incómodo para el poder
¿Por qué el mundo llora a Bergoglio?
Algunos de los motivos que convirtieron al papa argentino en una referencia más allá de las fronteras del catolicismo. El mensaje respaldado con actitudes y compromisos.
Mientras buena parte del mundo, trascendiendo largamente las fronteras del catolicismo, hace el duelo por la muerte de Jorge Bergoglio, las reflexiones se disparan sobre los motivos de la repercusión por la vida y las manifestaciones de dolor popular por la desaparición de este papa argentino. Otros interrogantes escarban en las razones de la incidencia de Francisco esgrimiendo la bandera de la justicia social en una sociedad injusta y desigual como la actual y acerca de la posibilidad de que su legado humanitario, político y cultural, que es también religioso, perdure más allá de su desaparición física.
La pregunta que muchas personas formulan es ¿por qué Francisco logró trascender los límites del catolicismo para llegar a interpelar más allá de sus fronteras y, por añadidura, del mundo religioso en general? Seguramente hay muchas y variadas respuestas a esta pregunta pero una de ellas es que desde su lugar, real y simbólico, coma máxima autoridad de la Iglesia Católica, el papa Jorge Bergoglio se apropió de una agenda global con incidencia en la vida cotidiana de los pueblos pero abandonada por la dirigencia política rehén de grandes poderes.
Así se convirtió en interlocutor de todos y todas. O como lo solía afirmar él mismo: de “todos, todos, todos”. Para decir que efectivamente nadie quedaba fuera de su atención y preocupación pero que, al mismo tiempo, “todos, todos, todos” deberían sentirse convocados y acogidos en la Iglesia Católica. Por eso abogó por una iglesia de puertas abiertas, con capacidad autocrítica para asumir sus propios errores, con “pastores (obispos, sacerdotes) con olor a oveja” mezclándose con el pueblo, sin importar género y religión, sin exigir tampoco “buena conducta probada” en cuanto a normas eclesiásticas. Definitivamente “es con todos”.
Francisco centró su preocupación en las personas, en su calidad de vida. Por eso en su primera salida fuera de Roma fue hasta Lampedusa para encontrarse con los migrantes ilegales a los que él mismo tituló como los “descartados”, categoría que también incluyó a pobres, enfermos y ancianos. A todos los que la sociedad capitalista considera como desechables y a quienes el Papa puso en el centro de su preocupación y de su caridad fraterna. Por quienes abogó convirtiéndose en su defensor utilizando para ello todo el poder religioso y simbólico del que dispuso.
Apenas comenzado el pontificado fue a Río de Janeiro para la “Jornada mundial de la juventud”. Su pedido a los jóvenes reunidos fue “hagan lío”. Pero no solo aquí les dijo: hagan lío en las parroquias, salgan a las calles, caminen en la sociedad. “Hagan lío” se convirtió luego en lema de su pontificado y lo adoptó en su propia práctica. Francisco hizo lío cuando decidió dejar, desde el primer día, la pompa vaticana y residir en el hotel de Santa Marta, cuando en el itinerario de cada viaje eligió encontrarse con las periferias de “descartados” fueran pobres, presos, inmigrantes ilegales o víctimas de violencia de cualquier tipo. Hizo lío cuando proclamó que su propia iglesia “no puede ser una ONG” sino que tiene que involucrarse en las problemáticas del pueblo, hasta que los pastores (obispos, sacerdotes) tengan “olor a oveja” como resultado de ese compromiso.
No se equivocará tampoco quien afirme que el legado de Francisco es su prédica constante por la justicia social y los derechos humanos. Pero no se quedó solo en la denuncia. Aunque la hizo desde el púlpito de la Iglesia Católica mundial. Un repaso a sus documentos (en particular Laudato si y Fratelli tutti) da cuenta que la crítica no se ha quedado apenas en las consecuencias y en la reivindicación de las víctimas, sino que apuntó a las raíces del problema: la voracidad del mundo capitalista, la desigualdad que genera la acumulación de riquezas en pocas manos y el daño que se está produciendo a la “casa común”. Por eso su demanda en favor del medio ambiente y las gestiones para condonar o reducir la deuda externa de los países pobres.
En esta batalla Francisco eligió a los movimientos populares (a “todos, todos, todos” no solo a los de raíz católica o cristiana) como sus aliados y protagonistas del cambio. Lo hizo en Cochabamba (Bolivia) en 2016. Y les puso tarea: las tres T... Tierra, Techo y Trabajo.
Todo esto transformó a Bergolgio en un figura incómoda para el poder económico, para mucha dirigencia política; también para parte de la jerarquía católica incrustada en el poder vaticano y acomodada a la sombra de los poderes económicos y políticos en distintas latitudes.
Con su vida Francisco dejó en evidencia que se puede vivir sencillamente, con naturalidad, en alianza con los pobres y los descartados, abierto a todos y a la diferencia aún siendo pontífice católico. Rechazó la tradicional pompa vaticana y hasta siguió pidiendo que le llevaran desde Buenos Aires los mismos zapatos negros que siempre usó aquí. En su testamento dejó expresamente señalado que no habría boato: “La tumba debe ser en tierra, sencilla, sin decoración especial y con la única inscripción: Franciscus”, escribió.
Condenó la guerra y las guerras. Se comprometió e involucró a la diplomacia vaticana (no siempre con éxito) en la búsqueda de alternativas para acercar las diferencias y garantizar la paz, respetando la diversidad en base a la “cultura del encuentro”. “El sufrimiento que se ha hecho presente en la última parte de mi vida lo he ofrecido al Señor por la paz en el mundo y la fraternidad entre los pueblos” afirmó en su testamento.
Para hacer todo lo anterior tuvo que enfrentar resistencias. Comenzando con las de la propia institución eclesiástica que, después de Juan XXIII y Paulo VI, decidió dejar atrás las reformas impulsadas inicialmente por el Concilio Vaticano II y, con Juan Pablo II y Benedicto XVI, volver a acercar al catolicismo a los factores de poder. Francisco llevó a Roma la “opción por los pobres” característica de la iglesia católica de América Latina.
Esto y mucho más, sin duda, es el legado de Francisco. Un legado que siendo religioso, es profundamente humano . Es también el motivo por el cual, en un mundo carente de referencias y referentes, Jorge Bergoglio, “el Papa que llegó desde el Sur”, caló en personas sencillas que hoy lloran ante la pérdida de un líder humanitario. La continuidad de sus propuestas dependerá -pero no solo- de quien sea electo como su sucesor. Pero también de que su ideas y actitudes hayan permitido remover obstáculos y convocar a dar la verdadera batalla cultural para modificar de raíz la organización de sociedades injustas e inhumanas.