La cuarentena que no fue: crónica de un día negro en la ciudad y el país

Después de 15 días de correcta cuarentena, con los ciudadanos argentinos respetando el aislamiento social obligatorio dictado por el Gobierno nacional, llegó el día en que todo se desmoronó, y lo peor de todo es que fue algo completamente previsible. Ante la imposibilidad de millones de jubilados y pensionados –más beneficiarios de planes sociales- que […]

Después de 15 días de correcta cuarentena, con los ciudadanos argentinos respetando el aislamiento social obligatorio dictado por el Gobierno nacional, llegó el día en que todo se desmoronó, y lo peor de todo es que fue algo completamente previsible. Ante la imposibilidad de millones de jubilados y pensionados –más beneficiarios de planes sociales- que no pueden cobrar sus haberes por cajero automático ya que no tienen tarjeta de débito y dependen de la atención personalizada en los bancos, estos resolvieron abrir sus puertas hoy, para entregar un poco de calma y tranquilidad a los sectores más vulnerables de la sociedad.

La correcta intención -que los abuelos y los más necesitados tengan dinero para afrontar la confinamiento- chocó con la realidad de un país desprolijo y caótico. Así, no hubo una entidad financiera en todo el país que no se haya visto colapsada. En La Plata, llegaron a haber más de cinco cuadras de fila para poder ingresar a las entidades y ser atendidos. Hubo jubilados que se desmayaron después de eternas horas de espera. Otro que, en Buenos Aires, sufrió un ACV. Se sabía que eso iba a pasar, y pasó. En medio del conflicto, con personas de la tercera edad a merced del coronavirus, se informó que los bancos abrirán también mañana y el domingo, además del lunes y el martes, como ya estaba estipulado.

Pero nada solucionó el problema que ya estaba gestado. Y, por supuesto, los vivos de siempre aprovecharon la oportunidad de salir de sus casas, pese a que nada tenían que hacer fuera de ellas. De pronto, las calles se llenaron de jóvenes y de autos, transitando por avenidas; los caminos Centenario y Belgrano recibieron a muchos de ellos. Por un día, eterno día, no pareció que estemos en cuarentena.

Hubo ancianos que arrancaron a hacer fila a las 10 de la noche de ayer. Otros que sumaron durante la madrugada de este viernes, con la idea de ser atendidos rápidamente al ser conscientes de lo que iba a pasar.

Lo que pasó hoy fue una bomba de tiempo, cuyos resultados los sabremos en aproximadamente una semana. Se envió a las calles al sector más vulnerable. A los ancianos. Los que más padecen –demostrado en estadísticas- el ataque del Covid-19.

Sólo por mencionar algunos ejemplos, en el Banco Industrial de 13 y 59 hubo 200 metros de cola, en el Banco Provincia de 137 y 66, en Los Hornos, 150. En el Provincia de City Bell, otros 200 (en la plaza principal de esa localidad, donde se aglutinan las financieras, había no menos de 200 personas en horas del mediodía), mientras que en el Supervielle de 7 entre 42 y 43, la fila llegaba hasta 43 y daba la vuelta.  

Fue tan grave lo sucedido que el propio Alberto Fernández, presidente de la Nación, se enfureció con el Banco Central, la Anses y el sindicato bancario, y ahora se analizan nuevos cronogramas de pagos. Y, al parecer, los responsables de este despropósito podrían pagar con sus cargos el descontrol generado, ya que el Defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, pidió las renuncias del titular de la Anses, Alejandro Vanoli, y del secretario de Seguridad Social, Luis Bulit Goñi. “No hubo ningún operativo para evitar lo que se preveía que iba a pasar”, se indignó.