La basura textil

De Atacama a tu placard: la ropa que descarta el primer mundo se remata en el conurbano

En lo que va del 2025 los fardos de ropa usada importada entraron masivamente al país y cambiaron la forma de vestirse de miles de familias. Una tendencia que tiene consecuencias ambientales y que le pega de lleno a la industria textil local, pero también es fuente de ingresos para los que se caen del sistema.

Una, otra, otra más… Con una paciencia infinita, Ivana, Marcelo y Rodrigo deslizan las perchas colgadas a lo ancho y largo del salón enclavado en el sur del Gran Buenos Aires. Hay feria de “ropa americana” y con sus ojos entrenados en la búsqueda de “joyitas” analizan cada una de las prendas arrugadas y abarrotadas. Saben a dónde apuntan y logran separar de esa enorme maraña de mangas y piernas de pantalones lo que más les interesa: ítems de primeras marcas, con etiqueta o usadas, a precios de ganga. Los dos primeros lo hacen para renovar su placard. El tercero, para revender y sumar unos pesos a su economía. Todos ellos forman parte de un fenómeno que no para de crecer en todo el país: la venta de ropa descartada por Estados Unidos, Europa y las grandes economías desarrolladas.

Se trata de una tendencia que explotó en los últimos meses y que encendió las alarmas en la industria textil nacional. Desde la Fundación Protejer explicaron que la importación de fardos de indumentaria de segunda mano -prohibida en Argentina desde 2010 hasta 2022, por cuestiones de salud pública, higiene y seguridad de productos y también para resguardar la producción local- se disparó a partir de 2024. Si bien las restricciones habían terminado dos años antes, con la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada y las desregulaciones indiscriminadas la situación escaló. A octubre 2025, la actividad aumentó un 26.538% interanual en cantidad.

Estos datos, aunque contundentes, dejan fuera de la ecuación una de las razones de este boom de consumo: la social. ¿Qué hay detrás de los cientos de eventos y ferias que se multiplican principalmente en el AMBA? ¿Quiénes compran estas prendas y por qué lo hacen? ¿Cómo llegan a las manos de las familias?

Ropa a precio ganga: vestirse con desechos yanquis

Con el fardo de ropa usada ya instalado en el país inicia un nuevo circuito: el de su comercialización. Principalmente, las prendas llegan a los consumidores por cuatro vías: ferias itinerantes en el conurbano bonaerense, locales a la calle con probadores, aire acondicionado, espejos, vendedoras y ambientación, remates en redes sociales -principalmente en Tik Tok- y comerciantes de otros rubros que suman “un fardito” para llamar la atención de nuevos compradores.

La búsqueda de tesoros entre los percheros puede ser frustrante. Por cada prenda sin usar que conserva su etiqueta hay decenas rotas, muy gastadas o sucias. Cada ítem es su único ejemplar, por lo cual conseguir diversidad de talles es imposible. En algunos casos, como la ropa proviene de Asia el promedio de talles es inferior a la media que tenemos en Argentina. Tampoco se pueden hacer cambios: lo que se lleva, queda.

Poco de eso importa al ver los precios. Una remera puede costar $3 mil, las camisas unos $6 mil, los pantalones menos de $10 mil y los buzos y camperas de abrigo van entre los $15 mil y los $25 mil. Algunos comercios hacen una “curaduría” y solo venden las prendas que están impecables. Es el caso de New Moda Baires, que tiene sucursales en Lomas de Zamora, Lanús y CABA. Daniela cuenta que es clienta frecuente del local porteño y que le gusta porque “tiene cosas diferentes a otras boutiques y los precios son muy buenos”. Algo similar ocurre con Gisela y Milka, dos amigas que llegaron al lugar por recomendación de una conocida y están sorprendidas por lo barato de las prendas. “Es más barato que en Flores (el circuito de ropa mayorista de la Ciudad), todo está bien presentado y hay probadores”, dice una de ellas, mientras la otra le muestra un vestido a $14 mil. “Me encanta”, comenta.

