Denuncian al ex confesor del padre Grassi por abuso de menores
Un empresario denunció en sede judicial y con identidad reservada que cuando tenía 13 años fue abusado por el sacerdote Eduardo Lorenzo, sobre quien ya pesan otras acusaciones. Se trata del ex capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense que también fue confesor de Julio César Grassi. El denunciante, que ahora tiene más de 30 años, se […]
Un empresario denunció en sede judicial y con identidad reservada que cuando tenía 13 años fue abusado por el sacerdote Eduardo Lorenzo, sobre quien ya pesan otras acusaciones. Se trata del ex capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense que también fue confesor de Julio César Grassi.
El denunciante, que ahora tiene más de 30 años, se sintió tocado cuando leyó acerca de León, un joven que estuvo en situación de calle y que quedó al borde del suicidio porque el sacerdote lo usaba a modo de señuelo para atraer a otras víctimas a fiestas con sexo y alcohol que organizaba en su casa, en una parroquia y escuela de Gonnet.
Pero el joven pidió ayuda a la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico y recibió tratamiento psicológico.
En 1999, la víctima asistía al colegio de la Parroquia de Lourdes, en La Plata, donde participaba de actividades extracurriculares. Entonces, Lorenzo tejió con él una relación de amistad que el denunciante cuestiona: “En realidad era una relación de abuso psicológico y maltrato. Me llamaba amigo cuando yo lo complacía y me trataba mal cuando yo no estaba a la altura de lo que él esperaba”.
El cura inclusive cenaba en la casa del chico y los padres tenían plena confianza en él. También organizaba reuniones de noche con líderes adultos de los scouts en su departamento: “Cuando todos se iban me quedaba yo con Lorenzo, y eso a nadie le parecía raro, y yo como niño me sentía feliz de que me eligiera para compartir esos momentos”.
Entonces le solicitaba que fuera a la cama con él “para ayudarlo a dormirse”. “Me abrazaba y me pedía que le diera besos en el cuello. Me abrazaba, me acariciaba. Esto se repitió por dos años. En algún momento yo me iba de la cama de él. En el living había un catre”, relata. Cuando el chico decidía levantarse, le tiraba con desprecio las sábanas para que durmiera.