ni una menos

Mujeres en la calle: invisibles, vulneradas y sin respuesta del Estado

Sin techo y sin red estatal, las mujeres en situación de calle sobreviven entre violencias múltiples, abandono institucional y estigmas. A pesar de todo, se organizan, trabajan, cuidan y luchan.

Las mujeres que viven en la calle están invisibilizadas y expuestas a numerosos peligros. Así lo sintetizan quienes atraviesan esta condición dolorosa y estigmatizante desde muy temprana edad en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense, aunque el problema se repite también en las principales áreas urbanas del país, con matices. En el décimo aniversario de Ni Una Menos, la población femenina sale a exigir que se cumpla con las leyes nacionales para el relevamiento anual de las personas en condiciones de marginalidad y políticas públicas de prevención y acompañamiento.

“El tema es la noche. Intentás refugiarte del abuso, del manoseo, de los maltratos, de los insultos… Siempre hay muchas más violencias de noche”, afirma Mariana Celis, una de las tantas mujeres que viven desde hace años en las calles del barrio de Temperley, en el corazón del partido bonaerense de Lomas de Zamora. En la intemperie, sin un hogar ni rumbo fijo, las decisiones están más ligadas a la suerte que al azar. Como  muchas, ella cuenta que tuvo que recurrir a medidas extremas para sobrevivir: “Tenés miedo de dormirte y no volverte a despertar. A veces camino toda la noche para que no me pase nada”.

Sus palabras resuenan con fuerza en el corto documental La cicatriz de la calle (2023), de Organización Aconcagua, el cual se proyectará este jueves en el Espacio para la Memoria ex Centro Clandestino de Tortura y Exterminio "Pozo de Banfield". Junto a ella, otras cinco mujeres exponen cómo es atravesar esa condición de marginalidad extrema, al tiempo que propone debatir las particularidades de la experiencia femenina en la calle y el rol de las políticas públicas.

La lógica del más fuerte

“Cuando las personas ya están en situación de calle, son todavía mayores las barreras y mayores las dificultades que atraviesan para el acceso a un trabajo o una vivienda digna, aún siendo sujetos de derechos”, asegura a Página|12 Agostina Ciampa, terapista ocupacional y miembro de la Fundación Multipolar.

El frío y el hambre son solo algunas de las barreras que deben atravesar las mujeres y adolescentes en situación de calle para reincorporarse a un sistema de mercado cada vez más excluyente. Cada día que pasa, se exponen a peligros de gran riesgo, como el deterioro de su salud física y mental, las potenciales agresiones sexuales, los prejuicios y estigmas sociales, y lo peor de todo: la mirada ciega del Estado.

No, no es un problema nuevo. Sin embargo, desde que el presidente Javier Milei encendió la “motosierra” para cortar programas públicos de asistencia a mujeres y niñas vulnerables, la situación se volvió aún más hostil.

A partir de los diferentes relevamientos que se llevaron a cabo en los últimos años —tanto de organismos públicos y de las organizaciones sociales—, se desprende que hay más varones que mujeres en situación de calle en todo el país. Sin embargo, quienes acompañan a esta población, aseguran que son ellas las que enfrentan mayores riesgos por violencias extremas y discriminación, además de ser las más desprotegidas por el Estado.

“La calle es un espacio muy complejo de habitar, donde prima la lógica del más fuerte”, explica a Página|12 la psicóloga social Malena Lenta. La situación de calle de las mujeres, incluso también de las niñas, “suele ser bastante invisibilizada”, explica. Los motivos son varios: cuantitativamente hay menos mujeres en esta condición porque el modo de habitar es distinto, muchas veces están como más ocultas”.

Los datos que confirman la emergencia

A junio de 2025, pese a la sanción de Ley 27.654 cuatro años antes, quienes se especializan en áreas de asistencia social sostienen que todavía es complejo definir a “una persona en situación de calle”, por sus múltiples variantes e interpretaciones. También admiten que es difícil realizar un registro certero de esa población, ya que la variación metodológica vuelve a las cifras desiguales.

