Con desechos

Ingenieras bonaerenses crean pilas recargables con yerba mate

Se trata de un desarrollo de profesionales de la Unicen, con ensayos exitosos, buscando que puedan producirse a gran escala.

Ingenieras de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen) elaboran pilas recargables a partir de yerba mate usada, un residuo orgánico domiciliario que tiene la capacidad de almacenar energía. Los ensayos se realizaron en España gracias a una beca otorgada por la Fundación Carolina y el Ministerio de Educación y fueron exitosos, con miras de que puedan producirse a gran escala.

Aunque comúnmente se las conoce como pilas, se trata de dispositivos de almacenamiento de energía denominados supercapacitores, que guardan y liberan la energía de forma veloz.

Los supercapacitores no reemplazan a las pilas sino que se utilizan como complemento. Cuando se necesita una respuesta energética rápida funciona esta pila y cuando se requiere menor cantidad por un período más largo de tiempo funciona la batería correspondiente al equipo.

Para que los supercapacitores almacenen energía se necesita de carbón activado, un material que hasta ahora se obtiene a partir de la quema de maderas. “La diferencia entre cualquier carbón activado que hoy se vende y los que nosotras fabricamos es que los primeros se hacen a partir de carbón mineral o de plantar y talar árboles, algo que no es muy amigable con el medio ambiente”, destaca Marcela Bavio, científica del Conicet que coordina las investigaciones sobre energías renovables en la Facultad de Ingeniería de la Universidad.

Además de la yerba mate, las investigadoras trabajaron con otros desechos vegetales como el rastrojo de trigo y de maíz, los restos de la industria medicinal del cannabis, el bagazo que queda como sobra de la industria cervecera, la poda de olivo y alperujo, un subproducto de la extracción de aceite de oliva.

De este modo, ya no se necesitan hacer nuevas plantaciones y esperar a que los árboles crezcan ni tampoco extraer el carbón mineral, sino que se reemplaza por residuos de diferentes industrias que pueden ser tratados para convertirlo en carbón activado.

“La etapa de laboratorio ya la terminamos y tuvimos resultados excelentes. Ahora estamos tratando de conseguir financiamiento para poder saltar a la siguiente etapa que sería la escala piloto”, señala Jerez. El propósito es alcanzar un mayor volumen de producción y obtener parámetros para conocer cómo funcionaría el proceso escala industrial.

“Queremos trasladar todo este conocimiento que generamos a la industria nacional porque, en la actualidad, el 90 por ciento de los carbones activados que se utilizan son importados. Queremos valorizar los residuos abundantes en el país para generar nuevas fuentes de trabajo, nuevos conocimientos y producir el menor impacto ambiental posible”, resalta la ingeniera.