la sociedad, como dice Gabriel Michi.
—¿Cómo fue el proceso de selección de los entrevistados e investigación? A mí particularmente me hubiese gustado que estuviera presente la hermana de José Luis, por ejemplo…
—Como en todos los documentales, tanto a Alejandro, el director, como a mí, nos interesaba la figura de Yabrán, yo soy hija de fotoperiodista, por lo que el crimen de Cabezas me impactó y conmocionó mucho y además conocía al Dr. Alejandro Vecchi, que escribió dos libros muy personales sobre el caso y me parecía raro que no se había hecho nada sobre el caso.
El primer abordaje fue al Dr. Vecchi, junto con él fuimos a hablar con Gladys Cabezas, quien estaba interesada en un principio y luego decidió no participar; no tengo una razón, pero sé que ella lleva el pedido de justicia de su hermano de una manera particular, tal vez sintiendo que se iba a realizar una espectacularización, que no la hubo, pero finalmente ella no se sintió con ganas de sumarse y lo lamento mucho, porque creo que su voz hubiera sido trascendental aquí.
Tenemos la voz de su abogado, la voz de la viuda de José Luis, Cristina, en archivos, porque no quiso volver a hablar, y es entendible, porque es reabrir una herida, y también hay voces del entorno de Yabrán, porque entendemos que cuantas más voces haya para expresar puntos de vista de cada uno y la densidad humana en cada caso, es más interesante, pero tiene que ver con que el otro quiera o no meterse.
—¿Cómo se buscan imágenes en un país donde el archivo y la memoria audiovisual no existe?
—Primero dar con los materiales es una tarea compleja, los canales de televisión lentamente van ordenando sus materiales, muchas veces el material es grabado del aire, que exige mucho trabajo de posproducción, y el problema de memoria que tenemos lo tenemos hasta en los materiales de archivo y justamente que la película tenga materiales que se vean bien es por el trabajo de post que tuvo gracias al presupuesto, imposible en otro tipo de propuesta.
Ahora estamos con un proyecto documental sobre Lohana Berkins, que viene un poco de la mano de derechos en la Argentina, hace poco escuché un discurso suyo y es impactante, una figura que no tenemos que olvidar ni dejar que se pierda, así que por un esfuerzo más personal de la productora estamos trabajando para poder hacerlo este año, además de seguir con investigaciones de casos policiales que nos interesan a Alejandro y a mí. En esos casos, más que lo policial, nos gusta verlos como un síntoma de época de una sociedad, así que estamos viendo los contextos porque hablan de algo de la Argentina en determinado momento. Seguimos, porque lo documental me interesa siempre en distintos formatos.
Revelaciones
—¿Qué descubriste de este caso en la investigación que permitió impulsar el largometraje o la serie sobre María Martha García Belsunce?
—En ambos casos un poco más de las víctimas, porque se sabía más de los sucesos que de las personas. Tanto en el caso de María Martha como en el de José Luis, que era uno como nosotros, que salía a trabajar y un día le pegaron dos tiros, y esa sensación que dice Lorena Maciel, que es que si al fotógrafo de la revista más importante del momento le hicieron eso, qué podían hacer con nosotros, subrayando que el trabajo del periodista o del documentalista tiene riesgos que ni siquiera se piensan. Volviendo a José Luis, descubrí muchas cosas que me recordaron, de la profesión, a mi padre, que por hacer una foto hacían lo que fuera. Y a nivel de la historia, que no tenía tan presente, es la centralidad de Eduardo Duhalde en el caso, que pasa por la zona del crimen, luego se entera quién era, sigue las pistas del caso, pierde su carrera hacia la presidencia, y luego llega en otro momento, por eso está ubicado donde está ubicado en la película, con su necesidad de resolver el caso cuanto antes. Esa centralidad era algo que no me había percatado hasta hacer el documental y verlo al montarlo.