El 2022 fue un año clave para esta población, ya que por primera vez en la historia fue contemplada en el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del Indec. Entonces, se supo que la cantidad de personas en esa condición era de 5.705 en todo el país. Del total, señalaron, un 78,4% eran varones, y un 21,6%, mujeres. En aquel entonces, según este relevamiento, sólo en la Ciudad de Buenos Aires, el total era de 2.403: 1.121 varones y 379 mujeres.

Sin embargo, los organismos sociales de asistencia callejera critican que no se realice un mapeo anual certero para abordar la problemática. Por nombrar un caso: el Relevamiento Nacional de Personas en Situación de Calle (ReNaCalle) realizó en 2023 un relevamiento nacional, y refutó los valores del Indec con una cifra considerablemente más alta: 9.400 personas en total no tenían un techo.

Asimismo, más cercano en el tiempo, este mayo de 2025, se conocieron los datos del relevamiento "Contar la calle", que realizan más de 15 organizaciones sociales para saber cuántas personas viven en la marginalidad callejera únicamente en la Comuna 1 de la ciudad porteña. El conteo demostró que hay 1483 personas que están en situación de calle únicamente en los barrios de Monserrat, Retiro, San Nicolás, San Telmo, Constitución y Puerto Madero, sin contar a quienes están en los Centros de Inclusión Social (CIS), habitualmente llamados paradores o albergues. En tanto, este informe puso en jaque el relevamiento de noviembre pasado del Gobierno porteño, que contó a unas 1236 personas durmiendo en la vía pública en toda la Ciudad.

El patriarcado patea en la calle

Que las estadísticas indiquen una menor cantidad de mujeres sin techo no habla de mejores condiciones de trabajo y vivienda dignas. “Podía estar refiriéndose a la invisibilización que hay en torno a la población femenina”, opina Lenta.

“La situación afecta de forma diferenciada a mujeres, varones y disidencias”, dice Lenta. Los hombres suelen ser los primeros en ir a la calle para evitar que sus familias lo hagan. Las mujeres, a cargo de hijos, alternan entre albergues hasta que la situación se vuelve insostenible.

Hay una lógica patriarcal también en las denominadas "ranchadas". Las mujeres, especifica, cumplen un "rol subordinado frente a sus pares varones”.

“Es muy difícil encontrar, por ejemplo, un grupo o una ranchada sólo de mujeres. Las grupalidades mayormente son de varones y una mujer, que suele ser la novia de uno. Esto nos habla un poco de la lógica que prima en el territorio callejero, que es fuertemente patriarcal. Entonces, así, también se hace más duro subsistir para ellas”, señala.

Violencias que no se cuentan

En la calle, las mujeres corren el riesgo de perder su vida de formas muy graves. Según un informe de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM),  entre 2015 y 2021, al menos 14 mujeres en situación de calle fueron víctimas de homicidios dolosos en la Ciudad de Buenos Aires. De esos casos, 9 fueron femicidios. El tema se vuelve más oscuro si se contempla que el 47% de los victimarios no fueron identificados.

En relación con los vínculos, la mitad de las víctimas conocía previamente a sus agresores: el 41% eran parejas, y el 12% conocidos o vecinos. En tanto, el organismo precisó que las víctimas de este tipo de hechos atravesaban extremas condiciones de vulnerabilidad psicológica: el 43% presentaba consumos problemáticos de sustancias y el 29% sufría algún tipo de afección psiquiátrica.

Además, la UFEM mostró que la totalidad de los femicidios en situación de calle sucedieron en horarios nocturnos: 10 de ellos se produjeron durante la madrugada y el 93% ocurrieron en la vía pública. En el 36% de los casos, los ataques fueron consumados mediante golpes y en un 29% se relevó el uso de armas blancas.

Infancias marcadas por el trauma

“No, no me gusta vivir en la calle”, aporta Karen Luján Bogado, otra de las seis protagonistas del audiovisual que co-dirigió Lucía Davin, militante de Aconcagua. En sus palabras se nota una mezcla de resignación y firmeza, como si no tuviera que justificar por qué estar en la calle no es una elección. Desde los cinco años se refugió en la intemperie porque en su casa “pasaba de todo”.

