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La historia de Leticia Nieva, cuya madre fue asesinada en un femicidio y la adoptó su maestra

Leticia Nieva, hija biológica de Paulina Lebbos, cuenta cómo adoptó como madre a la maestra que le dio su primer abrazo

Leticia Victoria creció con la sombra del femicidio impune de su madre, Paulina Lebbos, la estudiante universitaria, de 23 años, cuya muerte violenta, vinculada a una supuesta fiesta con “hijos del poder”, conmocionó a Tucumán en 2006. Leti tenía entonces 5 años. En la búsqueda de justicia y de verdad, un giro inesperado en la historia familiar le permitió encontrar a su verdadera madre. Hace cinco años, Leti “adoptó” a una de las profesoras del secundario, una mujer que la contuvo en los momentos más oscuros de su adolescencia, cuando tuvo varios episodios de autolesiones en un contexto de abandono de parte de sus tías y de su abuelo del lado materno. Con ella armó una nueva familia, se fue de Tucumán a vivir a Río Negro, y pidió en la Justicia el cambio de apellido para quitarse el Lebbos y para –argumentó– poder “dejar atrás una vida que no me pertenece” signada por ese crimen no resuelto.

Por primera vez, con su nuevo apellido, Leticia Victoria Nieva cuenta su historia. Su mamá del corazón Silvina Elizabeth Nieva había sido compañera de quinto y sexto grado de la primaria de Paulina. Todavía guarda un recuerdo de esos años donde todas las niñas y los niños del curso habían dejado sus manos plasmadas como sello con temperas, entre ellas las de Paulina.

 “Me gustaría decir en primer lugar que no se olviden de Paulina, que reconozcan su rostro, que griten por ella y por todas las mujeres que nos arrebataron”, dice Leti. Hace dos semanas se enteró de la detención del exfiscal Carlos Albaca, al quedar su condena firme de seis años de cárcel por ensuciar la investigación del caso para que no haya culpables.

Tiene 22 años, casi la misma edad que su madre biológica cuando fue hallada sin vida en las afueras de la ciudad de San Miguel de Tucumán: el cadáver mutilado de Paulina fue encontrado el 11 de marzo de 2006 al costado de la ruta 341, en el municipio de Tapia. La joven, que cursaba la carrera de Comunicación y quería ser periodista, estaba desaparecida desde hacía dos semanas, en la madrugada del domingo 26 de febrero, después de salir de un boliche en la zona de El Abasto con una amiga, y subir a un remìs.

Nunca se supo que le pasó a Paulina o mejor dicho, no se quiso saber. El exfiscal Albaca y otros exfuncionarios y expolicías del Gobierno provincial condenados también en otro juicio por encubrimiento, hicieron el trabajo sucio, de ocultar, destruir y hacer desaparecer las pruebas.

Leti es parecida físicamente a Paulina, en su delgadez, en rasgos de la cara. Baila desde pequeña como ella. Ama la danza. Está estudiando en forma paralela dos carreras: los profesorados de danza Contemporánea y Clásica en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes, en la sede de General Roca, Río Negro, donde vive desde 2021 junto a su nueva madre.

“Lo mínimo que la Justicia y el Estado puede ofrecer es dar una condena firme, y nunca más encubrir a hijos del poder”, agrega. Está emocionada. Y muy agradecida a la abogada feminista Soledad Deza, de la ONG tucumana Mujeres x Mujeres, que la abrazó y la acompañó como su representante en el juicio contra Albaca –donde Leti fue querellante– y en el camino de conseguir en papeles su nueva identidad.

Sacarse el apellido Lebbos tuvo que ver con eso, contó al presentar su demanda, con escribir su propia historia y no quedar atrapada en la historia de Paulina. A Deza la conoció por recomendación de un profesor que daba un taller de capacitación de Educación Sexual Integral, dirigido a docentes, en el que Leti se coló –porque andaba por entonces mucho con profesores de su escuela secundaria que la contenían en la soledad de su hogar materno–. En ese espacio escuchó del derecho a la identidad. Y quiso iniciar el camino del cambio de apellido. Lo comenzó en diciembre de 2020 y la sentencia se dictó el 20 de abril de 2022. El año pasado tramitó su nuevo DNI.

 “A continuación contaré las razones de esta demanda pero es mi intención aclarar que no juzgó a Marisa (una de las hermanas de Paulina, con quien vivió 17 años) ni guardo rencor hacia mi familia biológica. Más allá del dolor que sentí, hoy el deseo es dejar atrás una vida que siento que no me pertenece: no deseo realizar juicios de valor sobre el pasado, solo mirar al futuro y ser quien soy hoy junto con Silvina, mi mamá, mi familia”, dice la presentación para el cambio de apellido. El juicio se llevó adelante en el fuero civil de la Sexta Nominación, de Tucumán.

Leti cuenta que conoció fragmentos de la historia de “La Paulina”, como la llama por momentos, a través de la prensa, de recortes de diarios que encontraba a escondidas en la casa de los Lebbos, relatos cargados de morbo y horror –como que le habían arrancado el cuero cabelludo–, pero nunca pudo saber quién era realmente su madre. Su familia biológica, atravesada por un duelo interminable, se olvidó de cuidarla.

La vida sin Paulina

Cuenta que después del femicidio de su mamá biológica, empezó a vivir en su casa del barrio Alderete junto a su abuela materna, Rosa del Carmen Racedo de Lebbos y sus tías –hermanas de Paulina– Marisa y Sofía Lebbos. Su abuela era como su mamá, “ella me cuidó, mimó, educó con mucho amor”. Pero en 2007, al año del crimen de Paulina, Rosa murió postrada. Paulina era la menor de cuatro hermanos.