El panorama en las ferias es diferente. Allí la experiencia de compra es otra cosa. La ropa se acumula en pilas en mesas y estalla en los percheros, donde hay de todo Algunas son de marcas internacionales del segmento “premium”. Estas últimas son las más preciadas. Encontrarlas es difícil, pero no imposible. Rodrigo recorre el salón de un club de Avellaneda en busca de esos “tesoros”. Tiene el ojo avezado, ya que compra para revender por sus redes sociales. Explica que lleva 15 años en este negocio, que antes fue su principal ingreso, pero que hoy solo le da un extra para llegar a fin de mes. “Ahora hay mucha más competencia”, reconoce antes de guardar lo que se lleva en una mochila y salir a tomar el colectivo sobre la avenida Hipólito Yrigoyen.

En otra punta de la feria, Ivana y su hermana, Claudia, se mueven como peces en el agua. No es la primera vez que van a estos eventos y saben elegir “lo mejor”. La enorme bolsa blanca de rafia sintética -como las que se usan para acopiar arena o escombros- que tienen a sus pies, lo demuestra. Está llena hasta la mitad, y siguen revolviendo. “Es como comprar en Estados Unidos, mismas marcas, misma calidad”, dice con entusiasmo Claudia, quien cuenta que llevan prendas para sus hijos y esposo. “Vestimos a todos”, comenta. Y resalta que en su mayoría llevan ropa “con etiqueta”. A su lado, Ivana mide con un centímetro una campera y revela con orgullo que -semanas atrás- en la misma feria compró “una remera Armani original, nueva, por $4 mil”. En su gesto comprador se reproduce la cultura del descarte que es motor de este fenómeno. “Mirá esta malla, no sé si me queda, pero la llevo igual, si no la regalo, o la tiro”, resume una de ellas.

Marcelo y su esposa viven a pocas cuadras del club. Se enteraron de los eventos de ropa de EE.UU. al pasar por el lugar. Explica que viajan al exterior seguido y compran su ropa para todo el año afuera y que acá consiguen “lo mismo y hasta más barato”. En los días de descuento, relata, se forman hasta cuatro cuadras de fila para entrar a comprar prendas a mitad de precio. “Hay cosas buenas, pero manchadas, pero por el precio tan económico me las llevo igual. Me la juego”, agrega. Mientras todos ellos revuelven la montaña de ropa en busca de la prenda de oro, el Indio Solari grita desde el parlante: “Ropa sucia, fuera”.

De fabricante a feriante: la economía de subsistencia en la era Milei

Cada fin de semana, en el Conurbano se realizan decenas de ferias de “ropa yanqui”. Esa es la denominación más popular para este tipo de eventos, aunque ese no esa el único origen de las prendas que se ofrecen por unos pocos pesos. La ropa se remata en locales comerciales, en predios alquilados, galpones o a través de redes sociales. Marcos, quien pidió no ser identificado con su nombre real, contó cómo encontró en la organización de estas ferias su medio de subsistencia tras haber tenido que cerrar su local en 2024.

“Vendo ropa hace casi veinte años. De chico vendía en la calle la ropa que fabricaba mi vieja. De más grande, empecé con las ferias americanas”, dice este hombre que llegó a tener cuatro locales propios. “Con Cristina fue la época que más vendí”, recuerda. En sus negocios ofrecía calzado, indumentaria y también prendas importadas que traía en fardos desde Jujuy. En el gobierno de Macri se tuvo que achicar. Le quedó un solo negocio que cerró definitivamente en pandemia.

Buscavidas, como se define a sí mismo, se puso a fabricar camperas. “Me fue bárbaro”, afirma. Al año siguiente quiso repetir la experiencia y reinvirtió lo que había ganado. La apuesta salió mal: el taller con el que trabajaba tardó en entregar la mercadería. Perdió todo y en 2024 tuvo que empezar de cero. Así fue que empezó a organizar estas ferias en zona oeste del GBA. Ahora, sábados, domingos, feriados y en fechas especiales como Navidad hace tres eventos simultáneos: dos en zona oeste y otro en el sur, que promociona entre los 200 mil seguidores que tiene en Instagram. Puede sostener a su familia y también da trabajo a jóvenes de contextos vulnerables. “No es que me salvo yo y los demás no me importan, trato de ayudar porque sé lo que es ser pobre”, explica.