Un estudio liderado por Malena Lenta y Jorgelina Di Iorio (2022), publicado en el Journal of Loss and Trauma, reveló que más del 70% de las mujeres entrevistadas en Buenos Aires habían sufrido sucesos vitales estresantes (SVEs) en su infancia: violencia familiar, abandono escolar, abuso sexual y problemas económicos graves.

Estos traumas tempranos, muchas veces normalizados o silenciados, se transforman en patrones cíclicos de exclusión, afectando su salud mental, sus vínculos y su posibilidad de acceder a una vida digna.

Tener trabajo y seguir en la calle

El relevamiento de ReNaCalle de 2023 mostró que de las personas que estaban en situación de calle, en ese momento, 6 de cada 10 trabajaban. “En paralelo, de la investigación que llevó adelante Multipolar con 300 encuestados se desprendió que “el 98% tuvo experiencias laborales”, según Ciampa.

“Quizás la pregunta está en cuáles son las condiciones a las que acceden estas personas que aún trabajando, la mayoría, siguen estando en situación de calle”, consideró. Sin un hogar, sin acceso a higiene ni ropa adecuada, las posibilidades de sostener un empleo se desvanecen rápidamente.

Las mujeres, además, enfrentan la sobrecarga de las tareas de cuidado y maternidad. Según el mismo estudio, el 60% de las mujeres identificó estas tareas como la principal barrera para conseguir trabajo, frente a solo el 15% de los varones.

Políticas ausentes, respuestas parciales

Los paradores, refugios y subsidios habitacionales del Estado son, en el mejor de los casos, parches. La mayoría de las mujeres evita estos espacios por miedo, por experiencias de maltrato o por condiciones que no permiten la convivencia con hijos o parejas.

A través de numerosas investigaciones, las especialistas sostienen que las políticas públicas de prevención y contención están contempladas para una perspectiva masculina. Si en los albergues persisten las agresiones sexuales, el consumo de drogas, y la violencia, las mujeres y adolescentes descartan esta posibilidad y recurren a otras alternativas, que incluso pueden ser más perjudiciales para sus vidas.

“Una cosa te va a llevando a otra. La prostitución, a mí, por ejemplo, me lleva a la droga, porque quizás un día me quedo con un montón de cosas en la cabeza. Me siento sucia”, relata Eliana, en el documental.

El consumo problemático de drogas se acentúa en quienes permanecen por más tiempo en situación de calle. (Imagen: NA)

Al respecto, Ciampa explica que hay "una exacerbación del consumo para poder sobrevivir estando en situación de calle", al tiempo que destaca que "la explotación sexual también suele ser una de las actividades que favorece o promueve el acceso al consumo problemático”.

“Muchas mujeres que vinieron a la Fundación Multipolar usaban (la aplicación de contenido erótico pago) OnlyFans, pero llegan con intención de buscar algo más para hacer, por lo menos explorar y ver qué onda”, insiste.

"Nadie se salva solx", una consigna que resuena hoy más que nunca

Desde hace años, organizaciones sociales como Aconcagua, Abrigar Derechos, No Tan Distintes, Sopa de Letras, Amigos en el Camino, La Colectiva, Isauro Arancibia, Sociabilidades por los Márgenes, Misión Solidaria y Madres de Plaza de Mayo llevan adelante tareas de acompañamiento que son indispensables para la subsistencia de la población más vulnerable del país.

“Nadie se rehabilita solo. Salir de la calle no es una cuestión individual. Se necesita de políticas públicas, redes comunitarias, salud integral y, sobre todo, mirarlas sin juzgarlas”, explica Ciampa, y agrega: “Las personas en situación de calle destacan el trato humano, un trato respetuoso, el contacto".

Lenta, en tanto, considera clave que el Estado fortalezca "las políticas de trabajo y de prevención de las violencias", además, de buscar resolver la grave crisis habitacional.