A partir de entonces la vida de Leti dio otro vuelco: quedó al cuidado de Marisa, y segùn cuenta, su tía nunca se hizo cargo de ella. Leti se cocinaba sola desde los 6 años, iba sola a la escuela, y desde los 8 aproximadamente, se crió prácticamente en soledad “porque mi tía me dijo que tenía que estudiar y no volvía a mi casa”.

Leti no tiene buenos recuerdos de la relación con su abuelo, Alberto Luis Lebbos, quien era subsecretario de la Juventud del Gobierno tucumano, que encabezaba en ese entonces José Alperovich, luego exsenador –que terminó su mandato con una licencia desde 2019 luego de haber sido denunciado por una sobrina por abuso sexual--. Tras el asesinato de su hija, Alberto Lebbos renunció al cargo para acusar a Alperovich de ser “responsable ideológico del encubrimiento” del crimen. Desde entonces, Lebbos reclama justicia por el femicidio de Paulina.

Leti cuenta que su abuelo usó la casa donde ella vivía como depósito de su negocio “por lo tanto viví entre cajas y cucarachas”. “Solo acomodaba todo cuando alguien venía a hacer una visita o salíamos en algún medio de comunicación. Alberto solo se comunicó conmigo para decirme qué es lo que tenía que decir y qué no en el juicio. A veces, nos mandaba un poco de dinero”, contó Leti en su demanda por el cambio de apellido. Lebbos le pagaba el colegio privado.

Su padre biológico, Victor César Soto, la reconoció como hija recién en el 2006 después del femicidio de Paulina y “sólo para cambiarme de apellido para que él pueda ejercer la querella en el juicio”, apunta. Se supone que Paulina lo iba a ver a él la noche en que desapareció. Soto dijo que nunca llegó. Soto fue uno de los sospechados del crimen junto a Sergio Kaleñuk, hijo de Alberto Kaleñuk, ex secretario privado del entonces gobernador Alperovich. El entonces fiscal Albaca nunca profundizó la línea de investigación que los tenía a ambos en el centro de la escena de la muerte.

Ya pasaron tres juicios, y se dictaron nueve condenas, entre ellas las del exfiscal Albaca, la del entonces secretario de Seguridad de la provincia, Eduardo Di Lella, y la del ex jefe de Policía, Hugo Sánchez, entre otros funcionarios, pero hasta aquí la Justicia no pudo determinar quién mató a la estudiante universitaria. Todavía hay causas abiertas que no avanzan por la muerte de Paulina.

Leti ahora piensa que tal vez no la quisieron matar. Pero la muerte sucedió en un contexto de fiesta con excesos. Como ocurrió con María Soledad Morales, en Catamarca. Y creció, dice, con el temor de que a ella le iba a pasar lo mismo. “Crecí con todo eso”, reafirma.

Nunca tuvo relación con Soto, su padre biológico. “Nunca se hizo cargo de mí”, dice Leti desde su casa en General Roca. Era compañero del secundario de Paulina. Ella quedó embarazada a los 17 años.

Tiempo después Leti se enteró que en su documento figuraba como Leticia Victoria Soto, motivo por el cual Alberto Lebbos inició los procesos judiciales correspondientes para cambiarle de apellido a Lebbos.

La joven cuenta que a partir de “todo ese abandono por parte de su familia biológica” empezó a buscar y a encontrar esa contención, protección y amor en sus profesoras de la escuela. “Ellas eran las que se preocupaban por mí, me llevaban el desayuno, me acompañaban a mi casa y me cuidaban”.

Por esos años tuvo episodios de autolesiones y tres intentos de suicidio. Uno de ellos en el mismo secundario. Iba a la Escuela bilingüe argentino italiano Galileo Galilei. Estaba encerrada en un baño, haciéndose cortes en un brazo hasta que su profesora de arte, Silvina Elizabeth Nieva, empezó a tocarle la puerta y pedirle que saliera.

Después de numerosos intentos, logró que dejara el baño. “Me abrazó en silencio durante minutos, algo que nadie había hecho por mí hasta ese momento”, recuerda Leti. Ese encuentro la salvó. Empezaron a conocerse. La docente empezó a acompañarla, a hacerse cargo de ella. “Pero lo más importante es que me escuchó, me ayudó y amó”, dice.

Leti volvió a sus sesiones de terapia con una psicóloga. Eso la ayudó también a salir del pozo. El vínculo con Silvina fue creciendo. Y aunque al principio los Lebbos la rechazaban, Leti al cumplir 18 años decidió irse a vivir con ella, y luego en 2021 se mudaron de Tucumán para instalarse en otra provincia. Y con otro apellido. Este año en la Universidad la inscribieron con su nueva identidad. “Estoy muy feliz”, dice Leti. En esa búsqueda de encontrar algún retazo de aquella mamá biológica, Leti termina encontrando a su verdadera madre.

Luego de algún contacto esporádico, no volvió a tener vínculo con los Lebbos. “Silvina es hoy mi mamá. Ella ayudó a que perdone a mi mamá biológica por haberme abandonado, me ayudó a entenderla”, dice. El femicidio de Paulina, sabe Leti, la acompañará siempre, es parte de su vida, pero su búsqueda apunta a resignificar esa muerte violenta y lo está haciendo desde la expresión artística, en sus composiciones con la danza, en escritos y coreografías, donde de una u otra forma, esa historia reaparece.

“Mi único deseo es tener una vida normal,y ser por primera vez quien quiero ser, Leticia Victoria Nieva, hija de Silvina Elizabeth Nieva, mi mamá”, afirma.