discurso de odio

Crecen las agresiones contra las personas lgbti

Las agresiones cotidianas contra las personas lgbti crecen exponencialmente: xenofobia, racismo, discriminación, transfobia. No es casualidad. La eliminación de las políticas públicas contra la discriminación del colectivo y el discurso de odio convertidos en palabra de estado tienen efectos directos: más y más violencia.

¿El mundo está retrocediendo? Hace meses que tengo una sensación extraña. Miro a mi alrededor, escucho los comentarios de las personas en la cola del supermercado o la verdulería, veo la intolerancia y lo irascible ante cualquier situación cotidiana. Ni hablemos de lxs conductores: no recuerdo haber vivido en la calle una época con tanto exceso de bocinazos. Las puteadas están a la orden del día, obviamente. Con una situación económica como la que estamos atravesando, con la suba de tarifas en medicina prepaga y remedios, alquileres, alimentos, servicios, nafta y etcéteras, cada día se hace más difícil llegar a fin de mes con los salarios tan devaluados.

No dudo de que esto genere malestar y estrés, pero el clima que estamos respirando se alimenta de otros caldos. El discurso que se instaló poco a poco deja la olla lista para que toda bronca cotidiana tenga un culpable al que calcinar: son todos ñoquis, la gente no quiere trabajar, con la mía no, la casta, son todos chorros, bien despedidos están quienes “viven del Estado”. En este mismo guiso se asocian y licuan consignas que el progresismo (y otros que quieren simplemente vivir en un mundo más justo y menos violento) han adoptado: lenguaje inclusivo, igualdad de género, condena a la discriminación, etc.

El 31 de marzo, por el Día Internacional de la Visibilidad Trans, escribí algo en mis redes sociales que tuvo gran repercusión, un alcance en 700 mil cuentas, miles de comentarios, cientos de veces compartido. Si bien todo lo relacionado con el colectivo LGBTIQ+ nunca obtuvo un consenso absoluto, siempre se filtraban unos cuantos comentarios transfóbicos. En esta publicación, la cantidad de odio volcado me dejó espantada. No por el comentario transfóbico en sí, más que nada por la violencia desmedida: es como si el cierre del INADI diera rienda suelta a la discriminación contenida.

La violencia es desmedida: podemos no coincidir en muchos pensamientos, pero burlarse de las personas trans y naturalizar las violencias de género es un gran retroceso. ¿Dónde quedó la empatía? La empatía se supone que es aquello que nos une ante el dolor o sufrimiento ajeno, nos humaniza este registro. ¿El hartazgo de políticxs que se enriquecen mientras el pueblo sigue empobreciéndose nos volvió inhumanos?

Como sociedad habíamos logrado enormes avances y no sólo a nivel legislativo; en lo cotidiano se podía percibir la inclusión en algunos barrios, espacios puntuales eran mucho más amigables. Obviamente que este cambio social y cultural se lo debemos a los años de debates y luchas en las calles.

Cada vez que toco estos temas no faltan las voces que dicen que canso con esta cuestión, que deje de victimizarme, que suelte. Para mí sería mucho más fácil subir videos de makeup o de mi pelo, con diferentes looks de ropa que a mis seguidores les fascinan y me llenan de “likes” y comentarios hermosos. Lo que más vende, en mi caso, es cerrar la boca y no opinar de temas que generan grietas, transfobia, debates que incitan al odio de muchxs y el pensamiento de otrxs. No tengo necesidad: soy una mujer trans privilegiada, me va bien en mi carrera, estoy conduciendo un programa histórico de la televisión como Intrusos del espectáculo, viviendo y haciendo lo que me gusta. Siento el enorme cariño del público que me sigue hace treinta años y me lo demuestra en cada lugar público que piso y por mis redes. Podría quedarme callada, pero ¡no! Que yo experimente una vida privilegiada gracias a mi trabajo no me impide ver la triste realidad que vive gran parte del colectivo LGBTIQ+.

Les quiero contar a lxs que dicen que nos gusta victimizarnos que desde el cierre del INADI las agresiones discriminatorias crecieron exponencialmente: xenofobia, racismo, discriminación, transfobia. Sin ir más lejos, la semana pasada entrevisté a Oriana Junco, que contó un episodio discriminatorio que vivió en un local de pasta, cuando un matrimonio se dirigía a ella en masculino. Oriana desdramatiza la situación con humor por su personalidad y seguridad ante la vida. Pero si este episodio le tocara a una chica o chico insegurxs, débiles o en plena transición... ¿Que pasaría? Cualquier cosa puede suceder, la no aceptación se correlaciona con depresión y con suicidios según las estadísticas mundiales.

En la misma semana, leo en las noticias que el diseñador Santiago Artemis fue agredido mientras caminaba por el barrio de Recoleta en plena vía pública. Para lxs que no conocen a Santiago, es una persona muy extrovertida que se expresa a través de la moda con looks superextravagantes que van desde vestidos o faldas con muchos colores a sobrios trajes con collares de perlas, con mucha bijouterie.

No es casual que estos ataques hayan sucedido con tan poca distancia de días. Son las consecuencias de tener un gobierno que elimina las políticas públicas hacia nuestro colectivo y que además se maneja con violencia en sus acciones. Si las violencias mutan de las redes a la calle, volveremos a caminar con miedo, como en los años oscuros del pasado. Hoy la libertad está en franco retroceso.