SALUD

Los posibles daños neurológico tras el COVID-19: delirios y psicosis

Entre los casos de difícil clasificación, relatan alteraciones en la médula espinal, microhemorragias cerebrales o hipertensión intracraneal.

Una mujer de 55 años ingresó hace unas semanas en un hospital de Londres luego de estar 14 días con fiebre, tos, dolores musculares, dificultad para respirar y pérdida de los sentidos del olfato (anosmia) y del gusto (hipogeusia). Era el cuadro típico de coronavirus. Le dieron el alta tres días después. Lo peor de la enfermedad había pasado o eso creía.

Al día siguiente, su marido llamó a los médicos, alarmado. Su mujer se comportaba de manera extraña. Se ponía y sacaba su pullover de forma repetitiva. Decía ver leones y monos en la casa y aseguraba que alguien la perseguía. Incluso se mostró agresiva con su familia y el personal médico. Solo mejoró después de haber sido tratada con haloperidol y risperidona, dos medicamentos antipsicóticos.

Es un caso extremo, pero es parte de lo que el COVID-19 le está haciendo al cerebro de algunas de las personas a las que infecta.

Investigadores británicos crearon una unidad centrada en detectar y estudiar los casos de coronavirus que era cursados con problemas neurológicos. Aunque se trata de una enfermedad respiratoria, se está viendo que su impacto va mucho más allá de los pulmones y las vías respiratorias. El trabajo se centró en 43 pacientes. No pretendían saber la cantidad de enfermos que acababan con el cerebro afectado. Su objetivo fue identificar las alteraciones y trastornos que lo estaba provocando.

Los primeros resultados, publicados en la revista científica de neurología “Brain”, perteneciente a la prensa de la Universidad de Oxford, muestran un amplio espectro de impactos del coronavirus en el cerebro. Los autores de este seguimiento los clasificaron en cinco categorías: encefalopatías con delirios y psicosis como el de la mujer de 55 años, procesos inflamatorios en el sistema nervioso central, accidentes cerebrovasculares, trastornos neurológicos en el sistema nervioso periférico y un último grupo que no saben cómo clasificar. Lo que no vieron es si existe una relación entre el grado de gravedad del COVID-19 y la aparición de problemas neurológicos.

Además de las encefalopatías ya detalladas, lo más habitual son los síndromes neuroinflamatorios como la encefalitis autoinmune, provocada por el propio sistema inmunitario en su lucha contra el coronavirus. Otra manifestación que les llamó la atención es la alta incidencia, específicamente de un 24 por ciento, de la ADEM, o encefalomielitis aguda diseminada. Aunque rara, la ADEM afecta casi siempre a chicos y adolescentes. En este caso, la muestra iba desde los 16 a los 85 años.

En otro grupo de pacientes, todos menores de 65 años, el COVID-19 llegó a provocar un accidente cerebrovascular. Ya sea en los vasos sanguíneos de los pulmones o los que llegan hasta el cerebro, el virus, que se alimenta con las células del endotelio, que forma la pared interior de los capilares sanguíneos, facilitaría la formación de trombos, coágulos que se atascan en el cerebro. Otros siete enfermos desarrollaron el llamado síndrome de Guillain-Barré, en el que son las propias defensas las que atacan a los nervios.

Entre los casos de difícil clasificación, relatan alteraciones en la médula espinal, microhemorragias cerebrales o hipertensión intracraneal.

“Aún estamos trabajando en lo que causa las enfermedades cerebrales y nerviosas de estos pacientes”, cuenta Michael Zandi, investigador de la Universidad Pública de Londres y principal autor del estudio. “El objetivo de esta investigación era describir los síndromes en detalle para alertar sobre ellos e impulsar más investigaciones”, explica.

Además, agrega: “Los enfermos y sus diagnósticos tienen más que ver con los efectos de bajos niveles de oxígeno en el cerebro en las encefalopatías”. También señala que la acción del sistema inmune sobre el cerebro y los nervios explica mejor los trastornos neuroinflamatorios y nerviosos que la llegada del virus al área cerebral. De hecho, en su estudio no detectaron ningún caso en el que el coronavirus se hubiera colado en el cerebro.

“No es el virus lo que afecta directamente al sistema nervioso central”, comenta Jesús Porta, neurólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (S.E.N.). Todo apunta a que, como sucede con otras complicaciones del COVID-19, la causa de estos trastornos estaría en la respuesta exagerada del sistema inmunitario. “En su defensa, el sistema inmunitario desata una tormenta de citoquinas que pueden romper la barrera hematoencefálica”, detalla Porta. Esta barrera permite que solo la sangre fluya desde los vasos sanguíneos hasta las células nerviosas.

Otro efecto indeseado de la respuesta del sistema defensivo es la derivada autoinmune. Los anticuerpos destinados a neutralizar el virus también pueden atacar a la mielina, una sustancia que recubre las ramificaciones de las células nerviosas y que, además de protegerlas, funciona como lubricante para las sinapsis.

“Aprendimos que el coronavirus afecta al pulmón, pero en su respuesta, se produce un impacto en todo el organismo”, dice Porta. La S.E.N. publicó en abril un manual para neurólogos que cifraba en al menos un 36 por ciento los pacientes infectados por coronavirus los que podían sufrir alguno de estos impactos.

Como recuerda el investigador de la Universidad de Exeter, David Strain, “la principal limitación es que desconocemos lo que tienen en común y cómo son de frecuentes estas complicaciones”. Pero cree obligado profundizar en estos trastornos para saber si son casos raros y/o específicos, o solo el extremo de una larga cola de casos.