Europa

A 20 años de la puesta en circulación del Euro como moneda oficial

El mundo entero estaba preparado para recibir el 2002, pero en Europa había más preguntas que certezas desde lo económico: ¿Las monedas nacionales morirían el 1 de enero? ¿Será obligatorio pagar en euros enseguida? ¿Subirán los precios?

La introducción del euro en el 2002 supuso un acontecimiento importante de la historia de Europa y un gran logro técnico. El 1 de enero de ese año, se pusieron en circulación los billetes y monedas en euros en doce países, con una población total de 308 millones de habitantes. Este hecho constituyó el cambio de moneda más importante de la historia y en él participaron el sector bancario, las empresas de transporte de fondos, el comercio minorista, la industria de máquinas expendedoras y, naturalmente, todos los ciudadanos.

En el caso español, en el primer día del año, el Banco de España emitía un comunicado que destacaba que la introducción de los billetes y monedas de euros se desarrollaba con "gran rapidez y éxito". En los bancos que abrieron ese día festivo y en los cajeros se registraron colas para obtener los primeros euros que se distribuían en España.

Los comercios españoles superaron la prueba del euro. Pese a la escasez ocasional de billetes pequeños y monedas de la nueva divisa europea, ningún ciudadano se quedó sin sus compras. El recurso a las tarjetas de crédito y a las monedas nacionales salvó los pequeños escollos que supuso el cambio de moneda.

No solamente los españoles tuvieron el privilegio de ser los usuarios de la moneda común europea. Junto a ellos, Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal tenían las mismas preguntas y la misma emoción por la novedad.

Se llevaron a cabo grandes preparativos. El efectivo empezó a distribuirse a las entidades de crédito y comercios en septiembre del 2001, a fin de evitar una escasez de liquidez en la cadena de suministro. Por lo tanto, ya desde los primeros días del 2002 se disponía ampliamente de efectivo en todos los sectores. El 3 de enero, el 96% de los cajeros automáticos de la zona del euro dispensaban billetes en euros. Una semana después de la introducción de la nueva moneda, más de la mitad de las transacciones en efectivo se realizaban en euros.

Tras un período de doble circulación, que en algunos países se prolongó hasta dos meses, y en el que los pagos podían realizarse con efectivo en euros o en la moneda nacional, el 1 de marzo de 2002 el euro pasó a ser la única moneda de curso legal en la zona del euro. En esa fecha, ya se habían retirado de la circulación más de seis mil millones de billetes y cerca de treinta mil millones de monedas nacionales.

Auge y crisis del Euro

Los primeros años de funcionamiento supusieron una etapa de sólido crecimiento económico, que alcanzó su punto más alto en 2008, cuando la crisis financiera originada en Estados Unidos revitalizó la divisa europea como valor refugio frente al dólar.

Este periodo positivo se prolongó hasta finales de 2009, cuando el euro se debilitó a causa de la crisis de deuda soberana de países como Irlanda, Grecia, Portugal, Chipre y España, que tuvieron que ser rescatados a cambio de políticas de austeridad presupuestaria.

El Banco Central Europeo (BCE), con sede de Fráncfort (Alemania), tuvo que reducir los tipos de interés hasta el mínimo histórico del 0,05% y lanzar la compra de activos a los bancos para frenar el coste del endeudamiento de los países en apuros.

La moneda europea se estrenó en 1999 a un cambio de 1,16 dólares. Desde entonces ha oscilado entre su mínimo histórico, 0,82 dólares en octubre de 2000, y su punto más alto en julio de 2008, cuando se situó en los 1,60 dólares.

Moneda de curso legal

Actualmente, el euro es la moneda usada por las instituciones de la Unión Europea (UE), así como la moneda oficial de la eurozona, formada por 19 de los 27 Estados miembros de la UE: Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia,​ España,​ Estonia,​ Finlandia,​ Francia,​ Grecia,​ Irlanda,​ Italia,​ Letonia,​ Lituania,​ Luxemburgo,​ Malta,​ Países Bajos y Portugal.​

Por otra parte, ocho países de la Unión Europea no han adoptado el euro: Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Hungría, Polonia, República Checa, Rumania y Suecia. Tampoco lo hizo el Reino Unido durante sus años de pertenencia a la Unión Europea.

Además, como recordó la Comisión Europea en 2013, "hay dos grupos de territorios que no son estados miembros, pero que utilizan el euro". Por un lado, aquellos territorios que tienen un acuerdo monetario con la Unión Europea como Mónaco, Ciudad del Vaticano, San Marino o Andorra. Estos cuatro territorios se encuentran legitimados para comerciar con el euro y emitir euros, siempre que cumplan con la obligación de adoptar la legislación monetaria y financiera de la Unión Europea. Aunque, eso sí, estos estados no participan en la toma de decisiones. Ni siquiera en la modalidad de observadores.

Por otro lado, encontramos dos estados que no son parte de la eurozona, pero que han decidido de manera unilateral adoptar el euro como moneda única: Kosovo y Montenegro. Como cuentan desde la Unión Europea, "de facto utilizan el euro, pero son parte de la Eurozona y, por lo tanto, deben comprar los billetes y las monedas en los bancos comerciales". En otras palabras: no están legitimados para emitir sus monedas y billetes propios. 

Puesta a punto para el gran día

El Banco Central Europeo (BCE) coordinó y realizó el seguimiento de la producción de billetes, que se llevó a cabo en quince fábricas y con materias primas procedentes de aproximadamente cuarenta proveedores distintos. Un sistema de control de calidad común garantizó un nivel de calidad idéntico para todos los billetes. El 1 de enero de 2002 se había finalizado la fabricación de la remesa inicial de 14.890 millones de billetes para los doce países participantes, cifra que incluía a los destinados a las reservas logísticas. Estos billetes representan un valor nominal total de 633.000 millones de euros.

El Consejo de Gobierno del BCE aprobó posteriormente la producción de un volumen adicional, que ascendía a 1.910 millones de billetes. Esta provisión tenía por objeto cubrir los principales riesgos derivados de posibles retrasos en la fabricación de la remesa inicial requerida y de las reservas logísticas, y, por tanto, contribuyó a que la puesta en circulación del efectivo en euros se realizase con fluidez. El remanente de billetes de la reserva central, una vez que ésta hubo cumplido su función, fue transferido a la reserva estratégica del Eurosistema, que se creó tras la puesta en circulación para hacer frente a los incrementos que pudieran producirse en la demanda.