Cuenta que consigue los fardos de ropa de un importador y que, aunque sus prendas son súper accesibles, no siempre gana. En algunas ferias, como en la de Avellaneda, este mes con las ventas solo cubrió los gastos del alquiler del club donde se hacen y los sueldos de sus empleados. Sabe que sería más fácil seguir con los eventos en las zonas más rentables, pero dice que los mantiene para “no dejar en banda a los pibes” que trabajan con él. “Si a mí me va bien, crecemos todos”, remarca. Como ejemplo, comenta que los clubes de barrio que alquila pudieron hacer mejoras que benefician a chicos que asisten a sus actividades deportivas y culturales. Marcos dice que siente una triple responsabilidad social: con sus empleados, con los micro emprendedores que le compran para revender y ganarse el mango y con los clientes finales, que van a sus eventos para vestir a sus familias, algo que ya no pueden hacer con los precios que tiene la ropa en los shoppings y otros circuitos. “Con Milei, el pobre es más pobre y la clase baja se cayó, por eso vienen a mis eventos. Así de simple”, resume.

En las vísperas de las Fiestas, su feria en el sur del GBA está repleta de mercadería, pero el movimiento no acompaña. Su explicación es que, como un sector de los trabajadores cobró el aguinaldo y tienen unos pesos más en el bolsillo, compran en otros lugares o incluso en las plataformas Chinas como Shein. “Saben que la calidad no es buena, pero se dan el gusto de tener algo nuevo. Acá compran cuando no tienen un mango y me agradecen por poder vestir a sus familias, aunque sea con algo usado”, concluye.

Ruta al corazón del fardo de ropa usada

La ropa usada que es furor en el Conurbano inicia su circuito a miles de kilómetros de Argentina. Esencialmente, son prendas descartadas por el norte global, que en lugar de darle tratamiento a sus desechos textiles, los manda en barco a países periféricos para ahorrarse la contaminación en sus territorios. En un mismo fardo pueden convivir el sobre stock de las principales marcas de ultra fast fashion —como Shein y Temu, pero también Zara, Forever 21, HyM, solo por nombrar algunas—, con el remanente de las donaciones a la caridad de quienes renuevan su vestidor cada temporada y basura textil que es desechada por estar sucia o rota.

Desde la fundación Pro Tejer relevaron que el 84% de los fardos de ropa usada que entraron al país durante 2025 lo hicieron por la aduana de Jujuy y llegaron, por lo general, desde el desierto de Atacama, el territorio chileno conocido por ser cementerio de descartes textiles provenientes de Europa, Estados Unidos, Rusia, China, Turquía y Dubai. Antes de que el fenómeno desembarque en Buenos Aires, en Jujuy ya se había montado un circuito económico alrededor del fardo, con enormes ferias en donde esta ropa era el producto estrella.

Otros llegan directamente al puerto de Buenos Aires, como es el caso de AJ, una multinacional de origen árabe que se presenta en redes sociales como una importadora de fardos que vende al por menor y ya cuenta con sucursales en Castelar y Córdoba. Según promocionan, sus productos están cuidadosamente seleccionados y son de calidad premium. Venden de 25 o 40 kilos, de primera y de segunda selección. Los fardos están divididos en categorías de mujer, hombre, niños, deportivo y accesorios con precios que van de 150 a 500 dólares más IVA, dependiendo de la calidad y el estado de las prendas.

Además de su precio ridículamente barato, el fardo de ropa usada importada tiene otra característica particular: su olor. Entre los percheros de ofertas, una mezcla de químicos que viajó miles de kilómetros contenida en un envoltorio plástico se hace camino hasta penetrar en la garganta de compradores y curiosos. Tan característica es esa fetidez que algunos revendedores destacan lo perfumadas que están sus prendas como un plus a la hora de conseguir nuevos clientes.

Recientemente, el Ministerio de Salud de la Nación sugirió que los fardos de ropa usada sean desinfectados antes de entrar al país, pero no aclaró quién debería completar esa tarea, ni en que condiciones. “Yo puedo traer un papel que está firmado en China que dice que le pasaron un ‘puff puff’ y que con eso ya está desinfectado, o si la procedencia de esa mercadería es chilena y el origen es este de Estados Unidos, entonces, ¿quién hace la desinfección?”, ejemplifica el presidente de la fundación Protejer, Luciano Galfione en diálogo con este medio.

Más allá de lo desagradable para el olfato, los químicos con los que son rociados los fardos de ropa usada pueden representar riesgos sanitarios para la población en general y contaminación ambiental si el Estado no resuelve a donde irán a parar los descartes del descarte primermundista. ¿Argentina será el nuevo basurero textil del mundo?

Competencia desleal, riesgo sanitario y contaminación ambiental

La otra cara de este fenómeno que explotó en 2025 es la pérdida de competitividad de la industria textil argentina. Un sector que, según datos del Indec, en octubre alcanzó una capacidad instalada del 32,5%, el peor número del año. Galfione considera que se llegó a esta situación por varios factores, pero principalmente, gracias a las desregulaciones del gobierno de Javier Milei.

Las principales flexibilizaciones que se relacionan con la circulación de ropa importada, usada o nueva, son dos. La primera, la que eliminó los precios mínimos obligatorios para la importación de textiles. De esta manera, un fabricante extranjero puede ingresar al país con precios muy por debajo de lo que pueden ofrecer los locales –práctica también conocida como dumping– y de esa manera cautivar a una porción del mercado. “Si vos, por ejemplo, estás importando un jean a 50 centavos de dólar no sé cómo hiciste, porque la materia prima para fabricar ese jean ya vale 2 dólares”, comenta Galfione respecto de la dudosa procedencia que tienen algunas prendas importadas.

Adicionalmente, el ministro desregulador Federico Sturzenegger también eliminó la normativa que establecía la obligatoriedad de la declaración de composición de producto. Es decir, las etiquetas que precisan con cuanto porcentaje de cada material fue elaborada determinada prenda. Una medida que va a contramano de las medidas impuestas por países europeos, en donde obligan al fabricante a responsabilizarse por la trazabilidad y transparencia en la elaboración y distribución de sus productos.

Aun así, los fardos legales -porque, sí, también entran al país de contrabando- ingresan por aduana en una posición arancelaria similar a la que se usa para importar trapos, cuenta. “Por eso viene clasificado en fardo, porque si yo tuviese que clasificar esa prenda como se clasifica la indumentaria hay que individualizarla”, asegura.

De todas maneras, reconoce que el consumidor no es el responsable de la situación compleja que atraviesa el sector textil nacional. Por el contrario, asocia esta nueva modalidad de consumo a la crisis económica. “Es genuino que la gente necesite consumir más barato, porque la está pasando muy mal”, reconoce el empresario, pero resalta que esos productos, muchas veces, no cuentan con los resguardos sanitarios necesarios para garantizarle seguridad a los usuarios. “Entiendo a la población porque todos estamos pasando un momento muy complicado y ahí está el problema y el dilema”, resume.

Como posible respuesta a esta problemática, sugiere varias alternativas de trabajo. Una de ellas es una exhaustiva revisión de los impuestos que hacen crecer el precio de la ropa en Argentina y una eventual quita de gravámenes para los sectores populares, para que puedan renovar sus roperos a precios accesibles. Desde su lugar, Marcos también se muestra preocupado por el impacto negativo para el ambiente que puede tener su actividad y hasta pide información verificada de la contaminación que provoca. “Así también puedo generar conciencia entre los consumidores”, concluye.